Mientras en La Habana los presidentes de la región declaraban América Latina como zona de paz y la ONU se congratulaba con una cumbre de democracias capaces de resolver sus diferencias entre sí, surge una falsa polémica fronteriza entre Argentina y Bolivia como para demostrar que somos un país de marrulleros en busca de problemas. Dos cosas se pueden extraer de esto: las fuerzas armadas de la región no son impermeables a las sectas religiosas lo mismo que sectas políticas (ver caso IGlesia de los SAntos de los Ültimos Días --mormones--, adventistas, Halliburton y la presencia y peso que tienen al interior de la US Army, como ejemplo) y parece nomás un hecho innegable que hay presiones empresariales en torno al litio en Argentina, Chile y Bolivia (que tiene la mayor parte de las reservas). Para darnos una idea de lo que es capaz la oposición que enfrenta la señora presidente Cristina Fernández de Kirchner --y en su momento, también el presidente Evo Morales en Bolivia--.
CANCILLERIA EMITIO UN COMUNICADO
Versiones cruzadas por un presunto conflicto fronterizo con Bolivia
La Razón, Argentina
29 ENE 2014
18:01 Familias salteñas del Valle del Silencio denunciaron que autoridades bolivianas las intimaron a desalojar el lugar o cambiar su ciudadanía. Sin embargo, desde el Gobierno negaron que esa zona ahora haya quedado en territorio del país vecino y aseguraron que no hubo modificaciones en el límite internacional.
Dos versiones ante un mismo hecho. Al menos 50 familias salteñas que residen en el Valle del Silencio denunciaron que autoridades bolivianas las intimaron a desalojar el lugar o cambiar su ciudadanía. Sin embargo, desde el Gobierno nacional negaron que esa zona ahora haya quedado en territorio boliviano y aseguraron que no hubo modificaciones en el límite internacional con el país vecino.
"El límite internacional entre Argentina-Bolivia está determinado por el Tratado Definitivo de Límites del año 1925. No se ha modificado, ni existe ningún proyecto de hacerlo, el límite internacional como informan erróneamente algunos medios", sostuvo la Cancillería argentina.
El Ministerio de Relaciones Exteriores remarcó asimismo que "entre la República Argentina y el Estado Plurinacional de Bolivia no hay diferencias en materia de límites fronterizos".
El comunicado fue difundido luego de que el diario "El Tribuno" informó hoy que "más de 50 familias salteñas que residen en el denominado Valle del Silencio, un terreno que siempre se consideró argentino, fueron intimadas a abandonar el lugar por las autoridades de Bolivia, luego de que el límite fronterizo fuese modificado en unos 30 kilómetros en favor del estado presidido por Evo Morales".
De acuerdo al matutino, el conflicto ocurre en el departamento Santa Victoria Oeste de Salta. "Si bien la intimación recayó sobre 17 familias, el desplazamiento al sur de la frontera entre Bolivia y Argentina afecta a más de 50 familias y constituye la pérdida de por lo menos 600 kilómetros cuadrados de territorio nacional", advierte "El Tribuno".
Según esa versión, los pobladores del paraje Abra de Santa Cruz notaron que el hito fronterizo que estaba 32 kilómetros al norte ahora está a solo dos kilómetros de la escuela de la zona. La modificación, de acuerdo al periódico, se habría concretado en el mes de noviembre.
http://www.larazon.com.ar/economia/Versiones-presunto-conflicto-fronterizo-Bolivia_0_537600187.html
SIN ROCES
Bolivia también desmintió un conflicto limítrofe
El canciller boliviano David Choquehuanca negó que existan diferencias con la República Argentina por límites en la frontera entre el departamento boliviano de Tarija y la provincia de Salta. La noticia falsa difundida por varios medios despertó una ola de comentarios xenófobos de los lectores de esos diarios.
La Cancillería boliviana ratificó que está en vigor el tratado definitivo de límites de 1925 entre Bolivia y Argentina, países vecinos con una frontera común de 965 kilómetros. "Estos límites no han sido modificados, así como tampoco existe ningún proyecto de hacerlo", destaca el comunicado oficial.
Ya ayer el Ministerio de Relaciones Exteriores argentino había salido a desmentir una nota del diario salteño "El Tribuno" que luego fue replicada por varios diarios nacionales. El artículo denunciaba que unas 50 familias argentinas fueron intimadas por autoridades del departamento boliviano de Tarija a abandonar sus viviendas en Valle del Silencio, poblado que está en el límite de Argentina y Bolivia.
La Cancillería argentina remarcó que "entre la República Argentina y el Estado Plurinacional de Bolivia no hay diferencias en materia de límites fronterizos".
LA NOTICIA DE UN CONFLICTO LIMITROFE QUE NUNCA EXISTIO DESPERTO EXPRESIONES DE ODIO
De noticias falsas y xenofobia
La Cancillería desmintió cualquier modificación en los límites con Bolivia publicada por diarios y sitios nacionales. Centenares de lectores, mientras tanto, habían reclamado la deportación masiva de extranjeros.
Por Eduardo Videla
La publicación en varios medios de comunicación de un presunto conflicto de límites entre la Argentina y Bolivia, sin la correspondiente verificación con fuentes oficiales, no sólo obligó a la desmentida de los gobiernos de ambos países: antes había generado un torrente de expresiones xenófobas y racistas de los lectores de esos medios convocando a la deportación masiva de inmigrantes de la Argentina. La nota que detonó esas manifestaciones fue publicada por un diario de la provincia de Salta y reproducida por dos medios online de alcance nacional. Decía que habían corrido la frontera con Bolivia “30 kilómetros adentro del territorio salteño” y que las autoridades del país vecino pretendían desalojar a los habitantes argentinos que no adoptaran la nacionalidad boliviana. Desde La Habana, donde participa de la cumbre de la Celac, el canciller Héctor Timerman ratificó que “la frontera entre la Argentina y Bolivia fue establecida y definida en 1925 por un tratado”, que desde entonces “es la misma” y negó que haya un conflicto con ese país (ver recuadro).
La noticia fue publicada primero por El Tribuno, de Salta, y levantada luego por los portales Infobae y La Nación. Ninguno de los artículos citaba fuentes y sólo hacían referencia a vagos testimonios de pobladores no identificados. Pero fueron suficientes para que lectores lanzaran sin filtro sus expresiones más xenófobas, en muchos casos amparados en el anonimato, cuya lectura este diario quiere ahorrar a sus lectores.
También hubo reacciones políticas. El diputado nacional por el Frente Renovador, Alberto Assef, rechazó “en forma absoluta la actitud expansionista” de Bolivia. “Cómo son las cosas, Tarija debió ser argentina y ahora pretende arrebatar territorio de Salta”, comentó. Su par del PRO, Federico Pinedo, también se hizo eco de la información: “Vamos a pedir informes de que se entregaron 28 kilómetros de territorio a Bolivia”, tuiteó.
La Cancillería argentina salió al cruce de la información. Mediante un comunicado, ratificó el límite internacional entre la Argentina y Bolivia, que está determinado por el Tratado Definitivo de Límites del año 1925, que “no se ha modificado ni existe ningún proyecto de hacerlo, como informaron erróneamente algunos medios”. Subrayó además que entre ambos países “no hay diferencias en materia de límites fronterizos”.
La zona del supuesto conflicto es Abra de Santa Cruz, una zona de alta montaña ubicada en el departamento Santa Victoria Oeste, de Salta, en el límite con Bolivia. “La zona es habitada por pueblos originarios y campesinos, que se dedican mayormente al pastoreo y a la siembra”, contó a Página/12 Reina Sotillo, cónsul argentina en Villazón, quien viaja con frecuencia a esa zona.
Desde la embajada argentina en Bolivia ratificaron a este diario que “no se firmaron acuerdos con autoridades bolivianas que hubieran modificado o alterado de alguna forma los límites o los hitos existentes, y por lo tanto no se perdieron 600 kilómetros cuadrados de territorio argentino como fue erróneamente difundido por medios de comunicación, que no verificaron la información con fuentes oficiales”.
La embajada, a cargo de Ariel Basteiro, aclaró que no se corrió un hito demarcatorio, como se informó, sino que se colocó uno nuevo, entre dos existentes, para favorecer la demarcación en una zona donde no hay límites naturales ni físicos. “El límite en la zona Abra de Santa Cruz es un rectilíneo de muchos kilómetros que se acordó en el tratado de 1925 y desde esa fecha no se ha modificado”, explicó Magalí Gómez, vocera de la embajada. “Desde 1940, sobre la línea recta que es el límite entre los dos países, se colocaron seis hitos, de los cuales uno está ubicado en el cerro Peña Orko y otro en el cerro Mecoya, sin existir nunca un mojón ubicado 32 kilómetros al norte de Abra de Santa Cruz”, aclaró.
Según informó la embajada, el 28 de noviembre pasado “la Comisión Nacional de Límites (Conali), de la Argentina, completó la densificación de las señales sobre la línea recta limítrofe, colocando un séptimo hito en el sector Abra de Santa Cruz, dado que, por razones geográficas y climáticas, desde el valle del Río Santa Cruz no se pueden observar los hitos Peña Orko y cerro Mecoya”, los más cercanos, ubicados en la montaña.
Por último, informó que las autoridades argentinas están “en constante comunicación con los pobladores de la zona, no habiéndose constatado que en la región hubiesen sucedido los hechos difundidos por algunos medios de comunicación”.
Lo ratificó ante este diario la cónsul Reina Sotillo: “En 2012, las autoridades de Bolivia querían construir una escuela allí, pero no estaba claro dónde estaba el límite. Entonces se hicieron tomas satelitales y georreferencia para instalar el hito, que se colocó en noviembre. La escuela todavía no se hizo.” Según Sotillo, el pueblo más cercano a la frontera es Abra de Santa Cruz, en la Argentina, donde viven 190 familias, mientras que el asentamiento boliviano más cercano está a unos 50 kilómetros. “De todas maneras, hay familias entre ellos, sin importar las nacionalidades”, concluyó.
http://www.pagina12.com.ar/diario/sociedad/3-238779-2014-01-30.html
“No se modificaron los límites”
Por Victoria Ginzberg
Desde La Habana
El canciller Héctor Timerman desmintió que se hayan modificado los límites con Bolivia y ratificó que la frontera es la que fue determinada por el Tratado Definitivo de Límites del año 1925. “No se modificaron los límites, ni hay ningún proyecto para hacerlo. Ni hay un conflicto con Bolivia”, dijo ayer Timerman desde la cumbre de la Celac (Comunidad de Estados Latinoamericanos y Caribeños) que se realizaba en La Habana. “La frontera entre la Argentina y Bolivia fue establecida y definida en el año 1925 por un tratado entre los dos países, eso es inmodificable a menos que haya un nuevo tratado, y no hay ningún nuevo tratado”, reiteró el canciller, quien reveló que conversó con Evo Morales por este tema a raíz de algunas noticias que estaban llegando desde Buenos Aires y el presidente boliviano no tenía idea de a qué se refería y se mostró muy sorprendido. “Será por ignorancia o por deseo de crear conflictos donde no los hay”, dijo el canciller al ser interrogado acerca de por qué se habría generado esta información. De hecho, en noviembre pasado, explicó el ministro, se “intensificó la frontera”, lo que significa que se pusieron mojones más seguidos para señalizar los límites.
http://www.pagina12.com.ar/diario/sociedad/subnotas/238779-66665-2014-01-30.html
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jueves, 30 de enero de 2014
miércoles, 15 de enero de 2014
Aforismo
ANTONIO PORCHIA: EL APOGEO DEL AFORISMO ( * )
POR ROBERTO JUARROZ ( ** )
La literatura fragmentaria pretende responder a la naturaleza misma de la vida y del mundo interior del hombre. Fragmentar alude, aun etimológicamente, a ruptura, partición, fractura, quiebra. El pensar y la realidad no constituyen fluencias homogéneas, sino crispados procesos donde priman las intermitencias, los saltos y los sobresaltos. En el fondo, toda lógica y todo discurso representan esfuerzos más o menos provocados y hasta artificiosos, empalmes de forzada continuidad, sistemas constructivos tercamente fraguados para desprenderse de la experiencia desnuda y discontinua.
La literatura fragmentaria prefiere la secuencia breve y concentrada, el trozo expresivo, los restos más valiosos que puedan salvarse del naufragio. Desconfía de la abundancia o el exceso de palabras y cree que algunas cosas, tal vez las más plenas, sólo pueden ser captadas enunciándolas sin mayor desarrollo, explicación, discurso o comentario. Supone que únicamente esa vía estrecha logra capturar la instantaneidad del pensar, de la visión creadora o de la iluminación mística, al no traicionar la momentaneidad quebradiza del fluir temporal. Y así el impacto de lo breve se asocia con el balbuceo primigenio y también con el sueño de una sabiduría no mediatizada. De eso se desprende un margen de desconfianza hacia la literatura y la filosofía en general, que al extender o estirar el pensamiento, la creación, la expresión, debilitarían su esencia.
No es raro que la literatura fragmentaria, bajo sus variadas formas (aforismos, sentencias, máximas, apotegmas, proverbios, refranes, adagios), haya estado presente en todas las épocas, desde los primeros textos religiosos y oraculares, la filosofía o poesía de los presocráticos y la sabiduría de Oriente, pasando por los dichos populares o los pensadores y moralistas franceses del siglo xvii, hasta abrir las puertas de la modernidad con Novalis y Nietzsche y manifestarse en nuestro siglo a través de nombres tan significativos y diferentes como Lec, Cioran o René Char. Esta irremplazabilidad del género lo sitúa junto a la poesía, como lo más cercano al silencio. Su condición es la rigurosa concentración, que está denunciando implícitamente la falta de necesidad de la mayor parte de cuanto se escribe. Su peligro es caer en la fórmula o la sentencia apodíctica y fácil, como también confundir la brevedad y la síntesis.
Lo cierto es que el aforismo, que constituye quizá la forma privilegiada de la literatura fragmentaria, ha ocupado siempre un lugar cuantitativamente escaso pero cualitativamente excepcional en el cuadro general de la historia de la literatura. Su ubicación no ha sido entonces marginal o ambigua, sino más bien central, aunque no abundante.
Contrariamente, la literatura del futuro podría brindar al aforismo y al fragmento una perspectiva más amplia y reconocida. Esta sospecha se basa en factores como los siguientes: 1) la modificación progresiva de la relación autor-lector y la aceleración creciente del tiempo de lectura; 2) la necesidad de responder a la breve disponibilidad del pensamiento y atención del hombre actual; 3) la revalorizaci6n consiguiente del lenguaje concentrado y la síntesis conceptual y poética; 4) la aparición de algunas obras aforísticas que parecen haber conjugado esos aspectos, aun sin proponérselo, pero con resultados tan inesperados como la edición de más de cien mil ejemplares del libro Voces, de Antonio Porchia.
Hemos dicho alguna vez que la figura más o menos tradicional del escritor, dotada de ciertas características y cualidades relativamente definidas, pierde su vigencia y se desintegra cuando nos encontramos con el caso ejemplarmente inhabitual de Antonio Porchia. La doble vertiente de su vida y su obra lo apartan de cualquier perspectiva prefijada y su captación exige por lo tanto someterse a puertas de la modernidad con Novalis y Nietzsche y manifestarse en nuestro siglo a través de nombres tan significativos y diferentes como Lec, Cioran o René Char. Esta irremplazabilidad del género lo sitúa junto a la poesía, como lo más cercano al silencio. Su condición es la rigurosa concentración, que está denunciando implícitamente la falta de necesidad de la mayor parte de cuanto se escribe. Su peligro es caer en la fórmula o la sentencia apodíctica y fácil, como también confundir la brevedad y la síntesis.
Aunque en cierto modo fue un enamorado de la vida, Porchia vivió casi como si no viviera. Y análogamente, aunque fue un amante del pensamiento y la palabra, escribió casi como si no escribiese. Si unimos esto a dos de sus rasgos más notables, la profundidad y la intensidad, tal vez quepa sospechar en él esa peculiar distancia interior donde en algunos raros hombres se hospedan con insólita fuerza el ser y el no ser de las cosas, Es probable que el reconocimiento de esa cortante dialéctica esencial, como punto de mira para interpretar el mundo y también como excepcional experiencia de sabiduría, constituya una de las claves fundamentales para comprender o recibir esta obra.
Ante esto, resulta comprensible que haya podido decirse de su autor que era uno de esos extraños hombres con rara salud total, rocas con geología propia, cuyo signo parece más agudo que el de la temporalidad. O también que se le haya evocado como un maestro que no parecía un maestro, un sabio que no parecía un sabio, un escritor que no parecía un escritor, un hombre que no parecía un hombre, sino más bien lo que podría llegar a ser un hombre, En esta línea escribió: Estoy tan poco en mí, que lo que hacen de mí, casi no me interesa.
Si hubiera que señalar algunas de las cualidades definitorias de su vida, aquellas que al combinarse configuraron su perfil diferente y único, sería preciso comenzar por la humildad. No por cierto una blandura asentidora, conformista y opaca, sino esa fuerza interior que ha aprendido a no exhibirse porque no pierde de vista la insignificancia del hombre en el universo, ni la simulación o el malentendido que se entretejen siempre con la aureola de toda supuesta grandeza. La humildad de Porchia conjugaba simultáneamente una actitud interior de profundo autoconocimiento y una serie de circunstancias y hechos exteriores de su propia vida. La primera suele generar muchos de sus pensamientos y tal vez subyazga en todos. Así afirma: El hombre es una cosa que aprenden los niños. Una cosa de niños. O también: Todo lo que es no es todo. Porque yo podría no ser. Y quién sabe cuánto podría no ser. Tal vez todo. O más cerca: El hombre es aire en el aire y para ser un punto en el aire necesita caer. O más terrible: Otra vez no quisiera nada. Ni una madre quisiera otra vez. O más terminante: En plena luz no somos ni una sombra. O más actual: El hombre es débil y cuando ejerce la profesión de fuerte es más débil. O más subjetivo: viéndome, me pregunto: ¿qué pretenden verse los demás?
Porchia nació en Calabria, Italia, en 1886, pero una serie de difíciles condiciones familiares lo trajeron muy joven, en 1901, a Buenos Aires, donde vivió hasta su muerte, en 1968. Se desempeñó allí como apuntador en el puerto, trabajó luego en una imprenta y en otras modestas ocupaciones, frecuentando durante muchos años los ambientes de pintores del barrio de La Boca. Allí parecía encontrarse en su casa, silencioso, sencillo, con una discreción parecida a la timidez. Debió posteriormente trasladarse a lugares más lejanos del centro de la ciudad, alargando así el itinerario del número creciente de amigos que no podía prescindir de reencontrarlo periódicamente y volver a constatar su extraña combinación de lucidez y bondad.
Visitarlo era un peregrinaje hacia la fuerza interior, hacia el pensamiento despierto y activo, hacia la verdadera inteligencia. Un peregrinaje hacia la profundidad, sin hieratismos ni formalidades, donde el encuentro se daba en una atmósfera de espontánea generosidad. Visitar a Porchia era tener el privilegio de vivir un poco la sabiduría y verla brotar de la humildad y la soledad como un fruto en el cual convergían con igual plenitud la sabiduría de la vida y la sabiduría del lenguaje, posiblemente inseparables en último término. Sorprendente concierto en un ser de relativa y hasta escasa cultura formal y en un tiempo en que la sabiduría es una dimensión casi perdida.
La profundidad y la extrema concentración se revelaban en Porchia como si en él se hubiera encarnado un abismo. Quien las compartía o por lo menos las soportaba, podía casi "ver" al espíritu por dentro. Era uno de esos pocos hombres que pueden ser para nosotros revelación e iniciación. Dialogar con él y observar cómo "modelaba" sus pensamientos transmitían simultáneamente una fortaleza y una altísima confianza, pero no sólo en relación con él, sino por una especie de reconocimiento más pleno de toda la realidad. Bien pudo decir: Lo profundo de mí es todo. Pero es todo sin yo. Es que todo lo que es profundo solamente es todo. Y agregó en otra parte: Lo hondo, visto con hondura, es superficie.
La vida y la obra de Porchia están señaladas también por la soledad, el apartamiento y la marginación. No se habita en vano el infinito, dentro de un mundo que lo escamotea y lo traiciona. La soledad es la ley del creador; el apartamiento es su situación o su condena inevitable; la marginaci6n es el resultado de no compaginar con los productos de la medianía y la superchería literarias, así como tampoco con las simulaciones y los estereotipos sociales. Adquieren así particular sentido sus aforismos sobre la soledad: Un hombre solo es mucho para un hombre solo. O también: El árbol está solo, la nube está sola. Todo está solo cuando yo estoy solo.
Hay en los aforismos de Porchia algo que no ha sido señalado a menudo: una veta de aparente negación metafísica, sosteniendo una afirmación existencial, que puede manifestarse alternativamente como nostalgia religiosa (Hace mucho que no pido nada al cielo y aún no han bajado mis brazos. (Dios mío, casi no he creído nunca en ti, pero siempre te he amado), piedad hacia el hombre (Donde hay una pequeña lámpara encendida, no enciendo la mía), fervor por las cosas (Puedo no mirar las flores, pero no cuando nadie las mira), reflexión sobre sí mismo (Como me hice, no volvería a hacerme. Tal vez volvería a hacerme como me deshago), rechazo de la aberración masificadora (Cien hombres, juntos, son la centésima parte de un hombre), intuición de la naturaleza íntima del encuentro y el desencuentro (Te ayudaré a venir si vienes y a no venir si no vienes). O reconocimiento ético del ser (Sí, trataré de ser. Porque creo que es orgullo no ser).
Y hay también en Porchia una zona de "temor y temblor" o "pensamientos de la caverna", como algunos amigos los llamamos alguna vez. Así, por ejemplo: A veces, de noche, enciendo una luz, para no ver. Y otro: No descubras, que puede no haber nada. Y nada no se vuelve a cubrir. Y otro: Y si nada se repite igual, todas las cosas son últimas casas. Y otro: Cuando se apagaron sus ojos, yo también vi una sombra.
Y se llega así a verdaderas audacias de pensamiento, que hacen tambalear o desafían casi provocativamente toda lógica: Cuando no se quiere lo imposible, no se quiere Llega a afirmar entonces cosas como esta: El no saber hacer supo hacer a Dios. O se arriesga en los laberínticos trasfondos del destino: Nadie puede no ir más allá. Y más allá hay un abismo. O roza la vigencia del no ser: Si me olvidase de lo que no he sido, me olvidaría de mí. Y toca los límites últimos: El razonar de la verdad es demencia.
Pero junto a todo esto, hay siempre en Porchia un regreso a un mundo de inusitada solidaridad con el hombre y las cosas, como cuando dice: No ves el río de llanto porque le falta una lágrima tuya. Y también: La pobreza ajena me basta para sentirme pobre; la mía no me basta. O este hallazgo de equilibrio moral: El bien que hacemos a quien no le debemos bien, lo debemos a quien nos lo hace. O este reconocimiento de equilibrio casi metafísico: Y si no hubiera luces que se apagan, las luces que se encienden no alumbrarían. O esta rotunda cláusula de equilibrio simplemente vital: Si sostienes, no si te sostienes, puedas creer que te sostienes.
Y como en un movimiento pendular, que recoge dramáticamente lo absurdo, lo contradictorio y lo antitético de la realidad, surge también a veces un acerado escepticismo, doloroso y casi cruel: Yo le pediría algo más a este mundo, si tuviese algo más este mundo. Es allí donde aparecen las más cruentas sospechas: A veces creo que el mal es todo y que el bien es sólo un bello deseo del mal. Es allí donde se desnuda la miseria del hombre: Te deben la vida y una caja de fósforos y quieren pagarte una caja de fósforos, porque no quieren deberte una caja de fósforos. Es allí donde se palpa sin lamentos el duro oficio de existir: Si nacen algunas flores, cuando no es primavera, no las dejes crecer. Y es allí donde se toca, casi abrumadoramente, el dolor humano: Hay caídos que no se levantan para no volver a caer.
Ante esta excepcional riqueza de pensamiento resulta doblemente sorprendente recordar que todo está contenido en una sola y única obra, publicada en varias series a partir de 1943, bajo el titulo de Voces. Porchia eligió este nombre, cargado de elementalidad, para designar estos breves fragmentos que anotó durante muchos años y sólo publicó por la insistencia de algunos de sus amigos. Hay algo en la profundidad y la proximidad de esas reflexiones que parece adquirir relieve propio y no caber en la tradicional denominación de "aforismo" aunque por otro lado parezcan acercarse más a este género, renovándolo, que a las máximas, los proverbios o las sentencias. Sus textos cortos y extremadamente concentrados, que rozan lo metafísico y lo poético, han hecho evocar algunas veces las más altas formas de los aforismos orientales y occidentales (Lao Tse, Upanishads, presocráticos, Novalis, Nietzsche, Lichtenberg, Lec, etcétera).
Parte Porchia de un hondo sentimiento de necesidad expresiva, entendida como necesidad de ser: Cuando digo lo que digo, es porque me ha vencido lo que digo. El lenguaje se inserta así, de inmediato, en la pura dimensión metafísica y se convierte en vehículo que parece trascender el ámbito habitual de lo literario, exponiendo al mismo tiempo la tensión que nace en la palabra por no poder desprenderse totalmente de¡ reclamo del silencio: Hablo pensando que no debiera hablar. Así hablo. Es probable que este pensamiento pueda servir como una especie de lema para toda la literatura fragmentaria.
Se ha dicho que la palabra de Porchia está extraordinariamente "cerca" de su pensamiento. Se la siente plásticamente moldeada a su contacto, sin anterioridad y sobre todo sin posterioridad de discurso, rodeada de silencio activo, sin comodines ni muletillas, palpables en tantos poemas que andan por ahí y hasta en algunos escritos de alta mística. Por eso su forma de aforismo, de breve núcleo entero, de rigurosa y esencial condensación, opuesta al fragmentarismo holgazán que simplemente elude cualquier esfuerzo de desarrollo. Se trata del proceso inverso: aquí el desarrollo tiene signo al revés. Casi nunca usa sinónimos; sabe que no hay sinónimos perfectos y también cuánto puede agregar a una palabra cierta pequeña variación de perspectiva en la frase. Se vale de un lenguaje casi en estado de inocencia, pero de inocencia final, donde cada término tiene algo de sagrado y único, sin borrosidad de desgaste, Habla como si fuese el primer hombre que hablara, pero lejos de la grandilocuencia y la profecía. Habla desde más allá del lenguaje, como si su voz no estuviera hecha de palabras. Podemos llegar a sospechar que si el hombre hubiese nacido inteligente, tal vez habría hablado así en la primera mañana del mundo.
André Breton y Roger Caillois (uno de sus descubridores y su primer traductor al francés) saludaron la obra de Porchia corno una nueva forma de pensamiento entrañable. Fue creciendo así el reconocimiento nacional y extranjero, por encima de interesadas y mezquinas postergaciones. Se sucedieron entonces las ediciones cada vez más amplias y las traducciones a diversos idiomas, entre las que cabe recordar especialmente las versiones al francés de Roger Callois (París, G.L.M., 1949) y Roger Munier (París, Fayard, 1979; con prólogo de Jorge Luis Borges y postfacio de Roberto Juarroz), así como la versión inglesa de W.S. Merwin (Chicago, Big Table Publishing Cornpany, 1969). Es probable que unos de los secretos de la creciente influencia de Porchia, tanto dentro del campo de la literatura argentina como en su irradiación a otros países, esté señalado por el título de uno de los primeros trabajos dedicados a analizar su obra: "una aproximación al lenguaje total. La visión y la palabra de Porchia se afirman en los planos últimos del ser y el no ser. Su profundidad no sólo justifica su obra, sino también al hombre y su vida. Sabe que el hombre es un clima de abismo y sólo habla en ese clima. Sabe que hay una palabra que es más que literatura, suprema caligrafía del hombre ante la muerte y el todo, sin mentes que no se resuelvan en espíritu, sin sonidos que se desentiendan del silencio. Habla por imperio de su vertical soledad de hombre y pone así en crisis, a fuerza de espíritu y lucidez, las categorías que habitualmente se oponen: realidad -irrealidad (Las cosas reales existen mientras les atribuimos virtudes o defectos de cosas irreales), posibilidad-imposibilidad (A quienes no tienen más posibles es justo que se le perdonen algunos imposibles), saber-inocencia (He sido para mí, discípulo y maestro. Y he sido un buen discípulo, pero un mal maestro), mal-bien (La bondad no es vida), ganancia-pérdida (Me enseñaron a ganarlo todo y no a perderlo todo. Y menos mal que yo me enseñe solo, a perderlo todo), poseer-carecer (Mi pobreza no es total: falto yo), dar-negar (No tienes nada y me darías un mundo. Te debo un mundo),libertad-riesgo (Todo juguete tiene derecho a romperse), ser-no ser (Si me dijeran que he muerto o que no he nacido, no dejaría de pensarlo), belleza-fealdad (Lo bello se halla removiendo escombros), verdad-hombre (Cuando tú y la verdad me hablan, no escucho a la verdad. Te escucho a ti). En la poesía, en la literatura, en el arte, en la filosofía, hay una vanguardia permanente, que no consiste en la ruptura o la experimentación primordialmente exterior, ni tampoco en el trastrueque intempestivo e insólito de las formas, sino en una penetración cada vez más aguda e inteligente, en una constante profundización, sin atenuantes ni pretextos, en la sustancia misma de la realidad y en la de su expresión, creación o invención siempre renovada. La obra de Antonio Porchia, ceñida y personalísima, representa una prueba testimonial de esa vanguardia permanente, que quizá podría denominarse también vanguardia interior. Más poeta y pensador, que literato y filósofo, tal vez la difícil palabra que mejor le corresponda a Porchia es sabiduría. Sus aforismos se afirman en esa zona de la expresión humana que sólo aparece cuando se armonizan cierta plenitud y originalidad de las formas con una actitud de fondo extrañamente próximas a las fuentes de la vida y el ser. Por eso no es suficiente señalar en Porchia la potenciación de un pensamiento casi virgen junto a una elementalidad o sencillez de abismo, ni siquiera enumerar rasgos estilísticos como la frecuentación de la antítesis, la repetición, la simetría o el paralelismo. Habría sí que acercarse con mayor ahínco a la estructura última de su expresión y aquello que la diferencia de otros aforistas. Pero habría que hablar más bien de una dura sinceridad de fondo y forma, de un disponible escepticismo entusiasta o de un espacio inusualmente abierto, espejo tal vez de nuestros cielos y llanuras. Y habría que recordar que coinciden en él una veta de singular dimensión metafísica y poética, una especie de tensa intemperie existencial y una inteligente y potente humanidad.
Si hay futuro, una parte de la literatura lo acompañara. En esa parte ocuparan un lugar de excepción los aforismos de Antonio Porchia.
(*) Fuente: "La fidelidad al relámpago, conversaciones con Roberto Juarroz"
Universidad de Mexico, Vol. XXXVIII, nueva epoca, num 16, Mexico Agosto de 1982
Daniel Gonzalez Dueñas y Alejandro Toledo
(**) Roberto Juarroz
sábado, 30 de enero de 2010
AL, historia de la filosofía
El investigador y varios expertos documentan en un libro siete siglos de esa disciplina en AL
Por primera vez, la historia de la filosofía será mundial, afirma Enrique Dussel
A quienes aseveran que la región carece de pensamiento, que me refuten, pide el estudioso
En 20 o 30 años empezará un diálogo multicultural, no sólo con Kant, Hegel y Heidegger
Arturo García Hernández
Periódico La Jornada
Sábado 30 de enero de 2010, p. 5
Por primera vez, la historia de la filosofía será mundial, afirma Enrique Dussel
A quienes aseveran que la región carece de pensamiento, que me refuten, pide el estudioso
En 20 o 30 años empezará un diálogo multicultural, no sólo con Kant, Hegel y Heidegger
Arturo García Hernández
Periódico La Jornada
Sábado 30 de enero de 2010, p. 5
El filósofo Enrique Dussel y un equipo internacional de especialistas acaban de publicar un libro que se espera que sea un parteaguas en la historia de las ideas en América Latina y que tendrá repercusión en todo el mundo. Se trata de El pensamiento filosófico latinoamericano, del Caribe y latino, que documenta siete siglos de filosofía en la región, del año 1300 al 2000.
“Muchos han dicho –habla Dussel en entrevista– que no hay filosofía en América Latina. Ahora con este libro yo les digo: refútenme esto, aquí hay tesis duras y probadas, escriban otro librito así (más de mil 100 páginas) para decirme que no la hay.”
El volumen, publicado por Siglo XXI, está dividido en cuatro partes: Historia, Corrientes, Temas y Filósofos. En la edición del proyecto Dussel contó con la colaboración de Eduardo Mendieta y Carmen Bohórquez; asimismo participaron los comités de Honor y Editor, integrados por especialistas de distintos países.
La primera parte empieza con “el pensamiento amerindio de los pueblos originarios, que es una de las novedades, porque cuando unos dicen que no hay filosofía, lo cual es un problema a debatir, yo les digo que hay grandes pensadores, hombres que aman la sabiduría, cumplen con la etimología en un sentido amplio.
Después tenemos grandes periodos en la época colonial, como la reacción ante la conquista, que es muy poco estudiada.
Un ejemplo que entusiasma al autor de Método para una filosofía de la liberación es el jesuita Antonio Rubio, un gran comentarista de Aristóteles, autor del libro Lógica mexicana, quien entre los siglos XVI y XVII tuvo gran reconocimiento en Europa: hizo escolástica moderna de muy alto nivel, fue profesor de la Universidad de México allá por 1590. Cuando Descartes entró al colegio jesuita Le Fleche, estudió su curso de lógica en Rubio, un filósofo mexicano.
Otro periodo registrado en la primera parte es la filosofía ante la edad madura, que comprende los siglos XVIII y XIX.
La segunda parte del volumen está dedicada a las corrientes filosóficas del siglo XX, 16 en total, entre los que Dussel destaca a los antipositivistas, los fenomenológicos, la filosofía cristiana, filosofía de la ciencia, filosofía analítica, filosofía de la revolución y marxista: “parto desde Martí, incluyo a los grandes marxistas, desde Mariátegui hasta Sánchez Vázquez.
Y no faltan el Che Guevara, el subcomandante Marcos y Evo Morales: Les va a dar el patatús a algunos, pero ellos también son grandes pensadores políticos y han hecho algún aporte.
Dussel alude así a los filósofos abstractos, quienes “dicen que la filosofía es lógica y no tiene nada que ver con la política; estudian a Hegel, Kant, Marx y los comentan, pero yo pienso que puedo estudiar a Hegel, Kant y Marx como un instrumento para pensar la realidad estética, política, antropológica, la que sea.
Yo tenía un maestro que decía: la filosofía no estudia a la filosofía, estudia la realidad, estudia la filosofía como instrumento pero no se queda en el método. Si yo tengo un cuchillo para cortar carne tengo que afilarlo, ese es el método, pero algunos se pasan afilando el cuchillo hasta que se lo terminan y nunca cortan carne.
Y entre las corrientes filosóficas latinoamericanas del siglo XX, se incluye otra novedad: los filósofos latinos en Estados Unidos.
La tercera parte de El pensamiento filosófico latinoamericano… se refiere a los grandes temas abordados por los pensadores de la región: la ética, la estética, la ontología, la religión, la economía, la pedagogía, filosofía para niños, filosofía intercultural, entre otros.

Enrique Dussel, colaborador de La Jornada y editor del libro El pensamiento filosófico latinoamericano, del Caribe y latino (1300-2000), ayer, antes de la presentación del volumen en la UNAMFoto Roberto García Ortiz
“Muchos han dicho –habla Dussel en entrevista– que no hay filosofía en América Latina. Ahora con este libro yo les digo: refútenme esto, aquí hay tesis duras y probadas, escriban otro librito así (más de mil 100 páginas) para decirme que no la hay.”
El volumen, publicado por Siglo XXI, está dividido en cuatro partes: Historia, Corrientes, Temas y Filósofos. En la edición del proyecto Dussel contó con la colaboración de Eduardo Mendieta y Carmen Bohórquez; asimismo participaron los comités de Honor y Editor, integrados por especialistas de distintos países.
La primera parte empieza con “el pensamiento amerindio de los pueblos originarios, que es una de las novedades, porque cuando unos dicen que no hay filosofía, lo cual es un problema a debatir, yo les digo que hay grandes pensadores, hombres que aman la sabiduría, cumplen con la etimología en un sentido amplio.
Después tenemos grandes periodos en la época colonial, como la reacción ante la conquista, que es muy poco estudiada.
Un ejemplo que entusiasma al autor de Método para una filosofía de la liberación es el jesuita Antonio Rubio, un gran comentarista de Aristóteles, autor del libro Lógica mexicana, quien entre los siglos XVI y XVII tuvo gran reconocimiento en Europa: hizo escolástica moderna de muy alto nivel, fue profesor de la Universidad de México allá por 1590. Cuando Descartes entró al colegio jesuita Le Fleche, estudió su curso de lógica en Rubio, un filósofo mexicano.
Otro periodo registrado en la primera parte es la filosofía ante la edad madura, que comprende los siglos XVIII y XIX.
La segunda parte del volumen está dedicada a las corrientes filosóficas del siglo XX, 16 en total, entre los que Dussel destaca a los antipositivistas, los fenomenológicos, la filosofía cristiana, filosofía de la ciencia, filosofía analítica, filosofía de la revolución y marxista: “parto desde Martí, incluyo a los grandes marxistas, desde Mariátegui hasta Sánchez Vázquez.
Y no faltan el Che Guevara, el subcomandante Marcos y Evo Morales: Les va a dar el patatús a algunos, pero ellos también son grandes pensadores políticos y han hecho algún aporte.
Dussel alude así a los filósofos abstractos, quienes “dicen que la filosofía es lógica y no tiene nada que ver con la política; estudian a Hegel, Kant, Marx y los comentan, pero yo pienso que puedo estudiar a Hegel, Kant y Marx como un instrumento para pensar la realidad estética, política, antropológica, la que sea.
Yo tenía un maestro que decía: la filosofía no estudia a la filosofía, estudia la realidad, estudia la filosofía como instrumento pero no se queda en el método. Si yo tengo un cuchillo para cortar carne tengo que afilarlo, ese es el método, pero algunos se pasan afilando el cuchillo hasta que se lo terminan y nunca cortan carne.
Y entre las corrientes filosóficas latinoamericanas del siglo XX, se incluye otra novedad: los filósofos latinos en Estados Unidos.
La tercera parte de El pensamiento filosófico latinoamericano… se refiere a los grandes temas abordados por los pensadores de la región: la ética, la estética, la ontología, la religión, la economía, la pedagogía, filosofía para niños, filosofía intercultural, entre otros.

Enrique Dussel, colaborador de La Jornada y editor del libro El pensamiento filosófico latinoamericano, del Caribe y latino (1300-2000), ayer, antes de la presentación del volumen en la UNAMFoto Roberto García Ortiz
La cuarta parte está integrada por fichas de 200 filósofos latinoamericanos de todas las corrientes, elaboradas por especialistas, sintéticas, con una breve bibliografía de cada autor. Es una información que no existe en otra parte.
Fue una tarea complicada escoger sólo 200, cuando en Brasil, por ejemplo, se puede hablar de 300 filósofos; en México y Argentina, de 200 en cada uno: Grandes filósofos, que tienen obra, no son improvisados.
Una de las primeras consecuencias de tan ambicioso proyecto de Dussel, será precisamente propiciar el conocimiento mutuo entre filósofos de la región, porque actualmente sucede que aquí no se conoce nada de Brasil, ni allá de México o Argentina, Uruguay, Chile, Paraguay, Bolivia, Perú, Ecuador, Colombia, Venezuela, Centroamérica y el Caribe.
Fue una tarea complicada escoger sólo 200, cuando en Brasil, por ejemplo, se puede hablar de 300 filósofos; en México y Argentina, de 200 en cada uno: Grandes filósofos, que tienen obra, no son improvisados.
Una de las primeras consecuencias de tan ambicioso proyecto de Dussel, será precisamente propiciar el conocimiento mutuo entre filósofos de la región, porque actualmente sucede que aquí no se conoce nada de Brasil, ni allá de México o Argentina, Uruguay, Chile, Paraguay, Bolivia, Perú, Ecuador, Colombia, Venezuela, Centroamérica y el Caribe.
Por una visión de conjunto
Hace 40 años surgió en Enrique Dussel la idea de contar esta historia: No teníamos una visión de conjunto de nuestro pensamiento filosófico, de lo que se ha pensado en el continente; los estudiantes piensan que la filosofía es europea o estadunidense, ahora se van a dar cuenta de que siempre ha habido autores que desconocen y de los que hay que hacerse cargo.
El entrevistado sostiene: Estamos en una nueva edad de la historia de la filosofía. Por primera vez esa historia va a ser mundial, y en 20 o 30 años vamos a empezar a conocer a todos los grandes filósofos de todas las culturas, va a empezar un diálogo multicultural en el que no van a estar sólo Kant, Hegel y Heidegger, sino que vamos a empezar a conocer a los grandes filósofos japoneses, chinos, africanos, y vamos a darles igual dignidad a todos.
En ese sentido, El pensamiento filosófico latinoamericano… es para decirles a los latinoamericanos: nosotros también tenemos que entrarle a ese diálogo y esta es nuestra biografía.
Según el profesor del Departamento de Filosofía de la Universidad Autónoma Metropolitana, el impacto a escala mundial será mayor cuando aparezca la edición en inglés –actualmente en preparación– entonces, los africanos, los asiáticos, los europeos, van a poder leerlo y dirán: así que los latinoamericanos tenían una filosofía; va a ser un cañonazo.
Esto respaldará a los filósofos latinoamericanos como interlocutores de los estadunidenses y los europeos. Ilustra la afirmación con una anécdota: en octubre pasado fue invitado, junto con Eduardo Hurtado, a un diálogo con filósofos estadunidenses. Dussel les dijo: “Para dialogar entre nosotros, tenemos que conocernos; nosotros los conocemos a ustedes, pero ustedes no nos conocen a nosotros.
Me dediqué hora y media a hablar de la filosofía en Latinoamérica antes y después de la llegada de los Pilgrims (primeros colonizadores ingleses en llegar a lo que hoy es Estados Unidos).
Ignoraban eso, subraya el entrevistado, como ignoran que la primera universidad construida en el continente no es la de Harvard, sino la de Santo Domingo.
Al final del diálogo, un filósofo, profesor universitario, viejo como yo, se acercó y me dijo: hoy he aprendido muchísimo. Yo sabía que le había hecho un hueco. Entonces hay que decirles, sí, de acuerdo, somos pobres, pero en cuestión de cultura vamos a ver.
Presentaron en la UNAM el volumen con las tesis de pensadores del subcontinente
Deplora el académico el desdén en Estados Unidos por el pensamiento latinoamericano
Arturo García Hernández
Periódico La Jornada
Sábado 30 de enero de 2010, p. 5
Nezahualcóyotl, el rey poeta de Texcoco, escribió textos tan hermosos y profundos como lo hicieron Parménides o Heráclito. Si a éstos se les da el estatuto de filósofos, Nezahualcóyotl ciertamente fue un filósofo. Si etimológicamente la filosofía es amor a la sabiduría, Nezahualcóyotl amaba la sabiduría. Decir que filosofía sólo es la que se hizo en Grecia, e ignorar a la china, indostánica o latinoamericana es de un eurocentrismo inaceptable.
El filósofo Enrique Dussel sostuvo lo anterior durante la presentación del libro El pensamiento filosófico latinoamericano, del Caribe y latino (1300-2000), la tarde la jueves, como parte las actividades estelares del 15 Congreso Internacional de Filosofía que efectuó en la Coordinación de Humanidades de la Universidad Nacional Autónoma de México.
Luego de hacer una descripción del contenido de la obra, que contó con la participación de cien autores, Dussel habló de la importancia de elaborar una historia de la filosofía en Latinoamérica para contrarrestar la ignorancia que de ella se tiene en las metrópolis.
Contó el caso de Randal Collins, autor estadunidense de una obra muy hermosa que habla de la filosofía china, indostana, árabe, pero no dedica ni una línea a la de América Latina; Cuando presentó el libro en Chicago, un alumno nuestro que estaba ahí le preguntó por qué no había puesto nada de América Latina, aquel hombre que tiene miles de fichas dijo: ¿hay filosofía en América Latina?
Ahora que se publicó El pensamiento filosófico latinoamericano, del Caribe y latino (1300-200), Dussel le escribió: Le dije, hemos escrito un libro para llenar el vacío de su libro y me contestó: enviémelo.
También expuso que el índice de la obra le fue presentado para a una editorial estadunidense para su publicación en inglés, pero ésta lo rechazó. No obstante, aseguró, acaba de publicar un libro con el mismo índice que le entregamos, pero con autores diferentes.
En la presentación también participó Eduardo Mendieta, filósofo estadunidense, colaborador de Dussel, junto a Carmen Bohórquez, en la edición del volumen.
En respaldo de los testimonios de Dussel sobre la ignorancia y menosprecio que hay en Estados Unidos hacia el pensamiento latinoamericano, Mendieta relató las dificultades que enfrentó para abordar la filosofía latinoamericana en ámbitos académicos estadunidenses, donde no le fue permitido hacer su tesis sobre el tema.
No obstante, reconoció que eso ha empezado a cambiar y hay un interés creciente sobre el particular.
Nezahualcóyotl, el rey poeta de Texcoco, escribió textos tan hermosos y profundos como lo hicieron Parménides o Heráclito. Si a éstos se les da el estatuto de filósofos, Nezahualcóyotl ciertamente fue un filósofo. Si etimológicamente la filosofía es amor a la sabiduría, Nezahualcóyotl amaba la sabiduría. Decir que filosofía sólo es la que se hizo en Grecia, e ignorar a la china, indostánica o latinoamericana es de un eurocentrismo inaceptable.
El filósofo Enrique Dussel sostuvo lo anterior durante la presentación del libro El pensamiento filosófico latinoamericano, del Caribe y latino (1300-2000), la tarde la jueves, como parte las actividades estelares del 15 Congreso Internacional de Filosofía que efectuó en la Coordinación de Humanidades de la Universidad Nacional Autónoma de México.
Luego de hacer una descripción del contenido de la obra, que contó con la participación de cien autores, Dussel habló de la importancia de elaborar una historia de la filosofía en Latinoamérica para contrarrestar la ignorancia que de ella se tiene en las metrópolis.
Contó el caso de Randal Collins, autor estadunidense de una obra muy hermosa que habla de la filosofía china, indostana, árabe, pero no dedica ni una línea a la de América Latina; Cuando presentó el libro en Chicago, un alumno nuestro que estaba ahí le preguntó por qué no había puesto nada de América Latina, aquel hombre que tiene miles de fichas dijo: ¿hay filosofía en América Latina?
Ahora que se publicó El pensamiento filosófico latinoamericano, del Caribe y latino (1300-200), Dussel le escribió: Le dije, hemos escrito un libro para llenar el vacío de su libro y me contestó: enviémelo.
También expuso que el índice de la obra le fue presentado para a una editorial estadunidense para su publicación en inglés, pero ésta lo rechazó. No obstante, aseguró, acaba de publicar un libro con el mismo índice que le entregamos, pero con autores diferentes.
En la presentación también participó Eduardo Mendieta, filósofo estadunidense, colaborador de Dussel, junto a Carmen Bohórquez, en la edición del volumen.
En respaldo de los testimonios de Dussel sobre la ignorancia y menosprecio que hay en Estados Unidos hacia el pensamiento latinoamericano, Mendieta relató las dificultades que enfrentó para abordar la filosofía latinoamericana en ámbitos académicos estadunidenses, donde no le fue permitido hacer su tesis sobre el tema.
No obstante, reconoció que eso ha empezado a cambiar y hay un interés creciente sobre el particular.
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