miércoles, 23 de diciembre de 2009

Historia, memorias en conflicto

ENTREVISTA CON DANIEL BRAUER, TITULAR DE FILOSOFIA DE LA HISTORIA E INVESTIGADOR DEL CONICET
Caminos históricos: la memoria y el olvido
¿La Historia, así con mayúscula, tiene un sentido? Y si lo tiene, ¿cuál es? ¿El que determinan factores tan elusivos como las memorias individuales y colectivas? ¿Qué es lo que nos dice la Filosofía de la Historia al respecto? Muchas preguntas, tal vez...

Por Leonardo Moledo
–Usted actualmente dirige un proyecto de investigación sobre la relación entre historia y memoria. ¿Por qué no me cuenta de qué se trata?
–Bueno, en los últimos años ha habido un auge del tema de la memoria no sólo en la filosofía de la historia propiamente dicha, sino en la sociedad en general: la novela histórica, los films que tienen que ver con la reconstrucción del pasado, son sólo algunos ejemplos. Para la teoría tradicional de la historia también ha sido un desafío, porque la memoria trae al conocimiento del pasado una cuestión que no estaba muy presente en la historiografía clásica, en el sentido de que ésta tenía que ver con un discurso más anónimo, más apegado a los documentos. La memoria, mientras tanto, es otro tipo de acceso, que permite una comprensión diferente del pasado y que se complementa con la historia. El auge como fenómeno cultural tiene indudablemente que ver con el Holocausto, con el concepto de trauma, con todas estas cuestiones que han cuestionado la idea del progreso...
–La memoria individual en realidad es muy falible... La memoria social, ¿no es algo también de corto plazo? ¿Qué puede recordar una sociedad?
–Es un fenómeno muy complejo, porque entre esa memoria individual y la memoria colectiva hay una interacción. Lo que hay son ceremonias sociales del recuerdo. La noción de memoria está muy unida al concepto de identidad: todos los pueblos construyen su identidad a partir de una selección de acontecimientos, de hechos significativos que adquieren un carácter emblemático y que definen lo que uno es.
–Pero la memoria es selectiva. Decide qué guardar.
–No sólo eso: incluso hay memorias en conflicto. El historiador, por eso, trata de dar una imagen de la totalidad, aunque su discurso también puede ser sesgado. La memoria, desde el momento en que es selectiva, es conflictiva, lo cual no significa que todo sea relativo o que los hechos no hayan existido. Para eso es necesario contrastar distintos testimonios.
–¿Hasta dónde llega la memoria colectiva? ¿Qué puede recordar un colectivo de sujetos sobre Yrigoyen, por ejemplo?
–Prácticamente nada, salvo la gente muy mayor. Pero la memoria colectiva no es sólo una memoria directa, sino también legada por una generación anterior.
–Y desde el punto de vista metodológico: ¿cómo trabaja con la memoria?
–Bueno, yo soy filósofo: mi trabajo es puramente teórico y consiste en el análisis de textos, de teorías, de hipótesis. El material empírico también es la obra del historiador, y las preguntas que nos hacemos, por ejemplo, tienen que ver con la significación de términos como “objetividad” o “verdad” en Historia.
–A ver, a ver..., ¿qué son la objetividad o la verdad en Historia?
–Son temas polémicos. Existe una corriente muy fuerte de epistemología de la historiografía que se basa en el análisis del discurso del historiador, o sea, de las narraciones (porque los historiadores cuentan cosas). Esas narraciones muchas veces están vinculadas con géneros literarios específicos. Llevado esto a una posición extrema, se llega a un relativismo absoluto que le quita toda cientificidad. Yo trato de defender un punto de vista que tiene en cuenta la pretensión científica de la historia, pensando que un relato puede ser objetivo sin dejar de ser controversial y revisable.
–¿Qué controversias hay sobre la dictadura acá?
–En general, son controversias que tienen que ver con las formas de legitimación del poder. Sin duda, la dictadura es un referente central del discurso político actual. Esa época sirve como el momento al que no se debe volver, lo cual está muy bien expresado en la fórmula “Nunca más”. Pero también es cierto que todavía estamos lejos de haber elaborado históricamente lo que pasó en aquella época: tenemos discursos muy unilaterales. Habría que hacer un trabajo de memoria, en palabras de Freud...
–Yo creo que se está construyendo una imagen de la dictadura que empieza el 24 de marzo y que vino a romper un mundo idílico. Y eso no fue así. Había una situación predictatorial, con un gobierno civil que administraba las muertes... ¿Usted cree, como yo, que se está haciendo un recorte falso?
–Yo creo que la memoria hay que revisitarla y revisarla. Uno debe oponerse siempre a las llamadas “historias oficiales”, que se ofrecen como modos de legitimación de determinadas políticas. El trabajo del historiador es paradójico, porque si bien se ocupa del pasado, puede condicionar fuertemente el presente. Lo que yo creo es que la época de la dictadura aún no está bien elaborada y no se puede observar con la debida distancia crítica. La Historia, a diferencia de otras disciplinas, tiene un papel importantísimo en el ámbito del discurso público, y la revisión de la historia contemporánea es, por lo tanto, fundamental. Esto sonará a verdad de perogrullo, pero el trabajo de comprender el pasado es vital para definir el futuro.
–¿Y esta preocupación por la memoria es global o es propia de Argentina?
–Es global, es un tema muy actual en todos los campos.
–¿Por qué es tan actual?
–Es una pregunta difícil de contestar. Por un lado hay una desilusión con respecto a la esfera pública y, por lo tanto, un intento de rescatar la dimensión humana, personal, sentimental de lo que vivieron los protagonistas de determinados hechos. Hay un horror frente a lo acontecido: como paradigma de reflexión en torno de los acontecimientos del pasado, el Holocausto es central. Pareciera que, aunque estamos desorientados respecto de nuestro futuro, sabemos que hay ciertas cosas que no queremos que vuelvan a suceder...
–¿Quiénes no queremos que sucedan de nuevo esas cosas?
–Creo que hay una opinión pública formada a través de lecturas, de contemplación de obras de arte, con los museos de la memoria... Creo que es un fenómeno cultural abarcador: digamos que hay una visión actual que es compartida en el mundo. Es “lo que se piensa ahora”. De cualquier modo, no puedo explicarle contundentemente cómo es que surgió este “boom memorialista”.
–¿No tiene que ver con todos los horrores del siglo XX?
–Pero fíjese que surgió mucho tiempo después del Holocausto. Hasta los años ’60 el tema del Holocausto casi no figuraba, no se le da la importancia que se le da ahora (que se ha convertido en el acontecimiento del siglo).
–Usted trabaja con otra línea, que tiene que ver con la globalización, ¿no?
–Sí. Después de la crisis de la idea del progreso, se consideraba que toda pregunta acerca del sentido de la Historia formaba parte de una mala metafísica de la historia. Más aún después de la caída del Muro de Berlín; el marxismo había sido el gran heredero de la Ilustración, y la caída del Muro produjo un enorme escepticismo. Ya eran visibles, por supuesto, las consecuencias negativas de los regímenes proclamados marxistas...
–No fueron simplemente consecuencias negativas: hubo una masacre pavorosa.
–Exactamente. Ahí tenemos una visión de lo que aconteció que durante mucho tiempo se trató de tapar...
–Con bastante eficacia...
–Sí. Con mucha eficacia. Yo recuerdo que una vez llevé un libro sobre los crímenes de la Unión Soviética a la facultad y un alumno se acercó y me dijo: “No conviene traer esto acá, porque es hacerle el juego a la derecha”. Pero esas son cosas que, de cualquier manera, pasaron, y uno no puede darle vuelta la cara.
–Me decía lo de la mala fama que se había ganado el sentido de la historia...
–Sí, claro. Por eso los filósofos de la Historia dejaron de dedicarse a eso y empezaron a dedicarse a la explicitación de la metodología del trabajo de escritura histórica. El giro memorialista y el fenómeno de la globalización están conduciendo a algo unitario: el mundo se parece cada vez más en todos lados. Eso tiene consecuencias positivas y negativas.
–¿Existe la Historia? ¿Hay un ente, una fuerza real, existente, llamada Historia?
–La palabra Historia (con mayúscula) es una creación de la época de la Ilustración, hoy muy cuestionada. Esa visión fue muy criticada y, con el tiempo, volvió a hablarse de “historias”. El tema de la globalización vuelve a hacer plausible esa manera ilustrada de ver las cosas en la cual todo está encadenado a un fenómeno general. Hay una enorme necesidad de teorías, de abandonar viejos esquemas interpretativos y considerar nuevas maneras de dar cuenta de la realidad. Creo que en general la gente no está contenta con el mundo en el que vive...
–Tal vez muy equivocadamente, por falta de memoria... Porque si se repasa lo que era el mundo hace un tiempo, incluso hace cincuenta años, es fácil ver que vivimos una situación mucho más pacífica que antes, entre otras cosas.
–Yo creo que hemos avanzado mucho más de lo que creemos pero mucho menos de lo que deseamos. Y esa paradoja es la que impulsa el pensamiento.
http://www.leonardomoledo.blogspot.com/
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Mujeres que se inventan

La Maga

Por Mario Goloboff *
De la larga nómina de mujeres míticas o literarias (quizás, con la experiencia humana transcurrida, hayan dejado de ser distintas) que pudieron impactar la sensibilidad de nuestras muchachas de las capas medias argentinas y latinoamericanas en los tiempos modernos, sólo una, vecina, contemporánea, lo hizo cabalmente. No fueron la Esther o la Débora bíblicas, ni la Circe o la Penélope homéricas, ni la Yocasta de Sófocles, ni la variada y concurrida Antígona, ni la Ofelia o la Julieta de Shakespeare, ni la rebelde Nora de Heinrik Ibsen ni, más cercanamente, las españolas y lorquianas Mariana Pineda, Bernarda Alba o la audaz novia de Bodas de sangre, ni la colombiana María; fue una uruguaya inventada por un argentino, que a la sazón andaba por París, Horacio Oliveira: la ahora célebre Maga.
Nacida por obra y arte de Rayuela (y claro está que de su inmenso creador, Julio Cortázar) como la mujer joven, la intuitiva, la ligera, la sensible, la antilogos, la poética, la que vagaba por las calles y a quien seguramente encontraríamos, sin buscarla, rondando alguno de los puentes de París (tal vez el más estético, el más artístico de todos, el Pont des Arts), en esa imbricación de ciudad luz con santamaría rioplatense que supo ser esta novela, el personaje fue convirtiéndose, por magia y gracia de la sola letra escrita, en un ideal de cierta feminidad con el que tantas mujeres se identificaron. Y a quien, por nuestra parte, los varones buscábamos o perseguíamos o soñábamos.
No por casualidad cortazariana, la Maga fue la quintaesencia de otras mujeres que recorren su obra, con rasgos de la Alina Reyes de “Lejana”, de la Delia de “Circe”, de la Laura de “Cartas de mamá”, de la Leticia de “Final del juego”, de la bella e imaginada “Silvia” de Ultimo round y, muy probablemente, el espejo femenino de “El perseguidor”, Johnny Carter-Charlie Parker, para quien el tiempo funcionaba de un modo tan personal que alguna vez declaró “esto lo estoy tocando mañana” y quien también decía que no pensaba nunca o, mejor dicho, que no pensaba como nosotros: “Estoy como parado en una esquina viendo pasar lo que pienso, pero no pienso lo que veo”.
Puramente literario (doblemente ficticio, habría que decir, ya que “Oliveira decide inventar a la Maga para dar celos a Talita”, como reza el Cuaderno de bitácora o Log-book que acompañó la redacción de Rayuela en muchos de sus fundamentales tramos) ¿qué había en el personaje de la Maga para que transformáramos, por el poder de la escritura y de la lectura, a un ser de papel en algo tan vívido y tan vivo? Acaso, por empezar, su apelativo, siempre bien elegido por Cortázar, poeta al fin, buen nombrador y buen titulador; ese nombre de resonancias mágicas, extra terrenas, ocultas, esotéricas. Y luego, sus modos, sus movimientos vagos y ligeros, casi etéreos, su estar en el mundo a contramano, a contraluz, que no fuera “en la cabeza donde tenía su centro”, que no necesitara “saber” como nosotros, que pudiera “vivir en el desorden sin que ninguna conciencia de orden la retenga”, que “adorara el amarillo”, que buscara obsesivamente un trapito rojo cuando suponía haberlo perdido, que su espacio y su tiempo fuesen otros, que no la guiara nunca la razón sino exclusivamente la intuición; que la torpeza y la confusión, pero también lo estético, la dominaran (“la araña Klee, el circo Miró, los espejos de ceniza Vieira da Silva”); en fin, que tuviese otra dimensión humana, que no creyera para nada en los nombres de las cosas sino que al tocarlas las conociera, con una aproximación prelingüística y casi primitiva a la naturaleza, al mundo, en el lenguaje de la tribu utópica; una mujer con quien amar no fuera sólo mirarse a los ojos sino mirar en la misma dirección...
Desde entonces, no dejaron de pasar cosas muy graves en este bendito suelo. Se mataron ideales a sangre y fuego, y también ellos se fueron desgastando. El tiempo, ese gigante, fue haciendo caer los días, las horas y los ídolos. Decepcionados del resbaladizo porvenir, volvimos al presente de las ilusiones más concretas y las concretas cosas. Y a encontrarnos, al cabo de las décadas, con la amarga premonición de Pablo Neruda en sus veinte poemas juveniles: “Nosotros, los de entonces, ya no somos los mismos”.
Tampoco puede olvidarse la propia evolución de la llamada cuestión de género en lo que va de los ’70 del siglo pasado a hoy. La imagen de mujer subestimada, desplazada y despreciada, así como también la imagen de exaltada, venerada, idealizada (en la que fueron diestros los literatos españoles y ni qué hablar los franceses desde Michelet a Breton y de Musset a Aragon) han sido sustituidas por lo que Gilles Lipovetsky llamó “La tercera mujer”, cuando sostiene que “a los antiguos poderes mágicos, misteriosos, maléficos atribuidos a las mujeres han sucedido el poder de inventarse a sí misma, el poder de proyectar y de construir un porvenir indeterminado de antemano. Tanto la primera como la segunda mujer estaban subordinadas al hombre; la tercera mujer es sujeto de ella misma. La segunda mujer era una creación ideal de los hombres; la tercera mujer es una autocreación femenina”. ¿Pudo ser la Maga, en la imaginería de Cortázar y en la nuestra, una suerte de transición entre aquella segunda mujer y esta tercera? ¿Pudo ser así leída?
Quizás, por ello, no todo esté apagado. Acaso todavía tengamos presente en alguna ocasión a la inconmensurable Maga; quizás sintamos un relampagueo, alguna vibración. Pero, tal vez, no más. Ahora, de nuestras conciencias parecen haberse adueñado otras costumbres, otros valores, otros símbolos.
También otras mujeres. Sin hacer nombres, como exigían en pasadas épocas en voz alta y con sonrisa cómplice mis tías maternas, pero mirando asustadamente la galería de robustas damas que acaudillan hoy los módicos ideales de buena parte de la clase media urbana, y por quienes muchas señoras y señores ponen los ojos en blanco y dan sus votos entusiastas a la inanidad conservadora, vemos, con no escaso pesimismo, cómo han retrocedido nuestros sueños, qué pobres son estos ideales, cuánta distancia separa ya a la fraterna Maga de algunas patricias y descarriadas Furias, de esa gruesa, platinada mediática, de esta enjoyada bisabuela con vestidito de organdí.
En fin, que como sentenciaba la inscripción de los romanos en los relojes de sol, referida claro está a las horas que marcan nuestro duro tránsito: Omnes ferunt, ultima necat. Todas hieren, la última mata.
* Escritor, docente universitario.
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lunes, 21 de diciembre de 2009

Un hongo que parece comestible

A LAS PUERTAS DEL BICENTENARIO DE FREDERIC CHOPIN
Mejor centrarse en su música
Salas y discográficas preparan toda clase de homenajes que harán resaltar la grandeza del pianista y compositor. Una grandeza exclusivamente musical: frío, vano, calculador, snob, despreciativo y antisemita, Chopin no dejó grandes recuerdos entre quienes lo conocieron.

Por Jessica Duchen *
Nunca es buena idea juzgar el arte por el carácter del artista, como se hace a menudo en estos días. Y hay pocos ejemplos mejores que Frédéric Chopin. El compositor será el héroe romántico de 2010, año de su bicentenario: las salas de concierto y las compañías discográficas preparan una andanada de eventos de celebración y discos. Pero los aniversarios pueden ser una bendición ambigua para los muertos: si se mira de cerca a cualquier individuo adorado, es muy probable que algo desagradable esté al acecho. No hay dudas de la grandeza del pianista y compositor polaco, pero esa grandeza llegó con un precio muy alto para quienes estuvieron cerca de él o intentaron estarlo.
Es más, Chopin lo sabía. “No es mi culpa si soy como un hongo que parece comestible, pero que si lo probás resulta venenoso”, escribió en 1839. “Sé que no he sido de mucha utilidad para nadie, y de hecho no soy de mucha utilidad para mí mismo.” Era, con seguridad, un genio; era también complicado, frío, vano, calculador, snob, despreciativo, antisemita e hipersensitivo hasta el imposible. Sufrió de tuberculosis la mayor parte de su vida; se ha culpado a la enfermedad que lo mató a los 40 años por su naturaleza pendenciera, pero eso era sólo parte de la historia. Las películas excesivamente románticas muestran a Chopin como una delicada figura que tosía sangre sobre las teclas o como un revolucionario romántico en Varsovia. La enfermedad y el exilio le hicieron ganar justificadas simpatías. Pero dejó Polonia para escapar de una revolución, no para apoyarla. No era un héroe romántico. En vez de eso, el poeta Adam Mickiewicz, cuyo trabajo Chopin admiraba y era, como él, un exiliado polaco, lo llamó “vampiro moral” por su adoración de la aristocracia y por su ambigua actitud hacia la tierra nativa que tanto extrañaba. Eso sin mencionar su relación con la novelista George Sand, con quien vivió nueve años.
La relación entre ellos tuvo muchas alzas y bajas, y mientras Chopin era demasiado frágil como para infligirle algún daño físico a su compañera, su predilección por el preciosismo y el malhumor la abrumaron, dándole forma a una forma de tortura psicológica similar a la de la gota que cae lentamente. Sand se encontró actuando más como una niñera que como una amante. Su exasperación y claustrofobia quedan claras en algunas de sus cartas, en las que refunfuña sobre los celos hipersensitivos de su pareja: “El amor de Chopin por mí es de un carácter exclusivo y celoso. Es un poco fantástico y enfermizo, como él... Me hiere tanto que, a los 40 años, me encuentro forzada a lidiar con el ridículo de tener un amante celoso a mi lado”.
Sand encontró un escape a sus frustraciones en su novela Lucrezia Floriani, que todos los amigos de la pareja interpretaron como un retrato de su relación. El neurótico y malhumorado príncipe Karol, cuya “enfermedad” es más espiritual que física, es un espejo de Chopin, Gradualmente va desgastando a la heroína, que hace una referencia a estar siendo “asesinada con pequeños pinchazos”, hasta colapsar y morir. La pareja finalmente se separó a causa del casamiento de la hija de Sand, Solange, que su madre desaprobaba y Chopin alentaba. La situación explotó de un modo profundamente irracional, con una Sand histérica acusando a Chopin de estar él mismo enamorado de Solange, de 17 años. Pero los amigos que seguían la situación detectaron que las frustraciones de casi una década estaban saliendo al fin a la luz.
Chopin dependía de Sand, cuyos libros vendían muy bien, tanto financiera como emocionalmente. El era una pianista reverenciado, pero odiaba dar conciertos. Cuando acordó dar un recital público en París en 1841, Sand le escribió a su amiga, la cantante Pauline Viardot: “No quiere ningún afiche, no quiere ningún programa, no quiere que haya demasiado público. No quiere que nadie hable de eso. Le teme a tantas cosas que tuve que sugerirle que debería tocar sin velas, o sin público, en un piano mudo”.
Como odiaba tocar, Chopin ganaba dinero mayormente con la enseñanza. Una joven pianista llamada Zofia Rozengardt viajó de Polonia a París expresamente para estudiar con él. Su recuerdo de ese “extraño, incomprensible hombre” no es muy agradable. “No hay manera de imaginar una persona más fría e indiferente a todo lo que lo rodea”, escribió. “Es cortés hasta el exceso, y hay una gran ironía en eso, mucho rencor oculto. Está dotado de ingenio y sentido común, pero a menudo tiene momentos desagradables, salvajes, en los que es malvado e iracundo, cuando rompe sillas y golpea con los pies. Puede ser tan petulante como un niño consentido, amedrentando a sus alumnos y mostrándose sumamente frío con sus amigos. Esos son días de sufrimiento, agotamiento físico y disputas con madame Sand.”
La música de Chopin se benefició con su extrema sensibilidad. Pero, en la vida diaria, esa misma sensibilidad lo convirtió en un hombre desesperadamente autoconsciente del tamaño de su nariz, que rara vez se quitaba los guantes –generalmente blancos o lilas– y que quizás estaba aun más dominado por los nervios que por la enfermedad. Su dandismo, sus exquisitos chalecos, las colgaduras de muselina y los sombreros a la última moda eran parte de una elaborada cáscara detrás de la cual podía esconderse... hasta cierto punto. Su alguna vez amigo y compañero Franz Liszt, pianista y compositor que admiraba a Chopin, se lo tomó con filosofía. “Chopin es todo tristeza”, escribió en una carta de 1834. “Los muebles le salieron algo más caros de lo que pensaba, con lo que ahora vendrá todo un mes de preocupación y nervios.”
En cuanto al antisemitismo, no era nada inusual en el siglo XIX, especialmente en Polonia. Pero sigue siendo una de las características más deprimentes de Chopin. Apostrofando a sus editores como “judíos”, hizo tortuosos juegos para enfrentarlos unos con otros. Tampoco es que le gustaran los alemanes: “Los judíos son judíos y los hunos son los hunos, y ésa es la verdad. ¿Qué puedo hacer? Estoy forzado a lidiar con ellos”, le escribió en 1839 a un amigo que lo estaba ayudando en las negociaciones. “Los Preludios ya fueron vendidos a (el editor) Pleyel, con lo que puede limpiarse el extremo opuesto de su estómago con ellos, si quiere. Pero como son tal banda de judíos, detén todo hasta que vuelva.” El espíritu egoísta y neurótico de Chopin probablemente fue de la mano de la imaginación que produjo su extraordinaria música. Sus trabajos se acercan a la perfección, algo que no puede decirse de su personalidad. Tan cerca del aniversario, habrá que amar su trabajo y descartar todo lo demás.
* De The Independent de Gran Bretaña. Especial para Página/12.
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Sobre el partir

Irse lejos
Por Rodrigo Fresán
Desde Barcelona
UNO Irse lejos para volver cambiado. Volver de lejos para cambiar las cosas. Irse y no volver para que todo cambie o siga igual. Salir por un ratito para viajar dentro de un cine y llego temprano y –antes de que se haga primero la oscuridad y enseguida la luz en la sala– leo las últimas páginas de Travelling Heroes, de Robin Lane Fox, historiador de Oxford que se las ha arreglado para firmar varios admirables best-sellers de ensayo histórico. Aquí, Fox postula la teoría de que los antiguos griegos siguieron las estelas y mareas de La Odisea y La Ilíada para moverse por mares y orillas. Buscaban la correspondencia de lo legendario en la realidad para hacer leyenda. Así, el mito como brújula y virus, y contagiando a culturas que vinieron después. La Historia siempre es la misma: viajando se conoce gente. Y, enseguida, uno se conoce a sí mismo.
DOS Y en Avatar –el promocionadísimo y supuestamente revolucionario retorno de James Cameron al cine de ficción– se nos presenta al marine paralítico Jake Sully. El hombre viaja al planeta Pandora, es psicoinjertado en el cuerpo/avatar de un gigante azul de aspecto felino, se le ordena relacionarse con los nativos llamados na’vi para prepararlos para el avance y conquista y explotación de sus santuarios mento-vegetales a cargo de empresarios ambiciosos y militares de mandíbula cuadrada y Jake conoce a la na’vi Neytiri y... Ya saben lo que pasa después; porque uno ya vio varias veces esta película bajo otros títulos como Lawrence de Arabia, Jeremiah Johnson, Un hombre llamado Caballo, La misión, Danza con lobos, Pocahontas... A saber: la saga de autoconocimiento –previa rendición de las materias del rito de paso– de un visitante que acaba poniéndose de parte de los locales. En lo que hace al género, Avatar es algo así como Sci-Fi for Dummies o Space Opera 101: el más rabioso retrofuturismo. Como si escrinautas llamados Ballard o Dick o Lem o Vonnegut jamás hubieran existido. Y todo bien: Cameron explicó que él quiso rendir homenaje a las novelas que leyó en su infancia, y nadie puede negarle un gusto a este hombre. Así, estética que recuerda mucho a las ilustraciones de Roger Dean para las portadas de Yes, portentosa música etno-ululante, simples consignas eco-místicas y una absoluta y total obviedad argumental que le permite al espectador ser, sí, anticipatorio en el sentido más pedestre del asunto: imposible no presentir telepáticamente lo que sucederá en la siguiente escena y cuál será el final que se ve venir desde el principio.
Técnicamente todo es bastante asombroso (aunque, en mi caso, a los pocos minutos la 3-D me produjo un ligero pero persistente dolor de cabeza); pero la novedad sucumbe ante diálogos risibles y –como en Titanic– una idea de los sentimientos y el sexo digno de un niño de unos ocho o nueve años más bien lento. Como George Lucas, Cameron es un tecnócrata a quien habría que explicarle que no hay efecto especial más impresionante que un buen guión (lo que no quita que Avatar sea algo así como el más húmedo de los sueños para quienes se excitan más con la digitalización que con los dígitos) y, de paso, comentarle que hacer que todo transcurra en el año 2150 (esas naves, esos planetas habitados y habitables) es, me parece, más bien optimista de su parte. Y si no, que se dé una vueltita por la NASA y seguro que le explican un par de cosas en lo que hace a presupuestos, resultados obtenidos hasta ahora, etcétera. Y en medio de tanto sonido y furia y lengua extraña y animales raros y flora más rara aún, un momento involuntariamente conmovedor en este film que no es malo, pero que podría haber sido tanto mejor: Sully, irritado, empuña un libro –un libro unplugged– para explicarle algo a alguien que no quiere entender nada.
TRES A años luz de distancia –pero a pocos metros, en el cine de al lado– pasan y paso a ver Donde viven los monstruos, de Spike Jonze. Y donde Cameron aspira a lo mítico y se queda en lo apenas mitomaníaco, Jonze –apoyándose en las más o menos doscientas palabras del clásico infantil de Maurice Sendak publicado en 1963– eleva lo suyo a lo trascendente y eterno. Jonze y el escritor Dave Eggers –coguionista y ampliador de este material primigenio también en su recién publicada novela Los monstruos– muestran la infancia como ese territorio salvaje del que siempre queremos huir cuando somos niños y al que sólo queremos regresar cuando somos adultos. No se puede, se sabe. Ni en una u otra dirección. Y de eso trata Donde viven los monstruos: de sentirse un pequeño monstruo entre los grandes humanos y fugarse para acabar descubriéndose como un pequeño humano entre los grandes monstruos. Hijo de humildes inmigrantes judíos, Sendak siempre dijo que “todos mis libros tratan sobre la voluntad de escapar y sobrevivir. El miedo es muy importante en mis libros”. Si –como dijo Emily Dickinson– “la esperanza es esa cosa con plumas”, entonces no cabe ninguna duda de que la infancia es esa otra cosa con garras y colmillos. Y a eso se ha dedicado y ha dedicado toda su vida Sendak. Y desconozco el grado de sofisticación high-tech empleada para su realización; pero lo cierto es que –luego de la sobredosis computarizada de Avatar– agradecí la cálida bestialidad de esos peluches gigantes, aunque la voz de James Gandolfini para Carol, en más de un tramo, nos haga sospechar que ahí dentro está Tony Soprano de camino a una orgía de Halloween en el Bada Bing! El muy joven Max Records está perfecto en el rol de Max: pocas veces el celuloide capturó mejor la ira y la tristeza y la alegría y el miedo de quien una noche decide dejar la esclavitud de la vida en el suburbio para atreverse a ser rey en una isla muy lejana que queda a la vuelta de la esquina.
CUATRO Y se aproxima Fin de Año y todo se mueve. Afuera y adentro. Son esas fechas en que la gente mira atrás para seguir adelante y las reuniones globales para evitar el auto-apocalipsis acaban en acuerdos de mínimos mientras incubamos el efecto especial de nuestra extinción. Paz en el mundo y se honra, se supone, el nacimiento de alguien que llegó de muy lejos –un avatar de un poder superior que se instaló un tiempo donde viven los monstruos y pagó el precio de ser rey por un ratito– y acabó siendo sacrificado y lanzado de regreso hacia el infinito y más allá. Muchos creen en él y aguardan su retorno. Yo, por mi parte, ya no sé muy bien en qué creer; por lo que pido, apenas, un minuto de silencio por George Bailey, aquel viajero que jamás pudo salir de Bedford Falls y que, seguro, tuvo que conformarse con viajar viendo películas que transcurrían en otros planetas.
Qué bello es partir.
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viernes, 4 de diciembre de 2009

Un largo adiós

EL CANTAUTOR ES VELADO DE FORMA MASIVA
Chile despide a Víctor Jara
En un mítico galpón bautizado con el nombre del poeta cantor estaba la gente en fila. Unos dejaban una flor, un poema, una foto. Otros tarareaban el estribillo de “El derecho de vivir en paz”. El velorio dura hasta mañana.
Por Christian Palma
Desde Santiago
No se ven ataques de histeria ni chicas arrancándose el pelo o chillando hasta quedar afónicas. Todo lo contrario. Es que a quien van a despedir no es a un rockstar y menos a una figura de la televisión. Se trata de Víctor Jara, el poeta cantor chileno, que dedicó su obra a los trabajadores, al pobre... al pueblo y que desde ayer está siendo velado por primera vez de forma masiva tras su asesinato a manos de los militares, en septiembre de 1973.
Por lo mismo, en el mítico galpón bautizado con el nombre del cantautor y que sirve de marco para la ceremonia fúnebre, no hay espacio para el llanto, la pena o las caras tristes. Desde ayer y hasta mañana, el lugar –ubicado en la céntrica Plaza Brasil de Santiago– será el escenario de una gran fiesta popular. Y como le gustaba a Jara, con cantores callejeros, vendedores ambulantes, poetas populares y cuanto hay de personajes en los cuales se inspiró a la hora de componer sus canciones reconocidas en el mundo entero. Así, el funeral del cantautor dejó en claro que su legado permanece incólume.
Sí porque los más de 30 grados de ayer a la sombra registrados en esta capital no fueron obstáculo para que cientos de personas llegaran a rendir este último adiós. El féretro de color café –envuelto en un poncho negro con detalles color sangre, camisas amaranto y claveles rojos– se ve imponente en medio de la sala. De fondo, su música y un mural dibujado en la pared hecho por artistas de la combativa Brigada Ramona Parra.
Ahí está la gente en fila. Con calma, de a poco, se acerca, da la vuelta por el ataúd. Unos dejan una flor, un poema, una foto. Otros tararean el estribillo de “El derecho de vivir en paz”. Algunos se reconocen. Vuelve el apretón de manos al amigo olvidado en el tiempo y que renace hoy en medio del coro de “Te recuero Amanda”. Van de la mano con sus hijos, sus nietos, los más con canas, los menos con remeras con la cara del artista. Ahora, cantan sin miedos: “Aprieto firme mi mano y hundo el arado en la tierra, hace años que llevo en ella, ¿cómo no estar agotao?”.
Y así se irá repitiendo el cuadro hasta el sábado, cuando su cuerpo regrese en una caravana multicolor al Cementerio General.
La fiesta es sencilla. Con vino tinto y empanadas. De hecho, una de sus hijas, Manuela, dispuso que no se cambiara el ataúd en el que Jara fue sepultado en la clandestinidad por Joan Turner, su esposa, que ayer encabezó la primera guardia de honor ante el féretro.
Y la gente sigue llegando. No paran. Tras el último saludo, muchos cruzan a la Plaza Brasil. Hay música, un escenario para bandas nuevas y otras clásicas. Todos le cantan al maestro. Corren las cervezas, el vino en caja. El olor a porro es generoso. Los pacos miran, no se meten, no censuran, no reprimen. Ya han pasado veinte años desde que se acabó la dictadura de Pinochet. Ahora se contagian de alegría. Ríen. Hasta se vuelven cómplices de la fiesta. ¿Quién lo diría?
Por ahí se ve también a uno de los hermanos Parra, actores, pintores, cineastas, anónimos dejando su firma en el libro de condolencias. Hasta la ministra de Cultura de Michelle Bachelet, Paulina Urrutia, se pone en la guardia de honor. Hay llantos, pero de emoción.
Sube Juana Fe al escenario. Mientras en el galpón aparece gente de Inti Illimani, Santiago del Nuevo Extremo, el Sindicato de Cantautores Urbanos de Santiago, Tierra de Hoja y el Colectivo Agosto Negro, entre otros. Todos artistas que se enfrentaron con poesía a la dictadura.
El sol sigue picando y los rostros van cambiando, mas no la atmósfera, plagada de olores o tonalidades alegres. La gente no quiere irse a casa. Que siga la fiesta: “Grande Víctor Jara”.

Una casa pequeña en la pradera




Arte y libertad

CULTURA › SEGUNDA MUESTRA DE LA ASOCIACION CIVIL YO NO FUI
La liberación a través del arte
Artistas de la cárcel de Ezeiza presentarán hoy en el Centro Cultural Rojas las fotografías y los poemas que realizaron durante el año. La propuesta continúa mañana e incluye recitales, proyecciones y una feria de productos artesanales.

Son mujeres que encuentran una liberación a través del arte. Pero –y he aquí la explicación por la cual el término “liberación” debe entenderse en su sentido más estricto– tienen una particularidad: están presas. Hoy, a partir de las 18, las artistas de la cárcel de Ezeiza presentarán en el Centro Cultural Rojas (Corrientes 2038) las fotografías y poemas que realizaron en el año. La propuesta continúa mañana e incluye recitales, proyecciones y una feria de productos artesanales.
Se trata de la segunda muestra de Yo no fui, una asociación civil que busca acompañar a las mujeres dentro y fuera de la cárcel, con talleres de serigrafía, poesía y fotografía, entre otros. El proyecto comenzó hace cinco años con el taller de poesía a cargo de María Medrano, en la Unidad Penitenciaria 31. Pero la liberación de algunas internas amplió su alcance, con la aparición de necesidades más concretas. “Salen y no hay trabajo”, recalca la escritora a Página/12. Por eso, además de la exhibición de un inmenso mural con 31 fotos y la presentación de un fanzine con producciones literarias de las internas, la exposición ofrecerá al público cuadernos artesanales, ropa, tejidos y telares elaborados por ellas y por mujeres que ya recuperaron la libertad. Y entre los músicos invitados se encuentran Tomi Lebrero y Valeria Cini.
Con apoyo del Ministerio de Desarrollo Social, el Centro Cultural de España y el Fondo Nacional de las Artes –entre otras instituciones culturales–, funcionan en el penal de Ezeiza nueve talleres de arte y de capacitación en oficios, dirigidos cada uno a entre diez y quince personas. Afuera, el proyecto tiene sede propia: un cubículo colorinche en el barrio de Palermo, que aguarda a las mujeres que salen. Medrano explica que “la intención es acompañarlas en todo el proceso de recuperación de su libertad”.
El adentro
“Cuando se acercaban al taller de poesía, muchas mujeres me decían que venían para no olvidarse de las palabras”, recuerda Medrano. Según ella, “el sistema penitenciario se apoya en la destrucción de la individualidad de las personas”. De manera que el arte funciona como contragolpe. Un “pedacito de libertad”. Semanalmente, Medrano propone a las internas lectura y creación. Los primeros trabajos fueron compilados en una antología que lleva el nombre de la asociación, en 2005, con una segunda edición ampliada dos años más tarde, y ahora preparan un tercer libro.
La musa de Liliana Cabrera es la tristeza, cuenta. Fascinada con su participación en el taller del penal, se ofrece para entonar algunos de sus versos que, llamativamente, poco tienen que ver con el encierro. “Pasé por diferentes etapas, antes relacionaba todo con lo que vivía acá. Ahora puedo explorar por otros lados”, analiza. “María me regaló la posibilidad de expresar lo que siento esté donde esté, si tengo un lápiz y un papel. Afuera me interesaban otras cosas. Todo sucede por algo. Encontrar esto fue un oasis.”
La “fuga” también es posible con el taller de fotografía. Este año, las internas descubrieron la técnica estenopeica, con cámaras artesanales diseñadas por ellas. Como en la cárcel no hay espejos, participar de esta propuesta es la posibilidad de verse a sí mismas. “Generalmente vamos al patio. Se sacan fotos ellas o a sus hijos y se las mandan a sus familias”, cuenta Guadalupe Faraj, coordinadora de la actividad con Alejandra Marín. “Hacen cosas increíbles, de una carga alucinante”, recalca.
El afuera
Cuando, en los inicios del proyecto, las integrantes de los talleres comenzaban a salir, se encontraban con una realidad compartida. La falta de trabajo, los prejuicios del pensamiento colectivo y una necesidad de contención. “No hay apoyo del Estado. Costó mucho conseguir el primer subsidio”, agrega Medrano. Por todos estos motivos, siguieron juntándose. Y además, porque “pensaban en sus compañeras presas”, recuerda. Con un pie adentro y otro afuera del penal, Yo no fui busca conectar ambos mundos.
En esta intersección hay personajes cruciales, como Ramona Leiva, que conoció la serigrafía en prisión a través de taller La Estampa y que hoy es coordinadora en la Unidad 3. “Es muy fuerte entrar, cruzar el pasillo y no estar vigilada”, expresa. Lo que logró es reconstruir su presente, pero sin negar su pasado. “Uno es una bola de amor. Yo lo tuve contenido durante cuatro años. Ahora lo pude sacar y lo vuelvo a entrar. Pensar que yo no sabía nada de arte. Todo lo conocí ahí”, recuerda.
Para Medrano, el trabajo de Leiva es uno de los emblemas de Yo no fui, porque logra romper ciertos esquemas: “Se supone que una persona que estuvo presa no está habilitada para enseñar y transmitir cosas positivas. De golpe, que una ex detenida entre a una unidad a dar clases provoca un movimiento en la gente del Servicio Penitenciario. Quedan descolocados”.
Para quienes están adentro, el encierro es menos duro porque saben que afuera hay gente esperando. “Nos sentimos contenidas porque las chicas también están cuando salimos”, se alegra Cabrera. “Sé que cuando me otorguen las salidas transitorias voy a ir al taller. Yo acá trabajo de costurera. Pero mi idea es dedicarme a la serigrafía”, anhela Lilia, también de la Unidad 31.
Compuesta en su mayoría por detenidas, la ONG está igualmente abierta a quienes quieran incorporarse. De adentro y de afuera, claro. Carlos Ponce, por ejemplo, de la Unidad 19, aprovecha sus salidas para confeccionar cuadernos. “Me brindaron mucha confianza. Quizás no haga esto nunca más, pero le doy un valor enorme”, sostiene.
La realidad es que “Yo no fui no es una empresa que da trabajo”, aclara Medrano. No alcanza a suplir algunas ausencias porque “no hay fondos suficientes”. Entonces la idea es “dar una capacitación, ayudar a la gente para que después pueda volar”. De todas maneras, el verdadero objetivo es más profundo: “Que la gente pueda mirarse desde distintos lugares, experimentar percepciones diferentes de sí misma”. Y para Medrano, ése es el efecto de un “movilizador” que todo lo puede: el arte.
Informe: María Daniela Yaccar.
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Eros y Thánatos, esclavismo

La degradación de la sexualidad y el erotismo
José Cueli
Siguen corriendo tiempos aciagos. ¿Cuándo no? La historia de la humanidad nos demuestra que somos seres condenados a la repetición y al olvido. En estos momentos tienen protagonismo la crisis económica mundial, con sus dramáticas secuelas de pobreza y desempleo; el cambio climático y la pérdida de biodiversidad, la crisis alimentaria y energética, el temor a pandemias como la de la influenza A/H1N1, el terrorismo y las guerras actuales y las por venir, y, siempre, la justicia que nunca llega.
Vivimos tan inmersos en nuestros problemas cotidianos y tan anestesiados por la televisión comercial, la cual sólo sirve al poder y al dinero, que no vemos críticamente otros asuntos de suma gravedad como los que a continuación quiero destacar.
En meses pasados se publicaron en el diario español El País dos interesantes artículos de Mario Vargas Llosa: “Desafueros de la libido” (18/10/09) y La desaparición del erotismo (1/11/09) que llamaron mi atención no sólo por lo importante de su denuncia, sino porque comparto su preocupación por estos temas.
En el primero hace alusión a los casos del cineasta Roman Polanski; el ministro de Cultura francés, Frédéric Mitterrand, y el primer ministro italiano, Silvio Berlusconi. Casos que en su opinión nos muestran el eclipse de toda moral.
Polanski se fuga en pleno proceso por violación de una menor de 13 años. Como destaca Vargas Llosa hubiese sido otra cosa si el delito lo hubiera cometido un hombre sin privilegios. ¿Fama, talento y poder son justificaciones para delinquir? Entre sus defensores se erige la voz del ministro de Cultura francés, Frédéric Mitterrand.
Poco después de su protesta se destapa el asunto de un libro autobiográfico publicado por él en 2005 (La mala vida), donde confiesa sus encuentros en Tailandia con chicos jóvenes en los prostíbulos. De su experiencia en los centros de explotación sexual en Asia comenta: Todo ese ritual de feria de efebos, de mercado de esclavos, me excita enormemente.
Después agrega que había cometido un error, no un delito. El tercero de los personajes, Silvio Berlusconi, quien protagoniza los encuentros sexuales colectivos con velinas en su palaciega mansión (ahora en venta por la escandalosa suma de 450 millones de euros) y en la residencia oficial del gobierno.
Estas personas han logrado ubicarse en lo más alto del escalafón social apuntalados con firmeza por el poder y el dinero, y apoyados por un séquito incondicional de dudosas conciencias que los defiende a ultranza, los coloca en gabinetes presidenciales o son encumbrados por votaciones mayoritarias.
Más allá de la conjunción de consideraciones políticas, sociales, morales y éticas habría que detenerse a reflexionar con profundidad que lo que salta a la vista es una desmezcla pulsional. La batalla incesante entre las pulsiones de vida y de muerte descritas por Freud. Lo pulsional que se manifiesta descarnado, fuera de sus goznes, con matices perversos. Perversión no en un sentido peyorativo y prejuiciado del término, sino en el sentido empleado por Freud como descripción de una estructura síquica en la que las metas de la sexualidad se ven desviadas, donde la búsqueda de placer no se obtiene por los cauces habituales sino el goce mediante el hecho de infligir dolor al otro. Donde falla o se trastoca el encuentro amoroso con el objeto de amor, donde no cabe la culpa y la depresión por el dolor causado al otro, donde no cabe la capacidad de repararlo, donde la ternura y la gratitud son impensables, donde el erotismo se convierte en algo grotesco.
Estructura síquica donde la vinculación con el otro no se logra, se sustituye por el deseo irreprimible de apoderamiento y violencia. Allí donde el objeto amoroso, lejos de serlo, objeto cosificado, deseado pero desdeñado, usado para goce narcisista, objeto que puede ser utilizado, violado, maltratado, desechado, suplido, reciclado y hasta aniquilado.
Allí donde vence Tánatos mientras Eros sucumbe y la pasión amorosa se vuelve alienación.

domingo, 25 de octubre de 2009

Una biografía y un piropo

Domingo 25 de octubre de 2009, p. 2
La literatura latinoamericana todavía es una de las tres más interesantes del planeta y, aunque las tres décadas recientes no han sido su mejor época, sí habrá otro García Márquez u otro Roberto Bolaño, asegura el catedrático británico Gerald Martin, autor de la biografía Gabriel García Márquez, una vida, que se presenta este lunes a las 19 horas en el Palacio de Bellas Artes.
Martin se especializa en literatura latinoamericana y, entre otros, es autor de Journeys trhough the labyrinth: latin american fiction in the twentieth century (Viajes a través del laberinto: ficción latinoamericana en el siglo XX).
Desde hace unos meses se encuentra inmerso en una intensa gira para presentar la biografía del Nobel colombiano, que es resultado de 17 años de trabajo, publicada en México por el sello Debate y que ya fue traducida al castellano, italiano, francés, holandés y croata. Fue en estas páginas donde se publicó la primera entrevista que el biógrafo concedió a un medio mexicano (La Jornada 23/09/09). En una nueva charla habla de la literatura latinoamericana y de ese libro que lo ha convertido en el centro de atención:
“Es el primer libro de éxito comercial que he escrito. Soy académico, esto no me pasa. Ahora soy la prolongación de Gabo. Se piensa que de alguna manera soy su vocero, que puedo hablar por él cuando no tengo la menor idea de lo que está haciendo ni de lo que está pensando. Puedo adivinar mejor que otros, obviamente porque lo conozco mucho. Me están pasando cosas, soy una persona bastante normal pero no sabía que el efecto García Márquez me iba a afectar así. Es estúpido, es obvio, pero no sabía”.
Habrá otro García Márquez
–¿Qué ocurre en este momento en la literatura latinoamericana?
–Sigue siendo una de las tres más interesantes del planeta y eso va a seguir mucho tiempo, porque este continente es una máquina de producir cultura, novelas y de todo. Los recientes 30 años no han sido su mejor época, aunque otros estarán en desacuerdo, y la gran demostración de eso es Bolaño. De repente todo el mundo dice ‘ya no estamos en la época de las grandes novelas, eso ya no puede aparecer, se ha perdido la novela sobre América Latina, bla bla bla’. Pero llega Bolaño y demuestra que eso es totalmente falso.
Siempre puede haber un García Márquez. Ahora el próximo no será un mágico realista, pero García Márquez tampoco lo es: escribió una novela mágico realista en toda su carrera y eso es un mito que me irrita horriblemente. Creo que habrá otro García Márquez u otro Bolaño. ¿Cuándo? No lo sé, pero la idea de que no pueda pasar me parece ridícula, la idea de que la novela va a terminar es absurda.
Dentro de la literatura de América Latina, añade, se pueden encontrar algunas corrientes, las más importantes es que los escritores locales siguen hablando de esta parte del continente; otra es la autografía, es decir, gente escribiendo sobre sí misma. Esa autografía se relaciona con el gran tema del cuerpo y no con el del cerebro.
Una tercera corriente es la normalización, en la que los latinoamericanos ya no hablan exclusivamente de la revolución o los indígenas, sino que también hay novela negra, thrillers o pornográficas que recién están llegando a América Latina, lo cual me parece algo muy natural y normal.
–Se habla mucho de la homogeneización de la cultura y la literatura. ¿Está ocurriendo?
–Sí y no, esa es la complicación. Fui de los primeros en decir que lo que está pasando es la latinoamericanización del mundo: aquí, desde hace 200 años se habla de identidad, y ahora es algo de lo que se habla en el resto del planeta. Eso es fascinante y no lo que piensan algunos que lo que hay que hacer es escribir novelas aburridas sobre ellos masturbándose en sus habitaciones, viendo MTV y todas esas cosas; eso me parece realmente lamentable, es para reírse o es para llorar.
–¿Y la literatura mexicana?
–Diría lo mismo que del resto del continente: sigue siendo muy interesante pero, para mí, por ahora no es apasionante. En América Latina la literatura debe tener una dimensión política, aun si no es explícita; pero la literatura mexicana actual no es tan política como en el pasado, lo cual es irónico si pensamos que ahora están en la democracia. Es una literatura bastante apolítica.
–Dentro de todo este contexto latinoamericano y mexicano, ¿qué significa esta biografía para la literatura del continente?
–No soy yo quien debe decirlo, pero diría que lo que vemos en el mundo actualmente es un gran olvido del pasado. Es una parte de lo que está pasando en el llamado posmodernismo. Creo que hay fuerzas suprimiendo el conocimiento, los medios masivos en general están haciendo eso: ahora en lugar de educar a la gente la deseducan.
“Este libro es ver la historia de un joven latinoamericano que nació en circunstancias complicadas y difíciles, que vivió muchas épocas de penuria, que tuvo que escoger caminos alternativos, que se dedicó de una manera, para mí casi inconcebible, primero a su literatura y después a su política. He tratado de escribir de una manera no tan indirecta la historia de América Latina y del mundo en los recientes 60 años. Trato de mostrar un joven –García Márquez, nada menos– viviendo su época.
“No hay nada más apasionante que un joven que vive su época. La mayoría de los jóvenes en la actualidad son víctimas de su época, no saben dónde están ni qué hacer en el mundo. Gabo sabía dónde estaba, tenía una motivación y obviamente tenía el genio. Mucho de lo que consiguió fue gracias a su esfuerzo, a atreverse. En vez de hablar del sueño americano y esas cosas, aquí ves el sueño latinoamericano”.

Algo sobre la dictadura en Honduras






La hondureña Indyra Mendoza, de Feministas en Resistencia, viajó a la Argentina y expuso la situación de un país jaqueado por la nueva dictadura latinoamericana en el Encuentro de Mujeres de Tucumán. Ella contó que la resistencia al golpe de Estado está protagonizada por mujeres que, además, sufren en la calle y dentro de sus hogares las consecuencias del golpe de Estado, con el aumento de la violencia de género y los femicidios.

Por Luciana Peker
“Ni golpes de Estado ni golpes a las mujeres”, es el lema de Feministas en Resistencia, de Honduras, que pudieron conjugar en una frase una lucha que se volvió muchas y que las llevó a la calle a defender no sólo los problemas de género –como la violencia hacia las mujeres– sino la democracia. Indyra Mendoza es una de las activistas de esa agrupación que lleva en el pecho, encarnada en remera, la resistencia. Y la risa, multiplicada en hormigas de curiosidades, preguntas y denuncias que la revolotean no por extrañar una patria cercada por un golpe de Estado, sino por sentirse en falta cuando falta de la lucha por el regreso de la democracia en su patria.
Ella vino invitada por la agrupación Feministas Inconvenientes a la Argentina y también participó del Encuentro de Mujeres en Tucumán donde relató la situación por la que está pasando su país –en el que fue derrocado el presidente democrático Manuel Zelaya y las negociaciones por el final de un régimen de facto se encuentran estancadas, según admitió la OEA– y para advertir que Honduras puede servir de caso testigo para voltear a otras democracias endebles o incómodas de la región. Pero la geopolítica también impacta adentro. Adentro del cuerpo y las casas, ya que el autoritarismo impuesto por la dictadura empeoró gravemente la situación de las mujeres.
“A partir del golpe se dispararon totalmente los femicidios. Hubo 51 asesinatos de mujeres en el último mes porque ahora la violencia doméstica está más descontrolada, a partir de la falta de justicia y de seguridad pública y los varones violentos están más violentos encerrados en sus hogares y con las mujeres sin poder salir a la calle. Además, las fuerzas de seguridad reprimen a todos y todas las que marchamos pero hay violencia sexual específica contra las mujeres. Ya hubo dos violaciones por parte de la policía y, además, a las mujeres nos pegan en las nalgas, la vagina y en los pechos con el cachiporro, que ya pasó de ser de plástico a estar cubierto en metal y duele cada vez más. Pero eso no es todo: también aumentaron las violaciones a los niños”, le cuenta Indyra a Las12, mientras para de marchar y hablar –en Tucumán– para almorzar una salsa ligeramente picantita que le recuerda a su país, al que extrañar, anhela. Desea. Y por eso, quiere volver, volver para luchar por el regreso de la democracia.
Indyra tiene una brujita colgada de su pecho como símbolo de las primeras feministas demonizadas por la historia y sabias naturales quemadas en la hoguera de la Inquisición. Indyra lleva una remera negra que no la deja desnudarse de su compromiso con la resistencia. Y una sonrisa que tamiza la dureza de su relato con la garra y la pasión de poner el cuerpo para que Honduras no se vuelva un mal ejemplo –no sólo político sino también del avasallamiento político hacia las 1001 Indyras latinoamericanas–. “La dictadura está usando el cuerpo de las mujeres”, dice ella. Dice y denuncia. Dice y es dura. Dice y se expone a las cachiporras que la amenazan. Dice y alza la voz. Dice y la filma. Dice una de las promotoras que posibilitó que, desde Honduras, se puedan escuchar otras voces. Ella es documentalista y autora de los videos que han mostrado la violencia política y sexual en Honduras a través de YouTube. En realidad, Indyra es quien se muestra y quien guarda, una mujer que engloba todas las luchas en una o las muchas luchas de las mujeres hondureñas de hoy. Tiene 41 años, es economista de profesión pero ahora –aunque el ahora en Honduras se ha convertido en un tiempo sin tiempo ni reglas– es investigadora en derechos humanos de las mujeres y en el ojo avizor de la represión y la resistencia y también integra la comunidad de Lesbianas, Gays, Travestis, Transexuales, Bisexuales e Intersex (Lgttbi).
Indyra es una de las pocas que pudo salir para contar algo más que las noticias. Que ve y que repite. Para que Honduras no sólo regrese a la democracia y que el presidente electo Manuel Zelaya (desde hace más de un mes refugiado en la Embajada de Brasil) pueda volver a estar al frente del Poder Ejecutivo, sino que también frene el efecto dominó de cambiar votos por botas. Otra vez. Y, otra vez, silenciando, golpeando, violando, apresando y matando a mujeres. Por eso, ella y las feministas en resistencia, resisten. Resisten no encerrándose. Ni en sus casas. Ni en las palabras. Resisten mientras la información dice que las negociaciones con el dictador Roberto Micheletti están estancadas y Zelaya advierte: “Se puede morir en cualquier momento”. Por eso, la voz de Indyra, su voz y sus imágenes son un eco que destraba el miedo impuesto desde el golpe de Estado del 28 de junio y que muestra la necesidad de una solidaridad activa con Honduras desde un país que ya dijo “Nunca más” y que ahora ve cómo hay más golpes, algunos también, sobre el cuerpo de Indyra que vino a la Argentina a pelear, que es como decir, por sus mujeres, las 1001 Indyras.

¿Cómo sentiste la solidaridad argentina hacia Honduras y por qué decidiste venir al Encuentro de Mujeres de Tucumán?
–Las feministas de Argentina han estado, desde el primer día del golpe, en solidaridad con nosotras. Ha sido el movimiento feminista que más fuerte se ha pronunciado contra la dictadura junto con Costa Rica y Guatemala. Pero cuando nos invitaron al Encuentro en Tucumán para hablar sobre el golpe de Estado y la realidad de las mujeres en Honduras sentí que era una oportunidad de hablar sobre lo que está pasando.
¿Cuál es la actual situación en Honduras?
–Tenemos más de 100 días de resistencia, desde el 28 de junio. Ahorita Manuel Zelaya está de vuelta en el país, pero prisionero en la Embajada de Brasil y el gobierno de facto sigue mandando. Ahora estamos en la etapa de negociación, pero que no es negociación. Porque el primer punto es la vuelta a la constitucionalidad y eso significa que el presidente vuelva a ser presidente. Pero cómo eso no se va a lograr no se puede seguir negociando. ¿Qué piden desde la resistencia al golpe de Estado como contracara de los eufemismos del dictador Roberto Micheletti para decir que su golpe de Estado no es un golpe de Estado?
–El Frente Nacional contra el golpe de Estado pide que se retorne a la constitucionalidad (que vuelva el presidente Zelaya), que se forme una constituyente y que haya pena para los golpistas. No vamos a aceptar una amnistía. ¿Ustedes apoyaban al presidente Manuel Zelaya antes del golpe de Estado?
–No. Las feministas no somos melistas (seguidoras de Mel Zelaya) sino que estamos defendiendo el estado de derecho y la constitucionalidad.
¿Cuál era la política de Zelaya hacia los derechos de las mujeres?
–Las feministas siempre somos feministas y no oficialistas. Pero, de hecho, en el último año, él estaba muy abierto. En el Congreso nacional se hizo una ley, el 1º de abril del 2009, propuesta por Martha Lorena Casco –-de la oposición a Zelaya y cabeza de los llamados grupos “pro vida” que, después, fue nombrada vicecanciller del gobierno de facto de Micheletti–- que penalizaba y prohibía la anticoncepción oral de emergencia. Las feministas dimos una gran batalla contra esa ley y logramos un veto presidencial que fue histórico porque Zelaya dijo que esa norma del Congreso iba, explícitamente, en contra de los derechos sexuales y reproductivos de las mujeres.
Zelaya generó un pequeño avance para las mujeres...
–Nosotras no somos melistas ni estamos siguiendo a un caudillo. Pero sí es verdad que hubo un pequeño avance... y a los dos meses vino el golpe. Por supuesto, hay muchas razones políticas, internacionales y económicas para un golpe de Estado.
¿Pero creés que también pesó en el derrocamiento de Zelaya que se haya opuesto a los grupos conservadores con la defensa de la anticoncepción de emergencia como símbolo de la defensa de derechos sexuales de las mujeres?
–Sí. La diputada Martha Lorena Casco, que es opusdeísta (del Opus Dei), es ahora la vicecanciller del golpe. Eso es un signo. Y el presidente del Consejo Médico de Honduras, Mario Noé Villafranca, que hizo un dictamen contra la anticoncepción de emergencia (tildándola de “microabortiva” cuando se trata de la misma anticoncepción oral pero para utilizar hasta 72 horas después de una relación sexual sin protección) es ahora el ministro de Salud de la dictadura. La esposa de Zelaya, Xiomara Castro, también respaldaba a las mujeres con VIH, en una demostración de su postura sobre salud sexual, y denunció ser intimidada por los golpistas.
–Claro, era la presidenta de la Coalición de América Latina y el Caribe de Mujeres en Lucha contra el VIH. De hecho, nosotras como feministas y lesbianas teníamos un pacto con ella para el avance y la incorporación de las mujeres VIH positivo en la agenda política y del Estado. De verdad, ella trabaja mucho el tema.
¿También aumentaron los femicidios contra las mujeres a partir del golpe?
–Ahora Honduras es un paraíso femicida. Hay una gran impunidad. Antes, en Centroamérica, estábamos detrás de Guatemala y El Salvador, pero ahora no sé. Solamente en julio se incrementaron un 60 por ciento los asesinatos contra las mujeres.
¿Por qué la llegada de la dictadura incrementó la violencia hacia las mujeres?
–Porque la policía estaba reprimiendo la resistencia y no cuidando a la población. Además, que haya estado de sitio –no hay libertad de expresión, la policía puede hacer allanamientos sin orden judicial, cualquiera puede ir preso por 24 horas y no se permite que se reúnan más de veinte personas en ningún lado– y toque de queda –que se impone sólo en algunos momentos en los que absolutamente nadie puede salir de la calle– hizo que se promoviera más la violencia doméstica. Hubo un momento en que la gente no tenía ni leche ni agua por cuatro días seguidos de toque de queda: una aberración. Por eso, las mujeres no podían pedir ayuda en la calle ni en la policía, que es la que ahora está violentando los derechos humanos. ¿Cómo vas a ir a buscar ayuda con alguien que te puede poner presa porque estás en la calle?
¿Cuáles son las formas de resistencia de las mujeres?
–La parte más visible es estar en las calles: el 75 por ciento de las marchas están compuestas por mujeres. Las Feministas en Resistencia nos organizamos desde el principio, pero ahora hay abogadas en resistencia, amas de casa en resistencia, trabajadoras sexuales en resistencia, sindicalistas en resistencia. Estamos poniendo comités de resistencia en los barrios y el efecto multiplicador se produce a través de las mujeres y, muy especialmente, entre las jóvenes.
¿Hillary Clinton, a cargo de las relaciones exteriores de Estados Unidos, va a ayudar al regreso de la democracia en Honduras?
–No, definitivamente nos dimos cuenta de que ella no ayudó mucho. De hecho, a (Barack) Obama le puede pasar lo mismo que le pasó a Zelaya en Honduras porque no tiene el poder absoluto.
¿Qué esperás llevarte de la Argentina?
–Mantener la solidaridad y que no nos olviden.
¿El golpe de Honduras puede ser un ejemplo para otros países latinoamericanos?
–El golpe de Honduras de hoy, es el de ustedes ayer. La sangre derramada no tiene que ser olvidada. No nos puede suceder. Y ya se está pensando que otros países pueden ser los siguientes –como Paraguay y Ecuador– y, por eso, es necesario que se frene la estrategia golpista de Honduras.

sábado, 24 de octubre de 2009

La Literatura y sus temas

El desarraigo como destino
Joseph Roth fue uno de los grandes literatos que enriquecieron la literatura con su mundo perdido, y soñó, infructuosamente, con una promesa de redención. Formó parte de una generación literaria despojada de sus raíces territoriales y espirituales, que asumió el desarraigo como un destino.

David Huerta: homenaje y entrevista

Al final de la niñez descubrí, como decía Borges, que mi destino era literario, expresa David Huerta

David Huerta pudo haber sido futbolista o astrónomo... Eligió ser poeta. Lo ha sido durante 40 de sus 60 años de vida, que ayer le fueron celebrados con un homenaje en el Aula Magna de la Facultad de Filosofía y Letras de la Universidad Nacional Autónoma d México (UNAM).

Imaginen que alguien de una secta religiosa ha decidido que ud. es el Anticristo

Anatomy of a Scene: 'Antichrist' (video)

miércoles, 21 de octubre de 2009

Fotografías que hay que ver

How Photographers Created Rock And Roll
By Claire O'Neill
Johnny Cash gives the camera "the bird." John Lennon sports a New York City tank top on a high-rise rooftop. Kurt Cobain clutches his hair and weeps backstage. On the album cover of London Calling, Paul Simonon of the Clash famously raises his guitar on stage to smash it. These are the iconic photographs that have created our vision of rock 'n' roll. We know the rockers, but who took the photos?

Feria de arte en Medio Oriente (página oficial)

Abu Dhabi Art Fair 2009 (19-22 november)

Miscelánea

Where the Wild Things Are
By DAVID BROOKS
Published: October 19, 2009
In Homer’s poetry, every hero has a trait. Achilles is angry. Odysseus is cunning. And so was born one picture of character and conduct.

sábado, 10 de octubre de 2009

NYT: The Saturday Profile

A Novelist Whose Fiction Comes From Real Lives

A. S. BYATT is an enthusiastic reader of Victorian novels, and in some ways she is a writer of them as well, or of updated versions. Her new novel, “The Children’s Book,” which was a finalist for the Man Booker Prize awarded on Tuesday, is 675 pages long and has a Trollopean heft and sweep; it starts in 1895 and ends after World War

martes, 22 de septiembre de 2009

Sinatra y Jobim

by David Gray
September 22, 2009 - Ten years ago on an American tour, while I was relaxing in a luxurious motel — The Red Roof Inn — I heard "Quiet Nights of Quiet Stars" for the first time.
It's taken from the 1967 album Francis Albert Sinatra & Antonio Carlos Jobim. The album, recorded in Hollywood, is a collaboration between two greats of mid-20th-century music.
From the moment you step into "Quiet Night of Quiet Stars," you can't help but gaze in wonder at the glorious architecture of a musical age gone by. It is perfect in its simplicity, the arrangement elegant and the execution faultless.
Sinatra sings his first line and leads us by the hand into a dreamlike scene of starlight and magical stillness. Then the lyric unfolds in a series of meditative haiku, subtly gathering pace, until BANG! With barely more than a minute on the clock, there is a dramatic change of chords and an equally dramatic confession:
"I who was once so lonely,
believing life was only,
a bitter tragic joke,
have found with you,
the meaning of existence, my love."
And we are plunged into the song's innermost heart.
What we are getting from Frank here, it seems to me, is not his usual showmanship, but rather a glimpse of something less commonly seen. This is not Sinatra, big-time entertainer, but someone cracked and vulnerable with doubts and scars. Sinatra the man.
The lyrics he sings describe a moment of bliss. Yet at every turn in the song, there is the sense that it all might disappear at any moment. This is what gives this little song its great power. It's not a description of two souls in the throes of love, but rather the darkness that surrounds them.
The orchestra steers us on effortlessly, Frank repeats his confession and it's over in less than three minutes.
There is real magic here, and it is all so perfectly concise that I don't think I've ever gotten to the end of this song and not wanted to go back for a second listen.
They simply don't make them like this anymore. You must hear this.
You Must Hear This is edited and produced by Ellen Silva and Frannie Kelley. Tom Cole and Kevin Wait produced the mix for All Things Considered.

miércoles, 16 de septiembre de 2009

Enhorabuena

Autor de "Código da Vinci" saca nuevo libro tras 6 años de espera
miércoles 16 de septiembre, 09:42 AM
NUEVA YORK (AP) - La mente de Dan Brown tal vez esté llena de códigos, pero en persona el escritor luce como alguien común y corriente. Como ese individuo sonriente, con cabello claro, un hoyuelo en el mentón, que aparece en la solapa de "El código da Vinci", con un blazer y pantalones deportivos.

Seis años después de publicar ese libro, que generó polémicas en todo el mundo, Brown reaparece para promover una nueva novela, "El símbolo perdido", y reflexiona sobre cómo cambió su vida tras el fenomenal éxito de "El Código da Vinci".
"No me cambiaría por nada en el mundo", expresó. "Un 95% (de todo lo que le ha sucedido) es maravilloso. Hago una vida mucho más multifacética. Mis experiencias son mucho más interesantes, la gente que conozco, las discusiones que tengo".
Random House sacará una primera edición de cinco millones de ejemplares, una cantidad astronómica para cualquier escritor, menos para Brown, cuyo "Código" vendió 40 millones de ejemplares. "El símbolo perdido" encabeza la lista de best-sellers de Amazon.com desde que se anunció la publicación, tan solo con órdenes de compra.
La larga espera, dice, se debió a que es una trama complejísima y le tomó tiempo dominar ciertos temas. El protagonista de "El símbolo...", Rober Langdon, regresa de sus aventuras europeas en "El código...". Lo han llamado a Washington y pronto se ve envuelto en una carrera contra un villano asesino para dar con un código que supuestamente revela un antiguo secreto y abre las puertas a un poder y conocimiento ilimitados.
Igual que "El código...", el nuevo libro, que salió a la venta el martes, es una obra de suspenso, un rompecabezas, un trabajo de investigación y una especie de diario de viaje. Langdon va de la Biblioteca del Congreso a los Archivos Nacionales del Monumento a Washington. Brown hizo un recorrido similar para preparar la novela, viajando siempre en primera clase, y realizó visitas guiadas personales a la Biblioteca del Congreso y otros edificios.
"Nada de esto hubiese pasado de no haber sido por 'El código'", afirma.
El 5% negativo de la fama lo representan la pérdida de la privacidad, que le impide promover el libro en una gira, y la carga que representan las expectativas generadas por el éxito.
Otro factor que demoró la publicación del nuevo libro fue un juicio por violación a los derechos de autor, motivado por la denuncia de los escritores Michael Baigent y Richard Leigh, que lo acusaron de haberse "apropiado" de partes de libros suyos. Brown y Random House fueron absueltos.
"Fue un tropezón, que representó una distracción y generó un desgaste de energía, que no pude enfocar en el libro", señaló Brown. "Lo peor fue que alguien cuestionase mi integridad en público".
Se lo criticó a menudo por "El código da Vinci", especialmente por afirmar que Jesús y María Magdalena concibieron un niño. Los académicos no lo tomaron en serio y las autoridades religiosas se sintieron ofendidas, pero Brown se mantiene firme en sus convicciones y dice que su teoría "tiene más sentido que las cosas que me contaron en la Iglesia".
El nuevo libro gira en torno a los masones, la antigua logia rodeada de un manto de misterio en la cual militaron figuras como George Washington, Teddy Roosevelt y Harry Truman. Brown siente un gran respeto por los masones, especialmente por su política de admitir personas de todas las fes. Pero no le sorprendería si alguien se molesta.
"Se dirán muchas cosas y no todas serán positivas", expresó. "Ya me estoy acostumbrando a eso".
No habla mucho con la prensa, pero su historia es bien conocida, en parte por la minibiografía de 69 páginas que tuvo que preparar para el juicio de Londres.
Nació en 1964 en Exeter, New Hampshire, donde reside aún hoy. Su padre, Richard Brown, fue profesor de matemáticas en la Phillips Academy de Exeter y su madre, Constance Brown, era música.
Disfrutaba con la literatura y se graduó en inglés en el Amherst College, pero decidió que lo que más le gustaba era componer música y se fue a Los Angeles, donde conoció a la mujer con quien se casaría, Blythe Newlon, directora de desarrollo artístico de la Academia Nacional de Compositores de Canciones.
Compiló una lista de "187 hombres que hay que evitar", que publicó en 1995 con el seudónimo de "Danielle Brown". Dos años después, durante una vacación en Tahití, leyó "La conspiración del juicio final", de Sidney Sheldon. Y eso cambió su vida.
"Me atrapó. Leía página tras página y me recordó lo divertido que es leer", escribió Brown en la biografía. "La simpleza de la prosa y lo concreto de la trama hacían que la novela fuese menos pesada que las que leía en la escuela y comencé a pensar que yo podría escribir una novela de suspenso de este tipo algún día".
Debutó en 1998 con "La fortaleza digital" y luego publicó "Deception Point" (novela que le aburrió escribir y que no fue traducida al español), y "Angeles y demonios", en la que hizo su presentación Langdon, el profesor de Harvard que Tom Hanks personificó en las versiones cinematográficas de "El código da Vinci" y "Angeles y demonios".
Al principio vendió pocos libros y hacia el 2001 sobrevivía como podía, encargándose de su propia publicidad y vendiendo ejemplares desde su auto.
Cambió entonces de agente y de editorial (pasando de Simon & Schuster a Doubleday, un brazo de Random House). "El código da Vinci" fue publicado en marzo del 2003 y resultó un éxito inmediato, que estuvo tres años en las listas de los libros más vendidos.
Brown es un hombre rico hoy, pero mantiene los mismos hábitos de trabajo de siempre. Se levanta a las cuatro de la mañana y escribe hasta el mediodía, los siete días de la semana. Se fatiga tanto que a veces no tiene ganas de leer y juega al tenis o va a correr en la playa. "Cartas desde la Tierra", la feroz crítica a la religión de Mark Twain, es uno de los pocos libros que leyó por placer recientemente.
Le encanta hablar de Twain, de los masones, de las pirámides, de la espiritualidad y de los libros electrónicos (que lee, junto con los impresos). Pero le huye a ciertos temas, como la política o su próximo libro.
"El símbolo perdido" no nombra a nadie, pero critica la intolerancia religiosa y los ahogamientos simulados, lo que hace pensar que no le cayó muy bien el gobierno de George W. Bush.
"La gente que leyó el libro me dice que sale en un momento oportuno, como si hubiese sido planeado", comenta. "Y mencionan la llegada de Barack Obama a la presidencia y el cambio de actitud hacia la religión".
Se niega a hablar de Obama.
"Con este libro quiero enviar un mensaje universal y si tomo partido por alguien, se arruina todo", afirma Brown, quien dice haber sufrido una "transformación" mientras trabajaba en "El símbolo perdido".
"Hay realmente dos cosas: La idea de que la ciencia está empezando a demostrar nuestro verdadero potencial y que ese potencial es mucho más grande de lo que pensábamos. Creo que estamos ingresando en una era en la que los prejuicios, en particular el prejuicio de la religión, comenzarán a evaporarse".

martes, 15 de septiembre de 2009

El hombre y el sábado

Para ser ateo, Jorge Luis Borges era buen teólogo, o conocía a cierta estirpe medieval de teólogos. Es bueno recordar de tanto en tanto a un clásico del cuento fantástico.


El evangelio según Marcos

[Cuento. Texto completo]
Jorge Luis Borges


El hecho sucedió en la estancia Los Álamos, en el partido de Junín, hacia el sur, en los últimos días del mes de marzo de 1928. Su protagonista fue un estudiante de medicina, Baltasar Espinosa. Podemos definirlo por ahora como uno de tantos muchachos porteños, sin otros rasgos dignos de nota que esa facultad oratoria que le había hecho merecer más de un premio en el colegio inglés de Ramos Mejía y que una casi ilimitada bondad. No le gustaba discutir; prefería que el interlocutor tuviera razón y no él. Aunque los azares del juego le interesaban, era un mal jugador, porque le desagradaba ganar. Su abierta inteligencia era perezosa; a los treinta y tres años le faltaba rendir una materia para graduarse, la que más lo atraía. Su padre, que era librepensador, como todos los señores de su época, lo había instruido en la doctrina de Herbert Spencer, pero su madre, antes de un viaje a Montevideo, le pidió que todas las noches rezara el Padrenuestro e hiciera la señal de la cruz. A lo largo de los años no había quebrado nunca esa promesa. No carecía de coraje; una mañana había cambiado, con más indiferencia que ira, dos o tres puñetazos con un grupo de compañeros que querían forzarlo a participar en una huelga universitaria. Abundaba, por espíritu de aquiescencia, en opiniones o hábitos discutibles: el país le importaba menos que el riesgo de que en otras partes creyeran que usamos plumas; veneraba a Francia pero menospreciaba a los franceses; tenía en poco a los americanos, pero aprobaba el hecho de que hubiera rascacielos en Buenos Aires; creía que los gauchos de la llanura son mejores jinetes que los de las cuchillas o los cerros. Cuando Daniel, su primo, le propuso veranear en Los Álamos, dijo inmediatamente que sí, no porque le gustara el campo sino por natural complacencia y porque no buscó razones válidas para decir que no.
El casco de la estancia era grande y un poco abandonado; las dependencias del capataz, que se llamaba Gutre, estaban muy cerca. Los Gutres eran tres: el padre, el hijo, que era singularmente tosco, y una muchacha de incierta paternidad. Eran altos, fuertes, huesudos, de pelo que tiraba a rojizo y de caras aindiadas. Casi no hablaban. La mujer del capataz había muerto hace años.
Espinosa, en el campo, fue aprendiendo cosas que no sabía y que no sospechaba. Por ejemplo, que no hay que galopar cuando uno se está acercando a las casas y que nadie sale a andar a caballo sino para cumplir con una tarea. Con el tiempo llegaría a distinguir los pájaros por el grito.
A los pocos días, Daniel tuvo que ausentarse a la capital para cerrar una operación de animales. A lo sumo, el negocio le tomaría una semana. Espinosa, que ya estaba un poco harto de las bonnes fortunes de su primo y de su infatigable interés por las variaciones de la sastrería, prefirió quedarse en la estancia, con sus libros de texto. El calor apretaba y ni siquiera la noche traía un alivio. En el alba, los truenos lo despertaron. El viento zamarreaba las casuarinas. Espinosa oyó las primeras gotas y dio gracias a Dios. El aire frío vino de golpe. Esa tarde, el Salado se desbordó.
Al otro día, Baltasar Espinosa, mirando desde la galería los campos anegados, pensó que la metáfora que equipara la pampa con el mar no era, por lo menos esa mañana, del todo falsa, aunque Hudson había dejado escrito que el mar nos parece más grande, porque lo vemos desde la cubierta del barco y no desde el caballo o desde nuestra altura. La lluvia no cejaba; los Gutres, ayudados o incomodados por el pueblero, salvaron buena parte de la hacienda, aunque hubo muchos animales ahogados. Los caminos para llegar a la estancia eran cuatro: a todos los cubrieron las aguas. Al tercer día, una gotera amenazó la casa del capataz; Espinosa les dio una habitación que quedaba en el fondo, al lado del galpón de las herramientas. La mudanza los fue acercando; comían juntos en el gran comedor. El diálogo resultaba difícil; los Gutres, que sabían tantas cosas en materia de campo, no sabían explicarlas. Una noche, Espinosa les preguntó si la gente guardaba algún recuerdo de los malones, cuando la comandancia estaba en Junín. Le dijeron que sí, pero lo mismo hubieran contestado a una pregunta sobre la ejecución de Carlos Primero. Espinosa recordó que su padre solía decir que casi todos los casos de longevidad que se dan en el campo son casos de mala memoria o de un concepto vago de las fechas. Los gauchos suelen ignorar por igual el año en que nacieron y el nombre de quien los engendró.
En toda la casa no había otros libros que una serie de la revista La Chacra, un manual de veterinaria, un ejemplar de lujo del Tabaré, una Historia del Shorthorn en la Argentina, unos cuantos relatos eróticos o policiales y una novela reciente: Don Segundo Sombra. Espinosa, para distraer de algún modo la sobremesa inevitable, leyó un par de capítulos a los Gutres, que eran analfabetos. Desgraciadamente, el capataz había sido tropero y no le podían importar las andanzas de otro. Dijo que ese trabajo era liviano, que llevaban siempre un carguero con todo lo que se precisa y que, de no haber sido tropero, no habría llegado nunca hasta la Laguna de Gómez, hasta el Bragado y hasta los campos de los Núñez, en Chacabuco. En la cocina había una guitarra; los peones, antes de los hechos que narro, se sentaban en rueda; alguien la templaba y no llegaba nunca a tocar. Esto se llamaba una guitarreada.
Espinosa, que se había dejado crecer la barba, solía demorarse ante el espejo para mirar su cara cambiada y sonreía al pensar que en Buenos Aires aburriría a los muchachos con el relato de la inundación del Salado. Curiosamente, extrañaba lugares a los que no iba nunca y no iría: una esquina de la calle Cabrera en la que hay un buzón, unos leones de mampostería en un portón de la calle Jujuy, a unas cuadras del Once, un almacén con piso de baldosa que no sabía muy bien dónde estaba. En cuanto a sus hermanos y a su padre, ya sabrían por Daniel que estaba aislado -la palabra, etimológicamente, era justa- por la creciente.
Explorando la casa, siempre cercada por las aguas, dio con una Biblia en inglés. En las páginas finales los Guthrie -tal era su nombre genuino- habían dejado escrita su historia. Eran oriundos de Inverness, habían arribado a este continente, sin duda como peones, a principios del siglo diecinueve, y se habían cruzado con indios. La crónica cesaba hacia mil ochocientos setenta y tantos; ya no sabían escribir. Al cabo de unas pocas generaciones habían olvidado el inglés; el castellano, cuando Espinosa los conoció, les daba trabajo. Carecían de fe, pero en su sangre perduraban, como rastros oscuros, el duro fanatismo del calvinista y las supersticiones del pampa. Espinosa les habló de su hallazgo y casi no escucharon.
Hojeó el volumen y sus dedos lo abrieron en el comienzo del Evangelio según Marcos. Para ejercitarse en la traducción y acaso para ver si entendían algo, decidió leerles ese texto después de la comida. Le sorprendió que lo escucharan con atención y luego con callado interés. Acaso la presencia de las letras de oro en la tapa le diera más autoridad. Lo llevan en la sangre, pensó. También se le ocurrió que los hombres, a lo largo del tiempo, han repetido siempre dos historias: la de un bajel perdido que busca por los mares mediterráneos una isla querida, y la de un dios que se hace crucificar en el Gólgota. Recordó las clases de elocución en Ramos Mejía y se ponía de pie para predicar las parábolas.
Los Gutres despachaban la carne asada y las sardinas para no demorar el Evangelio.
Una corderita que la muchacha mimaba y adornaba con una cintita celeste se lastimó con un alambrado de púa. Para parar la sangre, querían ponerle una telaraña; Espinosa la curó con unas pastillas. La gratitud que esa curación despertó no dejó de asombrarlo. Al principio, había desconfiado de los Gutres y había escondido en uno de sus libros los doscientos cuarenta pesos que llevaba consigo; ahora, ausente el patrón, él había tomado su lugar y daba órdenes tímidas, que eran inmediatamente acatadas. Los Gutres lo seguían por las piezas y por el corredor, como si anduvieran perdidos. Mientras leía, notó que le retiraban las migas que él había dejado sobre la mesa. Una tarde los sorprendió hablando de él con respeto y pocas palabras. Concluido el Evangelio según Marcos, quiso leer otro de los tres que faltaban; el padre le pidió que repitiera el que ya había leído, para entenderlo bien. Espinosa sintió que eran como niños, a quienes la repetición les agrada más que la variación o la novedad. Una noche soñó con el Diluvio, lo cual no es de extrañar; los martillazos de la fabricación del arca lo despertaron y pensó que acaso eran truenos. En efecto, la lluvia, que había amainado, volvió a recrudecer. El frío era intenso. Le dijeron que el temporal había roto el techo del galpón de las herramientas y que iban a mostrárselo cuando estuvieran arregladas las vigas. Ya no era un forastero y todos lo trataban con atención y casi lo mimaban. A ninguno le gustaba el café, pero había siempre un tacita para él, que colmaban de azúcar.
El temporal ocurrió un martes. El jueves a la noche lo recordó un golpecito suave en la puerta que, por las dudas, él siempre cerraba con llave. Se levantó y abrió: era la muchacha. En la oscuridad no la vio, pero por los pasos notó que estaba descalza y después, en el lecho, que había venido desde el fondo, desnuda. No lo abrazó, no dijo una sola palabra; se tendió junto a él y estaba temblando. Era la primera vez que conocía a un hombre. Cuando se fue, no le dio un beso; Espinosa pensó que ni siquiera sabía cómo se llamaba. Urgido por una íntima razón que no trató de averiguar, juró que en Buenos Aires no le contaría a nadie esa historia.
El día siguiente comenzó como los anteriores, salvo que el padre habló con Espinosa y le preguntó si Cristo se dejó matar para salvar a todos los hombres. Espinosa, que era librepensador pero que se vio obligado a justificar lo que les había leído, le contestó:
-Sí. Para salvar a todos del infierno.
Gutre le dijo entonces:
-¿Qué es el infierno?
-Un lugar bajo tierra donde las ánimas arderán y arderán.
-¿Y también se salvaron los que le clavaron los clavos?
-Sí -replicó Espinosa, cuya teología era incierta.
Había temido que el capataz le exigiera cuentas de lo ocurrido anoche con su hija. Después del almuerzo, le pidieron que releyera los últimos capítulos. Espinosa durmió una siesta larga, un leve sueño interrumpido por persistentes martillos y por vagas premoniciones. Hacia el atardecer se levantó y salió al corredor. Dijo como si pensara en voz alta:
-Las aguas están bajas. Ya falta poco.
-Ya falta poco -repitió Gutrel, como un eco.
Los tres lo habían seguido. Hincados en el piso de piedra le pidieron la bendición. Después lo maldijeron, lo escupieron y lo empujaron hasta el fondo. La muchacha lloraba. Espinosa entendió lo que le esperaba del otro lado de la puerta. Cuando la abrieron, vio el firmamento. Un pájaro gritó; pensó: es un jilguero. El galpón estaba sin techo; habían arrancado las vigas para construir la Cruz.

FIN

De sectas asesinas y conspiraciones varias... un novelista exitoso habla de su oficio

More Symbols, Mysteries In Dan Brown's New Novel
September 15, 2009
Dan Brown's latest work, The Lost Symbol, follows in the trail of the other books that have made the author a super-best-selling novelist.
Though his books tend to focus on complex symbolism and exciting plot twists, Brown likens them to the treasure hunts his math-teacher father arranged for him and his siblings when they were growing up.
"On Christmas morning, when we were little kids, he would create treasure hunts through the house with different limericks or mathematical puzzles that led us to the next clue," Brown tells Robert Siegel. "And so, for me, at a young age, treasure hunts were always exciting."
Success Changes Little
Set in Washington, D.C., and focused on Freemasonry, Brown's new novel continues the tale of Harvard symbologist Robert Langdon, the same character featured in Brown's fourth novel, The Da Vinci Code, and Angels and Demons.
Since it was published in 2003, The Da Vinci Code has sold more than 80 million copies, and both it and Angels and Demons were made into hit films. Despite the success, Brown says, little has changed in the way he approaches his work.
Success Changes Little
Set in Washington, D.C., and focused on Freemasonry, Brown's new novel continues the tale of Harvard symbologist Robert Langdon, the same character featured in Brown's fourth novel, The Da Vinci Code, and Angels and Demons.
Since it was published in 2003, The Da Vinci Code has sold more than 80 million copies, and both it and Angels and Demons were made into hit films. Despite the success, Brown says, little has changed in the way he approaches his work.
"I still get up every morning at 4 a.m. I write seven days a week, including Christmas, and I still face a blank page every morning," Brown says. "My characters don't really care how many books I've sold."
Little changes for Langdon in the new book, either. As in the previous novels, the symbologist lands another attractive and intellectually gifted woman:
"[Langdon is] a blessed man in many ways, I guess," Brown says, laughing. "I love building tension in the novels, and certainly having a female traveling companion, there's always a romantic and sexual tension. Even if it's not on the page, it's implied. ... I love the idea of smart women. I find that very attractive, and obviously Langdon does, too."
Hero As Skeptic
In this book — as in Brown's previous novels — Langdon uncovers esoteric mysteries even as he skeptically dismisses them.
"He's a skeptic, and despite what you may believe, I'm something of a skeptic as well," Brown says. "And I think one of the reasons these books have found a mass appeal is that he's skeptical. He's diving into these conspiracy theories from the standpoint of somebody who doesn't believe them.
"And so you can be an intelligent reader and say, 'Well, I'm sort of interested in this, but I really doubt it's real.' And at every point, Langdon is right there with you, doubting it's real."
His books, Brown says, are also attractive to many readers because they show the world through a different lens.
"They show you something you may think you know about, something like Washington, D.C., or the church or symbols, and you get to see them through the lens of a specialist who has a slightly different take on things," he says.
Freemasons
In The Lost Symbol, Langdon — through Brown — provides a crash course on the number 33, Pythagoras, Genesis, Joseph, Jesus and Islam. The novel is, however, in its essence about the Freemasons, a group that has faced centuries of persecution for its secrets.
Brown says he was sensitive to Masonic sensibilities while writing The Lost Symbol.
"There's a point in the book where Langdon makes the point that misinterpreting people's symbols is often the root of prejudice, and part of what I hoped to do with this book is shed some light, from my perspective, on Masonic symbolism and Masonic ritual," Brown says.
He says he is fascinated by Freemasonry because of its message through the ages.
"We live in a world where people kill each other every day over whose definition of God is correct," Brown says. "And here is a worldwide organization that, at its core, will bring people together from many, many different religions, and ask only that you believe in a god, and they'll all stand in the same room and proclaim their reverence for a god. ... And it seems like a perfect blueprint for universal spirituality."

martes, 1 de septiembre de 2009

jueves, 27 de agosto de 2009

Entrevista: Cristina Peri Rossi

Yo nunca estuve en el armario

Cristina Peri Rossi, una de las poetas contemporáneas más importantes de Hispanoamérica, recibe a SOY en su casa de Barcelona y conversa sobre casi todos los temas que la preocupan y que han merecido su particular modo de pensar y nombrar. El exilio, la poesía y su rol en la sociedad, la relación de su ficción con el psicoanálisis, su identidad lesbiana y esa impronta en los poemas. Los primeros despertares en Montevideo, donde descubrió que las tres mujeres más lindas eran lesbianas, su desafiante manera de salir del armario con carteles improvisados en el cuarto de su casa, su teoría sobre la frigidez, los libros que la marcaron a fuego y los libros que nunca existieron. Nació en Montevideo en 1941 y vive en Barcelona desde 1972, año en que partió hacia el exilio. Estudió música, biología y también se graduó en literatura comparada. Es autora de ensayos, artículos, traducciones literarias –se destaca, entre otras, su traducción de la brasileña Clarice Lispector– de novelas, cuentos y de una admirada obra poética. Su último libro de poemas, Playstation, donde deja al descubierto la trastienda y las miserias del mercado cultural, mereció el año pasado el prestigioso premio Loewe, que por primera vez es otorgado a una mujer.

lunes, 24 de agosto de 2009

"Desde la memoria" me llega lo siguiente

Censura en el Museo Casa de Carranza

Reproduzco a continuación un comunicado que me hace llegar un cercano amigo, acerca de cómo están siendo tratados los espacios de reflexión en algunas instituciones. Esto sucedió el pasado viernes 21 de agosto:

Andrés Roemer debuta como dramaturgo con la obra sobre la faceta oculta del científico

El otro Einstein revela “la vida de un hombre de contradicciones admirables”
El politólogo y periodista lleva a escena al físico “de carne y hueso: seductor, indeciso y antibélico”, señaló en entrevista

sábado, 1 de agosto de 2009

Billy Bragg: Newport Folk Festival 2009



July 30, 2009 - Armed with an electric guitar and a sharp wit, Billy Bragg is a one-man punk band with a Woody Guthrie-sized heart. Since the mid-'80s, Bragg has tirelessly railed against injustice in his music, while remaining tethered to the intricacies of human interaction. In "Waiting for the Great Leap Forwards" from 1988, Bragg even went so far as to state his credo: "Mixing pop and politics — he asks me what the use is / I'm looking for the Great Leap Forwards."
Bragg's cutting yet humane criticisms of British political and social life have made him a working-class hero in his homeland, but he remains more of a cult figure in America. Bragg opened NPR Music's coverage of
Folk Festival 50 at the Fort Stage.


Ver NPR