viernes, 31 de enero de 2014

Los poetas están muriendo: José Emilio Pacheco (1929-2014)


Este es uno de los tres poemas que publicó José Emilio Pacheco como última colaboración en la Revista de la Universidad de México en junio de 2009.




MORGUE

Por José Emilio Pacheco



No hace calor en este anexo del infierno....



Los muertos han regresado a la edad de hielo.



Tal vez si los dejáramos aquí

Se volverían inmortales.



Horror la vida desde el iglú de la muerte.



¿Para esto hemos nacido?,

Nos preguntamos

Al profanar la morgue y advertir

Un gesto de reproche en los cadáveres.



Quizá malinterpreto:

Es compasión

Lo que muestran sus caras lívidas.



http://www.revistadelauniversidad.unam.mx/6409/6409/pdfs/64pacheco.pdf    
José Emilio Pacheco
    Adiós a Juan Gelman

Antes de su muerte el pasado domingo, el gran poeta mexicano había dedicado sus dos últimas y brillantes notas en el semanario Proceso a su vecino y colega Juan Gelman. Justamente después de escribir la segunda sufrió el golpe que terminó en su sorpresiva despedida. Esta es la primera, de lectura imprescindible, que sirve de homenaje a ambos.

Por José Emilio Pacheco



No hay datos en la memoria reciente que nos permitan comparar la resonancia de la muerte de Juan Gelman con la de ningún otro de nuestros poetas contemporáneos. Nacido el 3 de mayo de 1930 en Villa Crespo, que es hoy un barrio central de Buenos Aires, Gelman fue hasta el 14 de enero el mejor poeta vivo de la lengua y a partir de ese día se ha vuelto uno de nuestros clásicos modernos.



1930 y el futuro

Vino al mundo seis meses después de que la quiebra de Wall Street señaló el comienzo de la gran crisis económica que la Historia recoge bajo el nombre de la Depresión. Sus contemporáneos fueron el pintor Jasper Johns, el cineasta Clint Eastwood, Sean Connery, Neil Armstrong –primer astronauta que caminó en la Luna–, Harold Pinter, Jean-Luc Godard y Jean-Louis Trintignant. En El ángel azul surgió como gran estrella Marlene Dietrich.



Los libros del año son la Autobiografía de Trotsky, La civilización y sus descontentos de Freud y dos novelas que no han dejado de leerse: Mientras agonizo de William Faulkner y El halcón maltés de Dashiell Hammett. En su camino hacia el poder los hitlerianos apedrearon las tiendas judías en Berlín. En Detroit se reabrieron las armadoras de automóviles y 150 mil obreros recuperaron su trabajo. Empezó un movimiento en contra de la prohibición de bebidas alcohólicas que sólo había logrado aumentar la fortuna gangsteril y el número de bebedores. El consumo de cigarros ascendió a 11 mil millones. Murieron sir Arthur Conan Doyle, Ana Pavlova y D. H. Lawrence. Stalin justificó la purga de 6 mil 500 miembros del Partido Comunista supuestamente por ser partidarios de Trotsky.



El esplendor de Argentina

La joven pareja ucraniana del señor Gelman y su esposa decidió emigrar a Argentina porque si antes vivieron bajo el terror de los pogroms, los asaltos de bandas contra tiendas y hogares judíos, al término de su juventud y con varios hijos su matrimonio se vio amenazado por las medidas stalinianas para imponer el socialismo.



Argentina, gracias en parte a las grandes inversiones inglesas, tenía niveles de vida europeos. No era, como las demás repúblicas, una simple exportadora de materias primas, sino alimentaba a Europa con su carne y su trigo. Su gran capital, Buenos Aires, comparable a Londres y a París, era un modelo inalcanzable para el subcontinente. Pero en aquel 1930 de la Depresión el golpe del general José Félix Uriburu, quien derrocó al presidente radical (“radical” en el sentido argentino), desató una crisis cuyas consecuencias se resienten hasta hoy, una sucesión de gobiernos militares y una inflación irrefrenable.



Tres momentos de Perón

Gelman tenía 16 años cuando las masas peronistas movilizadas por Eva Duarte llevaron al general Juan Domingo Perón a la presidencia. Evita murió en 1952 y Perón fue derrocado en 1955. Veinte años después volvió brevemente a la Casa Rosada. Murió en 1976 y su viuda Isabel, manejada por su brujo particular José López Rega, precipitó a la Argentina en el horror de los campos de muerte, la más extrema violencia y la tortura.



La guerrilla no logró, ni podía lograr, vencer a los genocidas. De ello se encargó el ejército de lady Thatcher en la guerra de las Malvinas (1982). Los generales que más se habían encarnizado en secuestros y tormentos también fueron los que más cobardes se mostraron ante el embate del cuerpo expedicionario británico, apoyado por Ronald Reagan.



“Cólera Buey”

En 1955 Gelman fue parte de una agrupación de jóvenes poetas comunistas reunidos en El Pan Duro. Publicó su primer libro, Violín y otras cuestiones que halló su modelo en un autor de los años veinte: Raúl González Tuñón.



Es poesía de la ciudad, prosaica y crítica, pero escrita con la habilidad de un niño que, como todos los de su época, se adiestró en la versificación de los poetas populares, como Almafuerte. Tras El juego en que andamos (1958), Velorio del solo (1961) y Gotán –es decir, “tango” en “vesre”– (1962) en que ya aparece su fluida conexión entre lo culto y lo popular, pues no tiene reparos en llamar a sus poemas con títulos de tangos clásicos –“Mi Buenos Aires querido” y “Anclao en París”–, Gelman da a la imprenta Cólera Buey (1968), uno de los libros centrales de la década y obra insignia de una generación que va del propio Gelman hasta Eduardo Lizalde y Enrique Lihn (ambos de 1929) y, en el extremo opuesto, a Antonio Cisneros (1942-2013), el más joven del grupo.



Gelman y el periodismo

En esta época Gelman tiene su más brillante actividad como periodista: jefe de Redacción de Panorama, director del suplemento de La Opinión, secretario de Redacción de Crisis y de nuevo jefe de Redacción de Primera Plana. Su labor en prosa, sostenida hasta la semana anterior a su muerte, es tan vasta como su obra poética e incluye volúmenes muy importantes, como Ni con el flaco perdón de Dios, en que colaboró con su esposa Mara Lamadrid.



La producción poética crece en vez de mermar o detenerse. Inicia la serie de Comentarios (1979), un sorprendente diálogo con los místicos españoles, como san Juan de la Cruz; y Citas, del mismo año, una compenetración casi sexual con santa Teresa.



Dos crímenes y una ruptura

El 26 de agosto de 1976 su hijo Marcelo Ariel y su esposa Claudia, ambos de 20 años, fueron secuestrados en Buenos Aires y asesinados poco después en dos diferentes campos de exterminio. Allí nació la hija de ambos que, como muchos otros bebés, fue entregada a un policía uruguayo que la crió como si de verdad fuera su niña. Gelman logró recuperar a su nieta Macarena tras muchos años de búsqueda.



Había ingresado al grupo Montoneros que en 1980 lo envió a Europa para exhibir en las publicaciones de allá los crímenes de la junta militar. Respetó el heroísmo personal de los guerrilleros pero hizo una crítica demoledora de la organización que se militarizó y perdió el rumbo. Los Montoneros no perdonaron la crítica y condenaron a muerte a Gelman, fatwa que más tarde fue revocada. Pero él ya no pudo regresar a la Argentina. Comenzó un prolongado y doloroso exilio que lo llevó a refugiarse en varios países. Su trinchera, su refugio y su autodefensa fue la poesía. Inventó poetas con todo y sus poemas (Sidney West, José Galván y Julio Grecco, entre otros).



Uno de sus libros más dolientes y bellos es Bajo la lluvia ajena (Notas al pie de una derrota), poemas en prosa escritos en Roma, quizá la autocrítica más feroz que se ha hecho del intento guerrillero argentino. Así como la imposición del realismo socialista culminó en la URSS con la obra de un novelista formado dentro de esta corriente: el Archipiélago Gulag de Solyenitsin, la poesía comprometida de Hispanoamérica terminó hasta el momento con esta condenación de Montoneros hecha por un montonero que al mismo tiempo resultaba un gran poeta.

jueves, 30 de enero de 2014

Reacciones de la oposición argentina tras el fallo de La Haya: oportunismo

Mientras en La Habana los presidentes de la región declaraban América Latina como zona de paz y la ONU se congratulaba con una cumbre de democracias capaces de resolver sus diferencias entre sí, surge una falsa polémica fronteriza entre Argentina y Bolivia como para demostrar que somos un país de marrulleros en busca de problemas. Dos cosas se pueden extraer de esto: las fuerzas armadas de la región no son impermeables a las sectas religiosas lo mismo que sectas políticas (ver caso IGlesia de los SAntos de los Ültimos Días --mormones--, adventistas, Halliburton y la presencia y peso que tienen al interior de la US Army, como ejemplo) y parece nomás un hecho innegable que hay presiones empresariales en torno al litio en Argentina, Chile y Bolivia (que tiene la mayor parte de las reservas). Para darnos una idea de lo que es capaz la oposición que enfrenta la señora presidente Cristina Fernández de Kirchner --y en su momento, también el presidente Evo Morales en Bolivia--.




CANCILLERIA EMITIO UN COMUNICADO


Versiones cruzadas por un presunto conflicto fronterizo con Bolivia

La Razón, Argentina

29 ENE 2014
18:01 Familias salteñas del Valle del Silencio denunciaron que autoridades bolivianas las intimaron a desalojar el lugar o cambiar su ciudadanía. Sin embargo, desde el Gobierno negaron que esa zona ahora haya quedado en territorio del país vecino y aseguraron que no hubo modificaciones en el límite internacional.



Dos versiones ante un mismo hecho. Al menos 50 familias salteñas que residen en el Valle del Silencio denunciaron que autoridades bolivianas las intimaron a desalojar el lugar o cambiar su ciudadanía. Sin embargo, desde el Gobierno nacional negaron que esa zona ahora haya quedado en territorio boliviano y aseguraron que no hubo modificaciones en el límite internacional con el país vecino.



"El límite internacional entre Argentina-Bolivia está determinado por el Tratado Definitivo de Límites del año 1925. No se ha modificado, ni existe ningún proyecto de hacerlo, el límite internacional como informan erróneamente algunos medios", sostuvo la Cancillería argentina.



El Ministerio de Relaciones Exteriores remarcó asimismo que "entre la República Argentina y el Estado Plurinacional de Bolivia no hay diferencias en materia de límites fronterizos".



El comunicado fue difundido luego de que el diario "El Tribuno" informó hoy que "más de 50 familias salteñas que residen en el denominado Valle del Silencio, un terreno que siempre se consideró argentino, fueron intimadas a abandonar el lugar por las autoridades de Bolivia, luego de que el límite fronterizo fuese modificado en unos 30 kilómetros en favor del estado presidido por Evo Morales".



De acuerdo al matutino, el conflicto ocurre en el departamento Santa Victoria Oeste de Salta. "Si bien la intimación recayó sobre 17 familias, el desplazamiento al sur de la frontera entre Bolivia y Argentina afecta a más de 50 familias y constituye la pérdida de por lo menos 600 kilómetros cuadrados de territorio nacional", advierte "El Tribuno".



Según esa versión, los pobladores del paraje Abra de Santa Cruz notaron que el hito fronterizo que estaba 32 kilómetros al norte ahora está a solo dos kilómetros de la escuela de la zona. La modificación, de acuerdo al periódico, se habría concretado en el mes de noviembre.

http://www.larazon.com.ar/economia/Versiones-presunto-conflicto-fronterizo-Bolivia_0_537600187.html





SIN ROCES

Bolivia también desmintió un conflicto limítrofe

El canciller boliviano David Choquehuanca negó que existan diferencias con la República Argentina por límites en la frontera entre el departamento boliviano de Tarija y la provincia de Salta. La noticia falsa difundida por varios medios despertó una ola de comentarios xenófobos de los lectores de esos diarios.

La Cancillería boliviana ratificó que está en vigor el tratado definitivo de límites de 1925 entre Bolivia y Argentina, países vecinos con una frontera común de 965 kilómetros. "Estos límites no han sido modificados, así como tampoco existe ningún proyecto de hacerlo", destaca el comunicado oficial.

Ya ayer el Ministerio de Relaciones Exteriores argentino había salido a desmentir una nota del diario salteño "El Tribuno" que luego fue replicada por varios diarios nacionales. El artículo denunciaba que unas 50 familias argentinas fueron intimadas por autoridades del departamento boliviano de Tarija a abandonar sus viviendas en Valle del Silencio, poblado que está en el límite de Argentina y Bolivia.

La Cancillería argentina remarcó que "entre la República Argentina y el Estado Plurinacional de Bolivia no hay diferencias en materia de límites fronterizos".







LA NOTICIA DE UN CONFLICTO LIMITROFE QUE NUNCA EXISTIO DESPERTO EXPRESIONES DE ODIO

De noticias falsas y xenofobia

La Cancillería desmintió cualquier modificación en los límites con Bolivia publicada por diarios y sitios nacionales. Centenares de lectores, mientras tanto, habían reclamado la deportación masiva de extranjeros.



Por Eduardo Videla

La publicación en varios medios de comunicación de un presunto conflicto de límites entre la Argentina y Bolivia, sin la correspondiente verificación con fuentes oficiales, no sólo obligó a la desmentida de los gobiernos de ambos países: antes había generado un torrente de expresiones xenófobas y racistas de los lectores de esos medios convocando a la deportación masiva de inmigrantes de la Argentina. La nota que detonó esas manifestaciones fue publicada por un diario de la provincia de Salta y reproducida por dos medios online de alcance nacional. Decía que habían corrido la frontera con Bolivia “30 kilómetros adentro del territorio salteño” y que las autoridades del país vecino pretendían desalojar a los habitantes argentinos que no adoptaran la nacionalidad boliviana. Desde La Habana, donde participa de la cumbre de la Celac, el canciller Héctor Timerman ratificó que “la frontera entre la Argentina y Bolivia fue establecida y definida en 1925 por un tratado”, que desde entonces “es la misma” y negó que haya un conflicto con ese país (ver recuadro).

La noticia fue publicada primero por El Tribuno, de Salta, y levantada luego por los portales Infobae y La Nación. Ninguno de los artículos citaba fuentes y sólo hacían referencia a vagos testimonios de pobladores no identificados. Pero fueron suficientes para que lectores lanzaran sin filtro sus expresiones más xenófobas, en muchos casos amparados en el anonimato, cuya lectura este diario quiere ahorrar a sus lectores.

También hubo reacciones políticas. El diputado nacional por el Frente Renovador, Alberto Assef, rechazó “en forma absoluta la actitud expansionista” de Bolivia. “Cómo son las cosas, Tarija debió ser argentina y ahora pretende arrebatar territorio de Salta”, comentó. Su par del PRO, Federico Pinedo, también se hizo eco de la información: “Vamos a pedir informes de que se entregaron 28 kilómetros de territorio a Bolivia”, tuiteó.

La Cancillería argentina salió al cruce de la información. Mediante un comunicado, ratificó el límite internacional entre la Argentina y Bolivia, que está determinado por el Tratado Definitivo de Límites del año 1925, que “no se ha modificado ni existe ningún proyecto de hacerlo, como informaron erróneamente algunos medios”. Subrayó además que entre ambos países “no hay diferencias en materia de límites fronterizos”.

La zona del supuesto conflicto es Abra de Santa Cruz, una zona de alta montaña ubicada en el departamento Santa Victoria Oeste, de Salta, en el límite con Bolivia. “La zona es habitada por pueblos originarios y campesinos, que se dedican mayormente al pastoreo y a la siembra”, contó a Página/12 Reina Sotillo, cónsul argentina en Villazón, quien viaja con frecuencia a esa zona.

Desde la embajada argentina en Bolivia ratificaron a este diario que “no se firmaron acuerdos con autoridades bolivianas que hubieran modificado o alterado de alguna forma los límites o los hitos existentes, y por lo tanto no se perdieron 600 kilómetros cuadrados de territorio argentino como fue erróneamente difundido por medios de comunicación, que no verificaron la información con fuentes oficiales”.

La embajada, a cargo de Ariel Basteiro, aclaró que no se corrió un hito demarcatorio, como se informó, sino que se colocó uno nuevo, entre dos existentes, para favorecer la demarcación en una zona donde no hay límites naturales ni físicos. “El límite en la zona Abra de Santa Cruz es un rectilíneo de muchos kilómetros que se acordó en el tratado de 1925 y desde esa fecha no se ha modificado”, explicó Magalí Gómez, vocera de la embajada. “Desde 1940, sobre la línea recta que es el límite entre los dos países, se colocaron seis hitos, de los cuales uno está ubicado en el cerro Peña Orko y otro en el cerro Mecoya, sin existir nunca un mojón ubicado 32 kilómetros al norte de Abra de Santa Cruz”, aclaró.

Según informó la embajada, el 28 de noviembre pasado “la Comisión Nacional de Límites (Conali), de la Argentina, completó la densificación de las señales sobre la línea recta limítrofe, colocando un séptimo hito en el sector Abra de Santa Cruz, dado que, por razones geográficas y climáticas, desde el valle del Río Santa Cruz no se pueden observar los hitos Peña Orko y cerro Mecoya”, los más cercanos, ubicados en la montaña.

Por último, informó que las autoridades argentinas están “en constante comunicación con los pobladores de la zona, no habiéndose constatado que en la región hubiesen sucedido los hechos difundidos por algunos medios de comunicación”.

Lo ratificó ante este diario la cónsul Reina Sotillo: “En 2012, las autoridades de Bolivia querían construir una escuela allí, pero no estaba claro dónde estaba el límite. Entonces se hicieron tomas satelitales y georreferencia para instalar el hito, que se colocó en noviembre. La escuela todavía no se hizo.” Según Sotillo, el pueblo más cercano a la frontera es Abra de Santa Cruz, en la Argentina, donde viven 190 familias, mientras que el asentamiento boliviano más cercano está a unos 50 kilómetros. “De todas maneras, hay familias entre ellos, sin importar las nacionalidades”, concluyó.



http://www.pagina12.com.ar/diario/sociedad/3-238779-2014-01-30.html





“No se modificaron los límites”

Por Victoria Ginzberg

Desde La Habana

El canciller Héctor Timerman desmintió que se hayan modificado los límites con Bolivia y ratificó que la frontera es la que fue determinada por el Tratado Definitivo de Límites del año 1925. “No se modificaron los límites, ni hay ningún proyecto para hacerlo. Ni hay un conflicto con Bolivia”, dijo ayer Timerman desde la cumbre de la Celac (Comunidad de Estados Latinoamericanos y Caribeños) que se realizaba en La Habana. “La frontera entre la Argentina y Bolivia fue establecida y definida en el año 1925 por un tratado entre los dos países, eso es inmodificable a menos que haya un nuevo tratado, y no hay ningún nuevo tratado”, reiteró el canciller, quien reveló que conversó con Evo Morales por este tema a raíz de algunas noticias que estaban llegando desde Buenos Aires y el presidente boliviano no tenía idea de a qué se refería y se mostró muy sorprendido. “Será por ignorancia o por deseo de crear conflictos donde no los hay”, dijo el canciller al ser interrogado acerca de por qué se habría generado esta información. De hecho, en noviembre pasado, explicó el ministro, se “intensificó la frontera”, lo que significa que se pusieron mojones más seguidos para señalizar los límites.

http://www.pagina12.com.ar/diario/sociedad/subnotas/238779-66665-2014-01-30.html

martes, 21 de enero de 2014

Los poetas están muriendo: Juan Gelman (1930-2014)



El poeta de los ojos tristes
La Razón (Edición Impresa) / Juan Cruz - El País
00:00 / 19 de enero de 2014


Juan Gelman, el poeta de los ojos tristes, era capaz de arrancarse de madrugada a rasguear la guitarra; en tiempos en que su pesadilla era más grande, pues buscaba con ahínco pero sin esperanza a su nieta secuestrada en 1976 por los golpistas de Videla, la poesía y esos instantes de la noche le devolvían a la vida, como si se la prestaran. Esa larga historia que lo convirtió en huérfano de su hijo y en abuelo en perpetuo estado de incertidumbre lo llenó de pena, y “la pena”, dijo una vez con su enorme capacidad para la melancolía y el sarcasmo, “es un territorio muy amplio, probablemente argentino”. Él nunca se quitó de veras la pena.

Cuando en 2000 apareció la nieta, una joven que había vivido hasta entonces con un matrimonio al que se la entregaron los militares, se alivió la pesadumbre pero mantuvo su rastro. Fue mucho pesar, él lo llevó con la dignidad personal de un combatiente. A veces, cuando recitaba en público y aún existía esa sombra en su vida, cada verso era un esfuerzo y una rasgadura, como si llorara en voz baja. Por eso asombraba en esos instantes en que le robaba a alguien la guitarra que riera y cantara como si fuera otro.

Esa búsqueda de la nieta fue la razón mayor de su tristeza, pero nunca fue un hombre vencido. Ahora, consciente de la enfermedad que acabó con su vida, tuvo energía aún para desear a sus amigos un año menos difícil. Volvió del hospital, donde entró y salió desde el último noviembre, porque quiso que fuera en su casa donde dijera adiós a todo esto.

Nació en Argentina en 1930. El golpe de Estado de Videla lo condujo al exilio en México, de donde jamás quiso volver a su país. Su nuera esperaba una criatura cuando la secuestraron; de ella y del hijo de Gelman no se supo nunca más; el poeta estaba seguro de que la criatura vivía en alguna parte. La movilización mundial a favor de su lucha por encontrarla chocó durante años contra la inepcia del Vaticano, al que acudió, y de los gobiernos uruguayo y argentino, pero contó con el apoyo de sus escritores, periodistas y activistas. Sus amigos José Saramago y Eduardo Galeano presidieron una campaña mundial a favor de la búsqueda de la nieta; esa campaña se intensificó cuando por fin hubo noticias que daban fe de que la muchacha existía, y en 2000 al fin se produjo ese encuentro. Macarena Gelman tiene ahora 35 años y vive en Uruguay. Esa noche del reencuentro su amigo Mario Benedetti dijo: “Hablé con Juan y está de lo más feliz”.

Esa noticia fue para él la emoción más grande de su vida. Su poesía, irónica y secreta, escrita desde la melancolía, vivió momentos más claros; pero él siguió siendo el poeta de los ojos tristes que a veces ocultaba la risa tras el bigote poblado. Alto, desgarbado, Gelman caminaba dejando atrás, siempre, la estela del humo de su cigarrillo. Su voz tenía la cadencia del silencio; podía recitar ante miles, pero jamás levantó la voz. Últimamente había adelgazado mucho, de modo que cuando se desplazaba parecía que iba a volar tras el humo.

En el último mes de abril, cuando publicó su libro Hoy, de prosa poética, como muchos de los suyos, explicó aquí qué sintió cuando fue condenado uno de aquellos verdugos de su hijo. “Entre los culpables del asesinato de mi hijo había un general que fue condenado a prisión perpetua. Pero cuando dictaron la sentencia yo no sentí nada. Ni odio, ni alegría. Y me pregunté por qué, y eso me llevó a escribir, para preguntarme qué había pasado”. En esa conversación, Gelman resumió su disgusto con el papa Francisco, a quien había acudido cuando este era el obispo Bergoglio en busca de ayuda para encontrar a su hijo.

El obispo le dijo que no podía hacer nada, “pero ante la Justicia declaró otra cosa, que había hecho gestiones sin éxito”. Esa larga lucha (35 años buscando rastros de la vida de los suyos) no solo lo marcó como persona, sino que llenó de amargura y sarcasmo su escritura. Él tenía, decía, “la confianza lastimada”. También con respecto al porvenir del mundo. Ese hombre está en sus versos.

Ganó los principales premios de la literatura en español: el Rulfo, el Reina Sofía de poesía, el Cervantes (en 2007). Para él, la poesía era “una forma de resistencia”, pero ese compromiso civil no alteró su manera de ser poeta. ¿Hermético?, se preguntaba. “No, lo que hago es respetar al lector, obligarlo a que lea por dentro”. En el Ateneo de Madrid, en uno de sus tumultuosos recitales, siete años después del hallazgo de la nieta, leyó su poema padre de entonces como si fueran a temblar sus manos, sus ojos, él entero: “Así que has vuelto / como si hubiera pasado nada / como si el campo de concentración no / como si hace veintitrés años / que no escucho tu voz ni te veo / han vuelto el oso verde tú / sobre todo larguísimo y yo / padre de entonces / hemos vuelto a tu hijar incesante / en estos hierros que nunca terminan / ¿Ya nunca cesarán? / ya nunca cesarás de cesar / vuelves y vuelves / y te tengo que explicar que estás muerto”. La ovación compungida de la gente fue la confirmación de que el público y el poeta se leyeron por dentro.

Esa historia fue su vida: el hijo muerto, la hija muerta, la nieta en un paradero sobre el que él arañaba. Todo eso seguía vivo en su mirada, por tanto en esos versos, padre de entonces. Fue comunista, periodista y resistente, la sombra de esa historia no le permitió jamás olvidar esa militancia contra el olvido.Fue un resistente comprometido también con los cambios habidos en su país para revertir los efectos de la ley de punto final que había proclamado el presidente Alfonsín. Esa “impunidad espantosa” fue anulada por el presidente Kirchner y dio paso a las condenas de los represores, entre ellos los represores de su familia. Y desde ese punto de vista defendió en España al juez Garzón cuando este trató de perseguir el franquismo y restituir la dignidad de los perseguidos durante la dictadura. “No entiendo”, indicó entonces, “el castigo a Garzón por rastrear la memoria”.
Un día le pregunté quién era. Y él dijo:
—Quién sabe. Yo, no.


Foto: Cordópolis

 
Una poesía abundante, pero no de la abundancia
Rubén Vargas - Periodista
Juan Gelman fue un poeta abundante pero no un poeta de la abundancia. De lo primero dan fe las 1.328 páginas de su Poesía reunida publicada por Seix Barral a finales de 2012. Lo segundo lo podrá notar el lector que se aventure  por ese continente que es su obra. En sus libros —una treintena de títulos desde que en 1956 publicó Violín y otras cuestiones hasta Hoy, editado en 2013—, siempre falta algo. En sus poemas siempre ronda una usencia, algo se echa de menos. El mundo, se diría, está incompleto. Y esa incompletud —si es que acaso existe tal palabra— es la que hace necesario el poema, es la que justifica y da cierta urgencia a la escritura. Una escritura que sigue y se persigue, acosada por esa necesidad. Una poesía abundante, entonces, mas no de la abundancia.

Es posible que el señor Juan Gelman haya creído que la historia tiene algún sentido, que tiene un significado final o que se dirige a alguna parte. No en vano fue militante comunista primero y guerrillero montonero después.  Pero para el poeta Juan Gelman la historia no tiene esas certezas. La historia es, más bien, algo que está sucediendo ahora mismo delante de nuestras narices. Algo cuya materialidad y sensorialidad es quizás lo único absoluto. Y el poema lo puede testimoniar.

La abundante obra de Gelman ofrece muchas puertas de entrada. Me animo a señalar tres. Cólera buey (1964) y Los poemas de Sydney West (1969) son quizás lo mejor de su primera época. El poema como fábula, como invención. Lo que leemos son las traducciones de un supuesto poeta llamado Sidney West.

A mediados de los 80 Gelman escribió una serie de poemas en sefardí —venía de una familia judía ucraniana pero no sefardita— bajo el título de Dibaxu, que los publicó recién en 1994. Es quizá la expresión límite de la ausencia: escribir en una lengua desaparecida, como su hijo desaparecido.

Finalmente, en 2013 publicó Hoy, 300 breves poemas en prosa. Basta escucharlo a él mismo:  “Mire, le voy a contar algo que está en el origen del libro. Entre los culpables del asesinato de mi hijo había un general que fue condenado a prisión perpetua. Cuando dictaron la sentencia algunos jóvenes que ni siquiera habían vivido la dictadura saltaban de alegría. Pero yo no sentí nada. Ni odio, ni alegría ni nada. Y me pregunté por qué y eso me llevó a escribir, para explicarme qué había pasado”.

Cuatro poemas de Juan Gelman

Verdad es
Cada día
me acerco más a mi esqueleto.
Se está asomando con razón.
Lo metí en buenas y en feas sin preguntarle nada,
él siempre preguntándome, sin ver
cómo era la dicha o la desdicha,
sin quejarse, sin
distancias efímeras de mí.
Ahora que otea casi
el aire alrededor,
qué pensará la clavícula rota,
joya espléndida, rodillas
que arrastré sobre piedras
entre perdones falsos, etcétera.
Esqueleto saqueado, pronto
no estorbará tu vista ninguna veleidad.

Aguantarás el universo desnudo.

Dibaxu
Cuando esté muerto
oiré todavía
el temblor
de tu saya en el viento/alguien que leyó los versos
preguntó: “¿cómo así?/¿qué oirás? ¿qué temblor?/¿qué saya?/ ¿qué viento?”/le dije que callara/que se sentara en mi mesa/que bebiera mi vino/que escribiera estos versos:
“cuando esté muerto
oiré todavía
el temblor
de tu saya en el viento”/

El expulsado
Me echaron del palacio/
no me importó/
me desterraron de mi tierra/
caminé por la tierra/
me deportaron de mi lengua/
ella me acompañó/
me apartaste de vos/
y se me pegan los huesos/
me abrasan llamas vivas/
estoy expulsado de mí.

Regresos
La palabra que
cruzó el horror, ¿qué hace?
¿Pasa los campos del delirio
sin protección?¿Se amansa? ¿Se pudre?
¿No quiere tener alma?¿Amora todavía, torturada y violada,
tiene figuras remotas
donde un niño de espanto calla?
La palabra
que vuelve del horror, ¿lo nombra
en el infierno de su inocencia?


jueves, 16 de enero de 2014

EEUU implantó su vigilancia en miles de computadoras - La Razón

EEUU implantó su vigilancia en miles de computadoras - La Razón

 “Obama no es Martin Luther King. Antes de su elección, había prometido una verdadera transparencia en su forma de gobernar y le han puesto en evidencia las filtraciones de Snowden y Bradley Manning”, comentó el cineasta [Oliver Stone].




miércoles, 15 de enero de 2014

Kate del Castillo le responde a Lucero

Aforismo

ANTONIO PORCHIA: EL APOGEO DEL AFORISMO ( * )



POR ROBERTO JUARROZ ( ** )



La literatura fragmentaria pretende responder a la naturaleza misma de la vida y del mundo interior del hombre. Fragmentar alude, aun etimológicamente, a ruptura, partición, fractura, quiebra. El pensar y la realidad no constituyen fluencias homogéneas, sino crispados procesos donde priman las intermitencias, los saltos y los sobresaltos. En el fondo, toda lógica y todo discurso representan esfuerzos más o menos provocados y hasta artificiosos, empalmes de forzada continuidad, sistemas constructivos tercamente fraguados para desprenderse de la experiencia desnuda y discontinua.



La literatura fragmentaria prefiere la secuencia breve y concentrada, el trozo expresivo, los restos más valiosos que puedan salvarse del naufragio. Desconfía de la abundancia o el exceso de palabras y cree que algunas cosas, tal vez las más plenas, sólo pueden ser captadas enunciándolas sin mayor desarrollo, explicación, discurso o comentario. Supone que únicamente esa vía estrecha logra capturar la instantaneidad del pensar, de la visión creadora o de la iluminación mística, al no traicionar la momentaneidad quebradiza del fluir temporal. Y así el impacto de lo breve se asocia con el balbuceo primigenio y también con el sueño de una sabiduría no mediatizada. De eso se desprende un margen de desconfianza hacia la literatura y la filosofía en general, que al extender o estirar el pensamiento, la creación, la expresión, debilitarían su esencia.



No es raro que la literatura fragmentaria, bajo sus variadas formas (aforismos, sentencias, máximas, apotegmas, proverbios, refranes, adagios), haya estado presente en todas las épocas, desde los primeros textos religiosos y oraculares, la filosofía o poesía de los presocráticos y la sabiduría de Oriente, pasando por los dichos populares o los pensadores y moralistas franceses del siglo xvii, hasta abrir las puertas de la modernidad con Novalis y Nietzsche y manifestarse en nuestro siglo a través de nombres tan significativos y diferentes como Lec, Cioran o René Char. Esta irremplazabilidad del género lo sitúa junto a la poesía, como lo más cercano al silencio. Su condición es la rigurosa concentración, que está denunciando implícitamente la falta de necesidad de la mayor parte de cuanto se escribe. Su peligro es caer en la fórmula o la sentencia apodíctica y fácil, como también confundir la brevedad y la síntesis.



Lo cierto es que el aforismo, que constituye quizá la forma privilegiada de la literatura fragmentaria, ha ocupado siempre un lugar cuantitativamente escaso pero cualitativamente excepcional en el cuadro general de la historia de la literatura. Su ubicación no ha sido entonces marginal o ambigua, sino más bien central, aunque no abundante.



Contrariamente, la literatura del futuro podría brindar al aforismo y al fragmento una perspectiva más amplia y reconocida. Esta sospecha se basa en factores como los siguientes: 1) la modificación progresiva de la relación autor-lector y la aceleración creciente del tiempo de lectura; 2) la necesidad de responder a la breve disponibilidad del pensamiento y atención del hombre actual; 3) la revalorizaci6n consiguiente del lenguaje concentrado y la síntesis conceptual y poética; 4) la aparición de algunas obras aforísticas que parecen haber conjugado esos aspectos, aun sin proponérselo, pero con resultados tan inesperados como la edición de más de cien mil ejemplares del libro Voces, de Antonio Porchia.



Hemos dicho alguna vez que la figura más o menos tradicional del escritor, dotada de ciertas características y cualidades relativamente definidas, pierde su vigencia y se desintegra cuando nos encontramos con el caso ejemplarmente inhabitual de Antonio Porchia. La doble vertiente de su vida y su obra lo apartan de cualquier perspectiva prefijada y su captación exige por lo tanto someterse a puertas de la modernidad con Novalis y Nietzsche y manifestarse en nuestro siglo a través de nombres tan significativos y diferentes como Lec, Cioran o René Char. Esta irremplazabilidad del género lo sitúa junto a la poesía, como lo más cercano al silencio. Su condición es la rigurosa concentración, que está denunciando implícitamente la falta de necesidad de la mayor parte de cuanto se escribe. Su peligro es caer en la fórmula o la sentencia apodíctica y fácil, como también confundir la brevedad y la síntesis.



Aunque en cierto modo fue un enamorado de la vida, Porchia vivió casi como si no viviera. Y análogamente, aunque fue un amante del pensamiento y la palabra, escribió casi como si no escribiese. Si unimos esto a dos de sus rasgos más notables, la profundidad y la intensidad, tal vez quepa sospechar en él esa peculiar distancia interior donde en algunos raros hombres se hospedan con insólita fuerza el ser y el no ser de las cosas, Es probable que el reconocimiento de esa cortante dialéctica esencial, como punto de mira para interpretar el mundo y también como excepcional experiencia de sabiduría, constituya una de las claves fundamentales para comprender o recibir esta obra.



Ante esto, resulta comprensible que haya podido decirse de su autor que era uno de esos extraños hombres con rara salud total, rocas con geología propia, cuyo signo parece más agudo que el de la temporalidad. O también que se le haya evocado como un maestro que no parecía un maestro, un sabio que no parecía un sabio, un escritor que no parecía un escritor, un hombre que no parecía un hombre, sino más bien lo que podría llegar a ser un hombre, En esta línea escribió: Estoy tan poco en mí, que lo que hacen de mí, casi no me interesa.



Si hubiera que señalar algunas de las cualidades definitorias de su vida, aquellas que al combinarse configuraron su perfil diferente y único, sería preciso comenzar por la humildad. No por cierto una blandura asentidora, conformista y opaca, sino esa fuerza interior que ha aprendido a no exhibirse porque no pierde de vista la insignificancia del hombre en el universo, ni la simulación o el malentendido que se entretejen siempre con la aureola de toda supuesta grandeza. La humildad de Porchia conjugaba simultáneamente una actitud interior de profundo autoconocimiento y una serie de circunstancias y hechos exteriores de su propia vida. La primera suele generar muchos de sus pensamientos y tal vez subyazga en todos. Así afirma: El hombre es una cosa que aprenden los niños. Una cosa de niños. O también: Todo lo que es no es todo. Porque yo podría no ser. Y quién sabe cuánto podría no ser. Tal vez todo. O más cerca: El hombre es aire en el aire y para ser un punto en el aire necesita caer. O más terrible: Otra vez no quisiera nada. Ni una madre quisiera otra vez. O más terminante: En plena luz no somos ni una sombra. O más actual: El hombre es débil y cuando ejerce la profesión de fuerte es más débil. O más subjetivo: viéndome, me pregunto: ¿qué pretenden verse los demás?



Porchia nació en Calabria, Italia, en 1886, pero una serie de difíciles condiciones familiares lo trajeron muy joven, en 1901, a Buenos Aires, donde vivió hasta su muerte, en 1968. Se desempeñó allí como apuntador en el puerto, trabajó luego en una imprenta y en otras modestas ocupaciones, frecuentando durante muchos años los ambientes de pintores del barrio de La Boca. Allí parecía encontrarse en su casa, silencioso, sencillo, con una discreción parecida a la timidez. Debió posteriormente trasladarse a lugares más lejanos del centro de la ciudad, alargando así el itinerario del número creciente de amigos que no podía prescindir de reencontrarlo periódicamente y volver a constatar su extraña combinación de lucidez y bondad.



Visitarlo era un peregrinaje hacia la fuerza interior, hacia el pensamiento despierto y activo, hacia la verdadera inteligencia. Un peregrinaje hacia la profundidad, sin hieratismos ni formalidades, donde el encuentro se daba en una atmósfera de espontánea generosidad. Visitar a Porchia era tener el privilegio de vivir un poco la sabiduría y verla brotar de la humildad y la soledad como un fruto en el cual convergían con igual plenitud la sabiduría de la vida y la sabiduría del lenguaje, posiblemente inseparables en último término. Sorprendente concierto en un ser de relativa y hasta escasa cultura formal y en un tiempo en que la sabiduría es una dimensión casi perdida.



La profundidad y la extrema concentración se revelaban en Porchia como si en él se hubiera encarnado un abismo. Quien las compartía o por lo menos las soportaba, podía casi "ver" al espíritu por dentro. Era uno de esos pocos hombres que pueden ser para nosotros revelación e iniciación. Dialogar con él y observar cómo "modelaba" sus pensamientos transmitían simultáneamente una fortaleza y una altísima confianza, pero no sólo en relación con él, sino por una especie de reconocimiento más pleno de toda la realidad. Bien pudo decir: Lo profundo de mí es todo. Pero es todo sin yo. Es que todo lo que es profundo solamente es todo. Y agregó en otra parte: Lo hondo, visto con hondura, es superficie.



La vida y la obra de Porchia están señaladas también por la soledad, el apartamiento y la marginación. No se habita en vano el infinito, dentro de un mundo que lo escamotea y lo traiciona. La soledad es la ley del creador; el apartamiento es su situación o su condena inevitable; la marginaci6n es el resultado de no compaginar con los productos de la medianía y la superchería literarias, así como tampoco con las simulaciones y los estereotipos sociales. Adquieren así particular sentido sus aforismos sobre la soledad: Un hombre solo es mucho para un hombre solo. O también: El árbol está solo, la nube está sola. Todo está solo cuando yo estoy solo.



Hay en los aforismos de Porchia algo que no ha sido señalado a menudo: una veta de aparente negación metafísica, sosteniendo una afirmación existencial, que puede manifestarse alternativamente como nostalgia religiosa (Hace mucho que no pido nada al cielo y aún no han bajado mis brazos. (Dios mío, casi no he creído nunca en ti, pero siempre te he amado), piedad hacia el hombre (Donde hay una pequeña lámpara encendida, no enciendo la mía), fervor por las cosas (Puedo no mirar las flores, pero no cuando nadie las mira), reflexión sobre sí mismo (Como me hice, no volvería a hacerme. Tal vez volvería a hacerme como me deshago), rechazo de la aberración masificadora (Cien hombres, juntos, son la centésima parte de un hombre), intuición de la naturaleza íntima del encuentro y el desencuentro (Te ayudaré a venir si vienes y a no venir si no vienes). O reconocimiento ético del ser (Sí, trataré de ser. Porque creo que es orgullo no ser).



Y hay también en Porchia una zona de "temor y temblor" o "pensamientos de la caverna", como algunos amigos los llamamos alguna vez. Así, por ejemplo: A veces, de noche, enciendo una luz, para no ver. Y otro: No descubras, que puede no haber nada. Y nada no se vuelve a cubrir. Y otro: Y si nada se repite igual, todas las cosas son últimas casas. Y otro: Cuando se apagaron sus ojos, yo también vi una sombra.



Y se llega así a verdaderas audacias de pensamiento, que hacen tambalear o desafían casi provocativamente toda lógica: Cuando no se quiere lo imposible, no se quiere Llega a afirmar entonces cosas como esta: El no saber hacer supo hacer a Dios. O se arriesga en los laberínticos trasfondos del destino: Nadie puede no ir más allá. Y más allá hay un abismo. O roza la vigencia del no ser: Si me olvidase de lo que no he sido, me olvidaría de mí. Y toca los límites últimos: El razonar de la verdad es demencia.



Pero junto a todo esto, hay siempre en Porchia un regreso a un mundo de inusitada solidaridad con el hombre y las cosas, como cuando dice: No ves el río de llanto porque le falta una lágrima tuya. Y también: La pobreza ajena me basta para sentirme pobre; la mía no me basta. O este hallazgo de equilibrio moral: El bien que hacemos a quien no le debemos bien, lo debemos a quien nos lo hace. O este reconocimiento de equilibrio casi metafísico: Y si no hubiera luces que se apagan, las luces que se encienden no alumbrarían. O esta rotunda cláusula de equilibrio simplemente vital: Si sostienes, no si te sostienes, puedas creer que te sostienes.



Y como en un movimiento pendular, que recoge dramáticamente lo absurdo, lo contradictorio y lo antitético de la realidad, surge también a veces un acerado escepticismo, doloroso y casi cruel: Yo le pediría algo más a este mundo, si tuviese algo más este mundo. Es allí donde aparecen las más cruentas sospechas: A veces creo que el mal es todo y que el bien es sólo un bello deseo del mal. Es allí donde se desnuda la miseria del hombre: Te deben la vida y una caja de fósforos y quieren pagarte una caja de fósforos, porque no quieren deberte una caja de fósforos. Es allí donde se palpa sin lamentos el duro oficio de existir: Si nacen algunas flores, cuando no es primavera, no las dejes crecer. Y es allí donde se toca, casi abrumadoramente, el dolor humano: Hay caídos que no se levantan para no volver a caer.



Ante esta excepcional riqueza de pensamiento resulta doblemente sorprendente recordar que todo está contenido en una sola y única obra, publicada en varias series a partir de 1943, bajo el titulo de Voces. Porchia eligió este nombre, cargado de elementalidad, para designar estos breves fragmentos que anotó durante muchos años y sólo publicó por la insistencia de algunos de sus amigos. Hay algo en la profundidad y la proximidad de esas reflexiones que parece adquirir relieve propio y no caber en la tradicional denominación de "aforismo" aunque por otro lado parezcan acercarse más a este género, renovándolo, que a las máximas, los proverbios o las sentencias. Sus textos cortos y extremadamente concentrados, que rozan lo metafísico y lo poético, han hecho evocar algunas veces las más altas formas de los aforismos orientales y occidentales (Lao Tse, Upanishads, presocráticos, Novalis, Nietzsche, Lichtenberg, Lec, etcétera).







Parte Porchia de un hondo sentimiento de necesidad expresiva, entendida como necesidad de ser: Cuando digo lo que digo, es porque me ha vencido lo que digo. El lenguaje se inserta así, de inmediato, en la pura dimensión metafísica y se convierte en vehículo que parece trascender el ámbito habitual de lo literario, exponiendo al mismo tiempo la tensión que nace en la palabra por no poder desprenderse totalmente de¡ reclamo del silencio: Hablo pensando que no debiera hablar. Así hablo. Es probable que este pensamiento pueda servir como una especie de lema para toda la literatura fragmentaria.



Se ha dicho que la palabra de Porchia está extraordinariamente "cerca" de su pensamiento. Se la siente plásticamente moldeada a su contacto, sin anterioridad y sobre todo sin posterioridad de discurso, rodeada de silencio activo, sin comodines ni muletillas, palpables en tantos poemas que andan por ahí y hasta en algunos escritos de alta mística. Por eso su forma de aforismo, de breve núcleo entero, de rigurosa y esencial condensación, opuesta al fragmentarismo holgazán que simplemente elude cualquier esfuerzo de desarrollo. Se trata del proceso inverso: aquí el desarrollo tiene signo al revés. Casi nunca usa sinónimos; sabe que no hay sinónimos perfectos y también cuánto puede agregar a una palabra cierta pequeña variación de perspectiva en la frase. Se vale de un lenguaje casi en estado de inocencia, pero de inocencia final, donde cada término tiene algo de sagrado y único, sin borrosidad de desgaste, Habla como si fuese el primer hombre que hablara, pero lejos de la grandilocuencia y la profecía. Habla desde más allá del lenguaje, como si su voz no estuviera hecha de palabras. Podemos llegar a sospechar que si el hombre hubiese nacido inteligente, tal vez habría hablado así en la primera mañana del mundo.



André Breton y Roger Caillois (uno de sus descubridores y su primer traductor al francés) saludaron la obra de Porchia corno una nueva forma de pensamiento entrañable. Fue creciendo así el reconocimiento nacional y extranjero, por encima de interesadas y mezquinas postergaciones. Se sucedieron entonces las ediciones cada vez más amplias y las traducciones a diversos idiomas, entre las que cabe recordar especialmente las versiones al francés de Roger Callois (París, G.L.M., 1949) y Roger Munier (París, Fayard, 1979; con prólogo de Jorge Luis Borges y postfacio de Roberto Juarroz), así como la versión inglesa de W.S. Merwin (Chicago, Big Table Publishing Cornpany, 1969). Es probable que unos de los secretos de la creciente influencia de Porchia, tanto dentro del campo de la literatura argentina como en su irradiación a otros países, esté señalado por el título de uno de los primeros trabajos dedicados a analizar su obra: "una aproximación al lenguaje total. La visión y la palabra de Porchia se afirman en los planos últimos del ser y el no ser. Su profundidad no sólo justifica su obra, sino también al hombre y su vida. Sabe que el hombre es un clima de abismo y sólo habla en ese clima. Sabe que hay una palabra que es más que literatura, suprema caligrafía del hombre ante la muerte y el todo, sin mentes que no se resuelvan en espíritu, sin sonidos que se desentiendan del silencio. Habla por imperio de su vertical soledad de hombre y pone así en crisis, a fuerza de espíritu y lucidez, las categorías que habitualmente se oponen: realidad -irrealidad (Las cosas reales existen mientras les atribuimos virtudes o defectos de cosas irreales), posibilidad-imposibilidad (A quienes no tienen más posibles es justo que se le perdonen algunos imposibles), saber-inocencia (He sido para mí, discípulo y maestro. Y he sido un buen discípulo, pero un mal maestro), mal-bien (La bondad no es vida), ganancia-pérdida (Me enseñaron a ganarlo todo y no a perderlo todo. Y menos mal que yo me enseñe solo, a perderlo todo), poseer-carecer (Mi pobreza no es total: falto yo), dar-negar (No tienes nada y me darías un mundo. Te debo un mundo),libertad-riesgo (Todo juguete tiene derecho a romperse), ser-no ser (Si me dijeran que he muerto o que no he nacido, no dejaría de pensarlo), belleza-fealdad (Lo bello se halla removiendo escombros), verdad-hombre (Cuando tú y la verdad me hablan, no escucho a la verdad. Te escucho a ti). En la poesía, en la literatura, en el arte, en la filosofía, hay una vanguardia permanente, que no consiste en la ruptura o la experimentación primordialmente exterior, ni tampoco en el trastrueque intempestivo e insólito de las formas, sino en una penetración cada vez más aguda e inteligente, en una constante profundización, sin atenuantes ni pretextos, en la sustancia misma de la realidad y en la de su expresión, creación o invención siempre renovada. La obra de Antonio Porchia, ceñida y personalísima, representa una prueba testimonial de esa vanguardia permanente, que quizá podría denominarse también vanguardia interior. Más poeta y pensador, que literato y filósofo, tal vez la difícil palabra que mejor le corresponda a Porchia es sabiduría. Sus aforismos se afirman en esa zona de la expresión humana que sólo aparece cuando se armonizan cierta plenitud y originalidad de las formas con una actitud de fondo extrañamente próximas a las fuentes de la vida y el ser. Por eso no es suficiente señalar en Porchia la potenciación de un pensamiento casi virgen junto a una elementalidad o sencillez de abismo, ni siquiera enumerar rasgos estilísticos como la frecuentación de la antítesis, la repetición, la simetría o el paralelismo. Habría sí que acercarse con mayor ahínco a la estructura última de su expresión y aquello que la diferencia de otros aforistas. Pero habría que hablar más bien de una dura sinceridad de fondo y forma, de un disponible escepticismo entusiasta o de un espacio inusualmente abierto, espejo tal vez de nuestros cielos y llanuras. Y habría que recordar que coinciden en él una veta de singular dimensión metafísica y poética, una especie de tensa intemperie existencial y una inteligente y potente humanidad.



Si hay futuro, una parte de la literatura lo acompañara. En esa parte ocuparan un lugar de excepción los aforismos de Antonio Porchia.





(*) Fuente: "La fidelidad al relámpago, conversaciones con Roberto Juarroz"



Universidad de Mexico, Vol. XXXVIII, nueva epoca, num 16, Mexico Agosto de 1982



Daniel Gonzalez Dueñas y Alejandro Toledo

(**) Roberto Juarroz