Casi desconocida en castellano, la poesía japonesa moderna es un diálogo fructífero con Occidente
Narra el Kojiki —texto fantástico del siglo VI de
nuestra era que narra en prosa y verso la fundación de la cultura del
Japón— que el primer poema de la literatura japonesa fue escrito por una
deidad. El dios Susanoo, en perfectos versos de cinco y siete sílabas,
celebró de esa manera la construcción del palacio —“¡Oh maravillosos
muros octogonales!”— donde habría de pasar su luna de miel con una mujer
mortal.
Mil quinientos años después, ese molde
poético de invención divina —de cuya combinatoria resultan las formas
poéticas más tradicionales y conocidas del Japón: el tanka y el haikú—
continuaba siendo la forma privilegiada y prácticamente inalterada de la
poesía japonesa. La persistencia en el tiempo de esas formas poéticas
resulta asombrosa si se la compara, por ejemplo, con las variaciones e
innovaciones que ha sufrido el verso castellano, cuya historia es
muchísimo más reciente, por otra parte.
La
renovación radical de la poesía japonesa, tan consecuente con su
tradición, habría de suceder al contacto de su milenaria historia con la
poesía europea en sus momentos de mayor agitación crítica: del
Romanticismo a las vanguardias, a finales del siglo XIX y principios del
XX. La historia de la poesía japonesa moderna es la historia de ese
contacto. Un rebaño bajo el sol, la antología compilada y traducida por
Atsuo Tanabe y Sergio Mondragón, ofrece en sus páginas un recorrido por
las obras y los autores que renovaron, atentos y abiertos a otras
tradiciones, el ámbito poético del Japón del siglo XX.
El título del libro encierra, en una suerte de simetría lúdica, una
referencia al influjo de la poesía europea en la poesía japonesa
moderna. Hacia 1911, el poeta Daigaku Horiguchi abandonó sus estudios en
el departamento de Lengua Francesa de la Universidad de Keio y comenzó
un periplo que habría de llevarlo por México, primero, y por Europa,
donde lo sorprendió la Primera Guerra Mundial en 1914, después. En 1918
arribó a Río de Janeiro. “Ebrio, ebrio, ebrio / está el paisaje nocturno
de Río. / En medio del negro cielo / la Vía Láctea desnuda es una diosa
recostada”, habría de escribir en esa cálida y remota orilla
atlántica. Allí también daría inicio a su vasta labor de traductor de
poesía francesa. Un rebaño bajo la luna, su copiosa antología que reúne
340 poemas de 66 poetas franceses, vio la luz en 1925. Baudelaire,
Verlaine, Mallarme, Rimbaud, Apollinarire, Max Jacob figuran en sus
páginas. El libro de Horiguchi, en el Japón de esa época, estaba
destinado a tener una gran acogida en los círculos literarios y a
influenciar decisivamente en el curso de la poesía. En la lectura de ese
“rebaño bajo la luna” se gestaba la poesía del “rebaño bajo el sol”.
La antología de Tanabe y Mondragón se inicia con los poetas
representativos del Grupo de Poesía Nueva. Sus integrantes, a inicios
del siglo XX, expresaron la asimilación y las primeras respuestas a la
poesía europea, introducida años antes por traducciones, como la de Biu
Ueda, publicadas en 1906 bajo el título de Marejada. Al Grupo de Poesía
Nueva pertenecieron Hakushu Kitahara, que escribió bajo la tutela de
Baudelaire; Takaboku Ishikawa, cuya poesía en un vínculo entre lo
tradicional y lo moderno, y la célebre Akiko Yossano, autora de
Cabellera en desorden, poemas impregnados de un espíritu nuevo que son
un desafío a la tradición y una reivindicación de la sensualidad
femenina y del derecho de la mujer a vivirla plenamente. Escribió
Yosano: “La primavera es breve. / ¿Qué me importa la inmortalidad? /
Toco / con mis manos / mis abundantes senos”. La importancia del trabajo
del Grupo de Poesía Nueva, apunta Mondragón, “consistió en llevar al
tanka el lenguaje coloquial para que hablara de los asuntos de todos los
días, de manera franca, apartándolo de la alusión velada y los temas
tradicionales”.
Una extraña mezcla clásica y
coloquial caracteriza el lenguaje de Sakutaro Hagiwara, “el mejor poeta
moderno” del Japón”, en opinión del crítico Donal Keene —autor del
clásico Japanese Literature an Introduction for Western Readers, 1955—.
Hagiwara practicó, además, el verso libre y sus poemas son portadores de
imágenes lúcidas y precisas, como las de este poema titulado “El
nadador”: “El cuerpo del nadador se estira / Los brazos extienden su
largura / El corazón del nadador es diáfano y translúcido / Las pupilas
del nadador escuchan la campana / El alma del nadador mira la luna sobre
el agua”. Contra la estética que representa Hagiwara, reconocida e
influyente en el periodo anterior a la Segunda Guerra Mundial,
reaccionaron poetas más jóvenes, imbuidos por un espíritu decididamente
vanguardista. Tal es el caso del grupo Poesía y Teoría Poética, fundado
en 1928.
El rebaño bajo el sol recoge poemas de sus
principales exponentes: Yukio Haruyama, reconocido estudioso de los
movimientos poéticos occidentales y autor de una obra marcadamente
experimental; Fuyuhiko Kitagawa, traductor del Manifiesto Surrealista de
Breton y partícipe también del movimiento de literatura proletaria;
Katsue Kitasono, cuyas teorías fueron muy bien acogidas por Ezra Pound y
cuyo trabajo poético es una tentativa de “una ruptura con la semántica,
en la que las palabras se tornan primitivas y se convierten en simples
signos”. Fue un grupo polémico que propugnó postulados como “asumir la
teoría y entrecortar la conexión semántica que liga cada verso del
poema… anteponer la teoría al quehacer poético”. El impacto de la
vanguardia influyó en el trabajo de un número importante de poetas,
dentro y fuera de Poesía y Teoría Poética. Uno de sus exponentes
notables es el dadaísta Sinkachi Takahashi, poeta experimental
enriquecido con el estudio y la práctica del budismo Zen. Esa extraña
alianza le dictó poemas como: “Una cosa”: “Hacer una cosa / Es no hacer
otra cosa / Pensar en una cosa / Es no pensar en otra cosa”.
La Segunda Guerra Mundial y el holocausto nuclear —“¡Vasto páramo de
escombros, Hiroshima!: / Cadáveres sentados como budas de piedra / en
los jardines, es las escuelas” (Sankichi Tooge)— alteraron de manera
radical el curso de la historia del Japón, y con ella el rumbo de su
poesía. Los poetas de ese país sintieron, de alguna manera, que estaba
en sus manos descifrar el sentido de la devastación y, en su poesía, una
posibilidad de reconstrucción espiritual. La agrupación poética Tierra
Baldía fue una respuesta a ese momento histórico. En las páginas de Un
rebaño bajo el sol figuran algunos de sus más prominentes miembros:
Ryuichi Tamura, autor de Los cuatro mil días y noches; Nubuo Ayukawa,
cuya obra se nutre de la T.S. Eliot (el nombre del grupo es un
reconocimiento a la influencia del poeta anglosajón entre sus
integrantes); Saburo Kuroda, que intentó captar en su poesía es estado
de ánimo del Japón de la posguerra. “Nuestra actualidad nos presenta una
tierra yerma. Salvarnos del caos y protestar contra la devastación
explican nuestra voluntad rebelde ante este destino y nuestra militancia
con la vida”, escribieron los poetas de Tierra Baldía en una
declaración publicada en el primer número de su revista. Es espíritu de
esta agrupación, más allá de las naturales diferencias de sus obras,
puede mostrarse en estos versos de Tamura: “Para escribir un solo verso /
debemos matar a los seres queridos. / Es el único camino para resucitar
a los muertos / y habremos de seguir ese camino”.
Con la presentación de los poetas de posguerra concluye El rebaño bajo
el sol y cierra así una amplia visión de la poesía japonesa moderna.
Un rebaño bajo el sol
La antología compilada por Atsuo Tanabe y Sergio Mondragón recorre gran parte del siglo XX. Ésta es una mínima muestra
Sakutaro Hagiwara Muerte
Contemplo
la tierra
Allá dentro
Surgen unas manos increíbles
Surgen unas patas
Se
entromete un cuello Señores
¿Qué demonio es ese ganso?
Desde el fondo de
la tierra que
contemplo
Surgen unas manos
Surgen unas patas
Se entromete
un cuello. Una cara estúpida…
Caza de luciérnagas
Una
en el escote de mi amada hermana
Una en la ventana del leproso
Una en la
trampa de la sangre
Una en los pies descalzos de Cristo
Una en el envés
de un pez
Una en el corazón asesino
Una en mis manos tersas
En el remoto
mundo de la noche
Cazo una luciérnaga
Akiko Yosano Tankas
Sin
conocer
la sangre ardiente
de un cuerpo joven
¿no te pesa la soledad
tú que
predicas el camino?
En Kamajura
aunque sea Buda
Sakymunies hermoso.Una
arboleda en verano.
La joven de veinte años.
Fluye entre su peine
Su negra
cabellera.
La ostentosa juventud
¡oh, maravilla!
Shiro Murano Gimnasia
No
tengo amor
No tengo poder
Soy un bulto envuelto en la camisa
Me rompo, me
levanto
El horizonte llega y me traspasa
Me niego a lo que me rodea
Pero el
mundo
Queda dispuesto en filas
Mi garganta es un silbato
Que da
órdenes.
Muevo mis manos suaves
Respiro hondo
Entonces
Una rosa entra en mi
cuerpo
ClavadoSalgo caminando de entre las
nubes blancas
hacia el extremo de la tabla
Me inclino todo lo que
puedo
(allí el tiempo se encoge)¡A saltar! Salto
Ya estoy en el cieloque
me envuelve
Mis músculos vibran en el aire
mas caigo
en el agua,
perseguido,
girando en una cristalina sensación
arriba de mí, arriba de la
espuma
veo las risas y las caderas de las
mujeres
Trato de retener
una silueta enorme
de la sombrilla roja de la playa
Ryuichi Tamura
Emperador
Hay
ojos en una piedra, enclaustrados
en la melancolía y el tedio.
El hombre
pasa frente a mi ventana, vestido de negro.emperador de invierno.
Mi
emperador solitario que caminahasta un camposanto europeo con la sombra
de la civilización en su frente blanca como la cera.
Bañada su espalda
por el sol.
Qué doloroso verlo flagelarse.¡Dadme una flor!
Usted extiende
las manos. El invierno del mundo está apunto de llegar, después de años
de razones y progreso.
La belleza occidental no es otra cosa que
ilusión.¿Quién besaría sus manos?¿Habrá aún tierra fértil en esas palmas
devastadas por un destino del color del milano?
¡Dadme una flor, una
herida como una flor!