sábado, 30 de enero de 2010

El legado de Howard Zinn


El autor de La otra historia de EU era articulista de La Jornada
Fallece el académico y dramaturgo Howard Zinn a los 87 años de un infarto

David Brooks
Corresponsal
Periódico La Jornada
Jueves 28 de enero de 2010, p. 21
Nueva York, 27 de enero. Howard Zinn, el historiador que narró la otra historia de Estados Unidos, desde el punto de vista de los de abajo, a lo largo de su carrera, falleció este miércoles a los 87 años de edad.
Autor de varios libros, entre ellos el texto de historia más vendido, La otra historia de Estados Unidos (A People’s History of the United States), ponente, articulista, dramaturgo (Marx en Soho y una obra sobre Emma Goldman) y colaborador de La Jornada, era profesor emérito de historia en la Universidad de Boston.
Una de las voces independientes de izquierda, fue uno de los intelectuales más admirados por veteranos de las luchas sociales de la posguerra como por jóvenes, por su vida de praxis: era pensamiento y acción. El problema no es la desobediencia civil, sino la obediencia civil, afirmó en un discurso en Baltimore en los años 60, durante un acto al cual acudió en lugar de presentarse ante un juez para ser sentenciado por sus acciones contra la guerra en Vietnam; después, cuando regresó a la Universidad de Boston, un par de policías lo esperaban para arrestarlo.
Veterano de la Segunda Guerra Mundial, donde participó en los bombardeos aéreos contra Alemania, Zinn regresó después del conflicto para ver la destrucción que se cometió desde 30 mil pies de altura. Al ver Dresden y otras ciudades, decidió que para siempre, sin excepción, tenía que oponerse a la guerra. Colocó sus medallas y documentos que recibió por su servicio militar en un sobre, lo cerró y lo rotuló nunca más, refirió Ap.
Nació en Nueva York en 1922, hijo de inmigrantes judíos que vivieron en una colonia de clase trabajadora en Brooklyn. Se educó en la Universidad de Nueva York y en la Universidad de Columbia, donde recibió su doctorado en historia. En 1956 se le ofreció una plaza en Spelman College, una universidad para mujeres afroestadunidenses, en lo que era entonces la ciudad racialmente segregada de Atlanta.
Ahí participó en los inicios del movimiento de derechos civiles, alentado a sus estudiantes a participar en él. Una de ellas era Alice Walker, autora de El color púrpura, quien se hizo amiga de toda la vida de Zinn. Despedido de Spelman por insubordinación, Zinn fue contratado como profesor por la Universidad de Boston, donde continuó su activismo, tanto en el movimiento de derechos civiles como contra la guerra en Vietnam (uno de los primeros intelectuales estadunidenses en hacerlo).
Se jubiló en 1988 y pasó su último día apoyando una huelga de enfermeras, pero nunca dejó de trabajar, y gozar, en la desobediencia al poder, a la imposición, a la guerra y al imperialismo. En numerosas entrevistas con La Jornada, donde también contribuyó con decenas de artículos a lo largo de los últimos años, este ser digno, humano y modesto nunca perdió el optimismo sobre la capacidad del ser humano para rescatar a la humanidad con la rebelión ante la opresión de todo tipo.
Preguntado porqué en Estados Unidos había tan pocas señales de un movimiento masivo progresista en la era de George W. Bush, respondió que había más vitalidad y expresión progresista que en los años 60, pero estaba fragmentada y más aislada de sí misma, aunque presente en casi todas las esquinas.
Recordó que los intelectuales izquierdistas lamentaban lo mismo en los 50 del macartismo, pero que en esos mismo momentos jóvenes en varios pueblos del sur del país realizaban los primeros actos de desobediencia civil contra la segregación racial, la que estallaría poco después en el gran movimiento de derechos civiles. Eso, seguramente, está ocurriendo ahora. Eso es lo que uno aprende de la historia, esas sorpresas que solamente se perciben después.
En lo que tal vez fue su última aportación a un medio, Zinn escribió unos párrafos para The Nation sobre el primer año de Barack Obama. No me ha decepcionado terriblemente porque no esperaba mucho de él. Esperaba que fuera un presidente demócrata tradicional. En política exterior, eso es poco diferente a un republicano: nacionalista, expansionista, imperial y bélico. La gente está apantallada por la retórica de Obama, y creo que ya debería empezar a entender que será un presidente mediocre, lo cual significa, en estos tiempos, un mandatario peligroso, a menos que se presente un movimiento nacional para empujarlo en una dirección mejor, escribió Zinn.
Entre sus admiradores estadunidenses están Bruce Springsteen (el historiador influyó, se dice, en algunas de sus canciones) y fue amigo de Matt Damon, quien incluyó una famosa referencia a su texto de historia en el guión de la película Good Will Hunting, donde su personaje le recomienda el libro a su sicólogo (Robin Williams). Pero desde los jóvenes de las batallas por la justicia global en Seattle hasta los veteranos activistas, Zinn siempre fue referencia.
Recientemente había realizado un teatro de lecturas en voz alta con diversos actores y músicos reconocidos (Tim Robbins, Damon, Springsteen), y otros de discursos, canciones, versos, cartas y más sobre figuras históricas, algunas famosas otras no, que reflejan la historia desde debajo de este país. Un documental sobre lo anterior fue grabado y trasmitido por el History Channel el mes pasado, y el video estará pronto a la venta. Los textos forman parte de Voices of a People’s History of the United States, un volumen de los materiales primarios que utilizó para su famoso texto de historia.
Zinn murió de un infarto mientras estaba de viaje en California. Su esposa falleció en 2008, con la cual tuvo dos hijos. El historiador seguirá vivo a través de los desobedientes que siempre celebró.


La obra del recién fallecido intelectual de EU, para invitar al pueblo a hacer historia
Rescatar las incontables pequeñas acciones de gente desconocida, la labor de Howard Zinn
Activista por la paz y la justicia social, escribió al menos 20 libros e incontables artículos y ensayos

Imagen de archivo del historiador desobediente durante una entrevista con La Jornada Foto David Brooks

David Brooks
Corresponsal/II y última
Periódico La Jornada

Sábado 30 de enero de 2010, p. 17
Nueva York, 29 de enero. Howard Zinn, historiador desobediente, obrero, veterano de guerra, intelectual disidente y participante en las luchas sociales estadunidenses e internacionales por la paz y la justicia social, además de colaborador de La Jornada, escribió al menos 20 libros y también incontables artículos, panfletos, ensayos y hasta obras de teatro, en donde abordó la historia desde abajo sobre los temas contemporáneos, pasando por asuntos como los artistas en tiempos de guerra hasta el anarquismo.
El intelectual, quien falleció esta semana a los 87 años, creó esta vasta obra con el propósito de invitar a sus alumnos y lectores a hacer historia, de participar en los cambios tan urgentes y necesarios para liberar al ser humano.
“Yo le decía a mis estudiantes, al inicio de mis clases: no puedes ser neutral en un tren en movimiento. Eso es el mundo y ya se está moviendo en ciertas direcciones, muchas de ellas aterradoras. Los niños están hambrientos, la gente se está muriendo en las guerras. Ser neutral ante tal situación es colaborar con todo este drama. La palabra ‘colaborador’ tenía un sentido mortal en la era nazi. Debería todavía tener ese significado”, escribió Zinn.
Aunque algunas de las luchas sociales se registran en la historia estadunidense aceptada con solamente los grandes eventos y líderes, Zinn decía que su objetivo como historiador era rescatar las incontables pequeñas acciones de gente desconocida que llevan a esos grandes momentos. Cuando entendemos esto, podemos ver que hasta las más pequeñas acciones de protesta en que participamos podrían convertirse en las raíces invisibles del cambio social.
Selección de su vasta obra
“Parto de la suposición de que el mundo está patas arriba, que las cosas están completamente mal, que las personas erróneas están en la cárcel y las personas erróneas están fuera de la cárcel, que las personas erróneas están en el poder y que las personas erróneas esta fuera del poder, de que la riqueza está distribuida en este país y en el mundo de tal manera que no se requiere alguna pequeña reforma sino una drástica redistribución de la riqueza… Y nuestro tema está patas arriba: la desobediencia civil. Tan pronto uno dice que el tema es la desobediencia civil, están diciendo que nuestro problema es la desobediencia civil. Ése no es nuestro problema… Nuestro problema es la obediencia civil… Nuestro problema es que la gente es obediente en todo el mundo ante la pobreza, la hambruna y la estupidez, y la guerra y la crueldad. Nuestro problema es que la gente es obediente cuando las cárceles están llenas de rateros pequeños mientras que los grandes rateros están a cargo del país. Ése es nuestro problema. (Discurso en un foro en Baltimore en 1970, al cual fue en lugar de presentarse ante un juez para ser sentenciado por un acto de desobediencia civil contra la guerra, y fue arrestado al regresar a Boston a dar su clase en la universidad)
Tener esperanza en tiempos difíciles no es sólo tontamente romántico. Está basado sobre el hecho de que la historia humana es una historia no sólo de crueldad, sino también de compasión, sacrificio, valentía, bondad. Lo que optemos por enfatizar en esta compleja historia determinará nuestras vidas. Si vemos sólo lo peor, eso destruye nuestra capacidad para actuar. Si recordamos esos tiempos y lugares, y hay muchos, donde la gente se ha comportado de manera magnífica, eso nos da la energía para actuar, y por lo menos la posibilidad de enviar este trompo de mundo a que gire en otra dirección. Y si actuamos, por más pequeña que sea la acción, no tenemos que esperar un gran futuro utópico. El futuro es una sucesión infinita de presentes, y vivir ahora tal como pensamos que deberían de vivir los seres humanos, en desafío de todo lo malo que nos rodea, es en sí un triunfo maravilloso. (You Can’t Be Neutral on a Moving Train, autobiografía del historiador y dramaturgo estadunidense)
El cambio revolucionario no llega como un momento cataclísmico (¡cuidado con tales momentos!), sino como una sucesión interminable de sorpresas, caminando de manera zigzagueante hacia una sociedad mas decente. No tenemos que participar en grandes acciones heroicas para participar en el proceso del cambio. Acciones pequeñas, multiplicadas por millones de personas, pueden transformar el mundo. (Autobiografía)
“La verdad es que el establishment depende mucho de la amnesia histórica, del hecho de que en este país la gente generalmente no conoce esta historia. No sólo no conoce lo que ocurrió a finales del siglo XIX o principios del XX; desconoce la historia de los últimos 15 o 20 años. Eso facilita que el gobierno diga al pueblo cosas que son inmediatamente aceptadas… Creo que es cierto que en América Latina y Europa los pueblos son más conscientes de la historia que el estadunidense.” (Entrevista con La Jornada).
“La palabra ‘anarquía’ perturba a la mayoría de la gente en el mundo occidental; sugiere desorden, violencia, incertidumbre. Tenemos buenas razones para tenerle miedo a estas condiciones, porque hemos estado viviendo en ellas por largo rato, no en sociedades anarquistas (nunca han existido), pero precisamente en esas sociedades más temerosas de la anarquía, los poderosos estados-nación de los tiempos modernos. En ningún momento en la historia humana ha existido tal caos social… Son estas condiciones las que los anarquistas desean anular, para traer un tipo de orden al mundo por primera vez.” (El arte de revolución, 1971, introducción al libro de Herbert Read Anarchy and Order)
El anarquista ve el cambio revolucionario como algo inmediato, algo que tenemos que hacer ahora mismo, donde estamos, donde vivimos, donde trabajamos. Implica empezar desde ahora mismo a deshacerse de las relaciones autoritarias y crueles, entre hombres y mujeres, entre padre e hijos, entre un tipo de trabajador y otro tipo. Tal acción revolucionaria no puede ser aplastada como una insurgencia armada. Ocurre en la vida cotidiana, en las esquinitas donde las manos poderosas pero torpes del poder estatal no pueden fácilmente alcanzar. No está centralizada o aislada, y por lo tanto no puede ser destruida por los ricos, la policía, los militares. Ocurre en 100 mil lugares al mismo tiempo, en familias, en las calles, en los barrios, en los lugares de trabajo. Suprimida en un lugar, reaparece en otro hasta que está en todas partes. Tal revolución es un arte. Eso es, requiere la valentía no sólo de la resistencia, sino de la imaginación. (El arte de revolución)
Hay un poder que se puede crear de la indignación acumulada, de la valentía, y la inspiración de una causa común, y si suficientes personas ponen sus mentes y sus cuerpos con esa causa, pueden ganar. Es un fenómeno registrado una y otra vez en la historia de los movimientos populares contra la injusticia por todo el mundo. (Autobiografía)
Si la izquierda va a tener fuerza, no creo que se dé en el campo electoral, sino que surgirá en las calles, básicamente como siempre ha sucedido en Estados Unidos. La izquierda estadunidense nunca ha logrado hacer mucho en la arena electoral, solamente ha logrado algo cuando genera conmoción nacional que ejerce presión contra quien esté en el poder, demócrata o republicano. (Entrevista con La Jornada)
Pero no creer en la posibilidad del cambio dramático es olvidar que las cosas han cambiado, no lo suficiente por supuesto, pero lo suficiente para demostrar lo que es posible. Nos hemos sorprendido antes en la historia. Podemos ser sorprendidos de nuevo. De hecho, podemos hacer la sorpresa. (Autobiografía).