sábado, 23 de febrero de 2013

Los secretos de la basílica de San Pedro

Tengo mis reparos con respecto a los motivos de "gusto y estilo" para derribar la antigua y muy modesta edificación constantiniana. Según otros historiadores el arte, "repentinamente" empezó a aparecer dinero en Europa y la Corona de España quiso mostrar su nuevo poderío y se convirtió en gran mecenas religioso. El endeudamiento de los Papas y la venta de indulgencias fue parte de esta suerte de "carrera desenfrenada por la pompa y la grandiosidad" que Europa empezaba a vivir como manera de crearse una imagen de sí misma en el Nuevo Mundo globalizado.  (Franklin Farell)

Nota original: Los secretos de la basílica de San Pedro
Por  | Arte secreto – vie, 22 feb 2013 (http://es.noticias.yahoo.com/blogs/arte-secreto/los-secretos-la-bas%C3%ADlica-san-pedro-131541658.html)


Fachada principal de San Pedro del Vaticano | Crédito: Wikipedia.



El 18 de abril de 1506 era un día de gran importancia para el papa Julio II. Aquella jornada iban a dar comienzo las obras de la nueva basílica de San Pedro, cuyos muros amenazaban con derrumbarse tras más de doce siglos contemplando el devenir de la historia de Roma.
La reconstrucción del que hoy es el templo más importante de toda la cristiandad no se realizaba solo para mayor gloria de Dios y de la Iglesia, sino también del propio Papa, pues el pontífice pretendía ubicar su propia tumba en el nuevo e imponente interior.
Por esa razón, no es de extrañar que Julio II estuviera extremadamente nervioso aquel día. Todo estaba planeado al milímetro, hasta el punto de que tanto el día como la hora en la que debía iniciarse la ceremonia de colocación de la primera piedra habían sido cuidadosamente calculados por los astrólogos personales del pontífice.
Al igual que muchos otros hombres poderosos del Renacimiento –nobles, reyes y miembros del clero incluidos–, el papa Julio II era un devoto creyente en los secretos del “arte” astrológico. De hecho, encargó otros horóscopos similares para decidir los momentos “propicios” de multitud de ocasiones importantes, e incluso dejó algunos de ellos plasmados en obras de arte, como sucede en la Stanza della Segnatura decorada por Rafael.
Horóscopo de inauguración de San Pedro, "corregido" por Luca Gaurico.
Poco podía imaginar entonces el papa Della Rovere que, pese a sus desvelos por escoger el mejor momento para aprovechar la influencia de los astros –una creencia que acabaría por ser parcialmente prohibida por la Iglesia a finales de siglo–, la construcción de la basílica terminaría por convertirse en un penoso proceso que se prolongó durante más de cien años, abarcando veinte pontificados e involucrando a un buen número de arquitectos, cada uno de los cuales alteró los planes del anterior.
El episodio del horóscopo fallido –un célebre astrólogo renacentista, Luca Gaurico, publicó años después una versión corregida, a la vista del desastre de las obras– constituye, sin embargo, solo una de las muchas anécdotas y datos sorprendentes que han rodeado a la basílica vaticana durante sus casi 1.700 años de historia.
La basílica original, iniciada en el año 318 por orden del emperador Constantinose erigió sobre los restos del llamado circo de Nerón donde, según la tradición piadosa, había sido crucificado el apóstol Pedro. En esa misma zona de la colina vaticana existía también un cementerio pagano y fue allí donde, de nuevo según la tradición, se enterró a san Pedro.
Durante más de doce siglos, la basílica sobrevivió al paso del tiempo y a los distintos avatares históricos, pero a mediados del siglo XV sus muros corrían serio peligro de venirse abajo, y con ellos uno de los símbolos de la cristiandad y la Ciudad Eterna.
Fue la amenaza de un inminente derrumbe lo que llevó al papa Nicolás V a plantearse su reconstrucción en 1452. Los trabajos fueron encomendados a los arquitectos León Battista Alberti y Bernardo Rosselino, aunque las obras duraron apenas tres años. En 1555 murió el pontífice, y los trabajos quedaron en suspenso.
Por desgracia, para entonces los obreros ya habían “esquilmado” buena parte del Coliseo, puesNicolás V había ordenado su destrucción para suministrar material con el que acometer las obras en San Pedro. Aunque el célebre anfiteatro sigue hoy en pie, su deteriorado aspecto actual se debe en parte (hubo otras “rapiñas”) a las más de dos mil carretas llenas de piedras que se extrajeron del edificio.



Vista interior de la basílica, con el baldaquino al fondo | © Javier García Blanco.


Pese al intento de Nicolás V, fue Julio II –como ya dijimos– quien, cincuenta años más tarde, tomó la determinación de derribar la antigua basílica constantiniana y construir un templo acorde con el gusto y el estilo del Renacimiento. La demolición no podía hacerse de una sola vez, pues las misas tenían que seguir celebrándose en el lugar, por lo que durante los más de cien años que duraron los trabajos –con parones de varios años incluidos–, la eucaristía se celebró en medio de obreros, polvo y materiales de construcción.
El primero de los arquitectos en trabajar en el desarrollo de la nueva basílica fue Bramante (1506), a quien le siguieron Rafael (desde 1514 a 1520), Sangallo el Joven (1520 a 1546), Miguel Ángel(1547-64), Maderno (1605-1621) y finalmente Bernini, quien se encargó de diseñar la enorme plaza de San Pedro y su columnata, además del espectacular baldaquino y otras actuaciones en el interior.
Además de la lentitud de las obras y los continuos cambios en su planificación y diseño, la basílica de San Pedro también sufrió otros peligros más graves durante aquellos años. En 1527, cuando se produjo el temible Saco de Roma, las mismas tropas imperiales de Carlos I que habían sometido al pillaje a la ciudad no dudaron en asaltar el templo en construcción, profanando el altar mayor y encendiendo hogueras en sus capillas.
Sesenta años más tarde, en 1586, cuando la plaza todavía no había sido modificada por el plan de Bernini, los romanos asistieron a otro impresionante despliegue de ingeniería relacionada con el templo. En ese año, el papa Sixto V encargó al arquitecto Domenico Fontana la colocación de un obelisco egipcio con más de 4.000 años de antigüedad frente a la basílica.

Obras de colocación del obelisco en un grabado de la época | Crédito: Wikipedia.

El monolito había sido traído a Roma por orden del emperador Calígula en el año 37 d.C., quien lo colocó en el circo de Nerón. La enorme mole pétrea pesa 327 toneladas, por lo que Fontana tuvo que emplear a cerca de 900 obreros para levantarla, ayudándose de setenta y cinco caballos, además de un sistema de poleas.
El templo más importante del catolicismo no solo tuvo repercusiones en el terreno artístico. La financiación de aquellas complejas y largas obras supuso un desorbitado gasto que sobrepasaba, con mucho, las posibilidades de las arcas vaticanas.
Fue el propio Julio II, el iniciador de las obras, quien tuvo la idea de vender indulgencias para sufragar los gastos de los trabajos. Aquella decisión tendría unas consecuencias inesperadas. En 1517, un entonces desconocido agustino alemán llamado Martín Lutero daba inicio a la Reforma Luterana con sus encendidos escritos y sermones contra el Papa: un suceso clave que supuso un punto de inflexión en la historia de la Iglesia y de todo Occidente.