sábado, 20 de febrero de 2010

Pintores de Haití

Artistas haitianos ahora pintan escenas del sismo
2 horas, 11 minutos
Por Pascal Fletcher
PUERTO PRINCIPE (Reuters) - Antes del terremoto en Haití del 12 de enero, el pintor Louis Saurel representaba las coloridas escenas de la vida rural que muchos turistas eligen como recuerdos de su visita al empobrecido país caribeño.
Ahora aplica su talento artístico para capturar los horrores que produjo el sismo, cuando el desastre natural más letal de la historia de Haití puso su vida patas arriba, junto a la de cientos de miles de sus compatriotas.
En una carpa improvisada donde ha vivido con su esposa y sus cinco hijos desde que su casa quedó reducida a escombros, Saurel, de 35 años, ha comenzado a pintar escenas de la devastación en la capital de Haití, Puerto Príncipe.
Usando los mismos colores encendidos y representaciones estilizadas que han hecho famoso al arte haitiano, Saurel y sus colegas pintores en la plaza St. Pierre, el distrito Petionville de la capital, ponen sobre el lienzo los edificios agrietados, los escombros amontonados y las víctimas horrorizadas del terremoto.
"Es una experiencia dolorosa, pero nosotros los artistas somos los testigos, pintamos el pasado, el presente y el futuro", afirmó a Reuters afuera de su tienda, parte de un caótico y extenso campamento de sobrevivientes que cubre St. Pierre y decenas de otros espacios abiertos de la ciudad.
"Los niños que ahora sólo tienen unos pocos meses, podrán ver qué ocurrió por medio de nuestras pinturas cuando crezcan y tengan 10 años", expresó.
El sismo causó la muerte de más de 200.000 personas y dejó a más de un millón sin hogar, y algunas personas piensan que pintar escenas del sismo es insensible e incluso cruel.
No es el caso de Napoleón Chery, de 52 años, otro de los pintores en la plaza St. Pierre.
"Esto es parte de la historia de nuestra nación y tenemos que contar con una producción artística que lo refleje", dijo.
Pero admite que hay un alejamiento de los temas tradicionales que los pintores de la plaza eligen para sus lienzos, que usualmente representan paisajes rurales o urbanos en vivos colores, escenas en el mercado que recuerdan el legado africano de Haití o símbolos usados por los habitantes indígenas de la isla La Española.
BUSCANDO PINTURA
En una representación de las secuelas del terremoto de otro artista, Elysee Francisco, una mujer delgadísima se lleva las manos a la cabeza por el horror que le produce contemplar los muertos y heridos que yacen entre los escombros y postes telegráficos derrumbados.
En su tienda, junto a marcos de madera y tarros de pintura, Saurel está empezando otra obra, una pintura de la deshecha Catedral Nacional y otros monumentos en el centro de Puerto Príncipe. Ya bosquejó en negro las irregulares fisuras que desgarraron los edificios por el sismo de magnitud 7.
"Acabo de empezar, agregaré los colores y las figuras y las montañas en el fondo", dijo, refiriéndose a las montañas asoleadas que encierran la ciudad.
Apoyado sobre su motocicleta está el último tarro medio lleno de pintura que ha conseguido.
"Es difícil encontrar pintura ahora, porque muchos comercios están destruidos, y las galerías de arte también", indicó Saurel.
Mediante su maltrecho teléfono Blackberry, que tiene la pantalla quebrada, ve imágenes de la devastación en Puerto Príncipe, usándolas como material para su obra.
"Con esto me gano la vida", dijo Saurel, agregando que pinta hace 13 años. Señala que las ventas iban lentas antes del sismo pero aumentaron desde que los ejércitos de trabajadores de ayuda, médicos y soldados extranjeros comenzaron a rotar por Puerto Príncipe.
Esta semana, los miembros de la Asociación Nacional de Artistas Haitianos realizaron una marcha, cantando canciones y portando velas encendidas, para rendir homenaje a los colegas artistas muertos en el sismo.
Marcharon el día de Mardi Gras, que normalmente es el día de Carnaval en Haití, pero las celebración fue cancelada este año para hacer el duelo por las víctimas del terremoto.
Pese a las pérdidas, han regresado signos del barullo de la vida normal a las calles de Puerto Príncipe, visibles en concurridos mercados callejeros, el enredo de transeúntes y el tráfico caótico y las ensordecedoras bocinas de los coloridos autobuses "tap-tap" repletos de pasajeros.
Y si a alguno de los vecinos de Saurel le molesta que use la pérdida y el sufrimiento infligido por el sismo para llenar sus lienzos, no lo manifiestan.
"Estamos con vida, gracias a Dios", dijo Shirley Floreal, mientras lava ropa en un balde en el campamento.
(Reporte adicional de Sebastian Rocandio y Herbert Villarraga; Editado en español por Marion Giraldo)

viernes, 19 de febrero de 2010

Estalinismo: vaya abuso de confianza

El infierno desde adentro

Por Juan Forn
En junio de 1956, Nikita Kruschev y el mariscal Tito se reunieron en un vagón especial del tren que unía Moscú con Kiev. No había intérprete, no habían llegado aún al momento de poner por escrito lo que se conversaba, pero ambos líderes estaban flanqueados por sus hombres de confianza. La agenda era amplia: no eran pocas las diferencias ideológicas acumuladas durante los ocho años del cisma yugoslavo de Moscú. En determinado momento, Tito le alcanzó a Kruschev por encima de la mesa una lista de nombres. “Son los 113 miembros del partido yugoslavo que nunca volvieron de la URSS. Nos gustaría saber qué ha sido de ellos.” Kruschev entregó la lista a uno de sus hombres sin mirarla y dijo: “Tendrá una respuesta en dos días”. Exactamente cuarenta y ocho horas después, mientras ambos líderes fumaban sendos cigarros y brindaban por el buen resultado de las negociaciones, Kruschev sacó aquel papel de su bolsillo y murmuró detrás de una nube de humo: “Cien de estos hombres están muertos”. El resto, agregó, podría volver a Yugoslavia en cuanto la maquinaria de la KGB los localizara, a lo largo y lo ancho del territorio soviético.
Kruschev se refería por supuesto a los gulags de Siberia, donde unos meses más tarde la KGB localizó entre los muertos vivos de Krasnoyarsk al austríaco nacionalizado yugoslavo Karlo Stajner, quien luego de cumplir veinte años de trabajo forzado había sido sentenciado a exilio interno de por vida en Siberia. Stajner aceptó la buena nueva de su liberación con la misma parsimonia de hierro con que llevaba resistiendo veinte años en el gulag. Pero creyó con ingenuidad que su liberación se debía a una carta que había escrito a su amigo Josip Broz once años antes, luego de asistir, junto al resto de los prisioneros del campo de Malakovo, a una función de cine (en realidad, de noticieros sobre el resultado de la guerra) durante la cual se mostraron breves imágenes de la liberación de Belgrado por la coalición de fuerzas partisanas y soviéticas encabezadas por el mariscal Tito, a quien Stajner conocía desde los tiempos en que ambos reclutaban voluntarios en París para ir a pelear a la Guerra Civil Española (de hecho, habían sido los republicanos españoles quienes bautizaron con ese nombre a Tito porque se trabucaban al pronunciar su verdadero nombre: Josip Broz).
La biografía de Stajner es la de muchos centroeuropeos que formaron parte del Komintern, o Internacional Comunista, ese brioso caballo de Troya que marchó mansamente a su autodestrucción en el aciago período entre la Guerra Civil Española y el pacto Hitler-Stalin. Stajner era austríaco, hijo de padres proletarios, ingresó en la adolescencia en las juventudes comunistas, cambió su nombre natal cuando se hizo yugoslavo (de Carl Steiner pasó a llamarse Karlo Stajner) y, a causa de su temeridad para realizar misiones secretas y sus habilidades como organizador de imprentas clandestinas, sufrió encarcelamiento en Viena, Berlín, París y Zagreb (los revolucionarios consideraban el paso por la prisión como sus años “de universidad”, ya que esos períodos de cautiverio les servían para que los más veteranos les enseñaran lo que ellos no habían tenido tiempo de aprender allá afuera). En 1936 Stajner logró llegar a Moscú, se reportó a las oficinas del Komintern y recibió un inesperado nombramiento como jefe de la rama balcánica de la Imprenta Internacional Comunista, donde se destacó por su trabajo sin descanso hasta que, una noche, fue arrancado del catre que tenía en su oficina por agentes de la NKVD, juzgado sumariamente como contrarrevolucionario y enviado a los gulags.
En el infierno de las islas heladas, Stajner se impuso a sí mismo una obligación: sobrevivir, resistir como fuese, “para dar algún día testimonio al mundo, en especial a mis camaradas de partido, de la terrible experiencia que me tocó vivir”. A su regreso a Yugoslavia se sentó a escribir y en menos de un año tuvo listo el manuscrito de Siete mil días en Siberia. A diferencia de Solzhenitzyn (que terminó su Archipiélago Gulag el mismo año en que nuestro personaje puso punto final a su manuscrito, en 1958), Stajner prohibió que su libro se publicara en Occidente antes de ver la luz en su país. Eso lo obligó a esperar otros catorce años, soportando sin perder la paciencia infinitas posposiciones y misteriosas pérdidas de su manuscrito en oficinas editoriales de Belgrado y de Zagreb. Había tenido la precaución de enviarle una copia a su hermano en Lyon pero, a lo largo de esos años, rechazó ofertas de Francia, Italia, Alemania e Inglaterra, por gratitud personal hacia Tito, el hombre que le había salvado la vida, y por disciplina hacia el partido del cual era miembro desde 1919.
Cuando Siete mil días en Siberia se publicó finalmente en Yugoslavia, en 1972, obtuvo, para sorpresa de muchos, el codiciado premio Kovacic al Libro del Año. Pero a Stajner lo tenían sin cuidado los honores literarios en la misma medida que las prebendas políticas: nunca pidió ni esperó nada del partido, nunca volvió a ver a Tito, ni intentó hacerlo, tal como en su libro había evitado toda deliberación ideológica. Sin embargo, cuando en la traducción norteamericana de Siete mil días en Siberia se eliminó aquella mención a “mis camaradas de partido” en el celebérrimo párrafo donde Stajner se imponía a sí mismo la obligación de sobrevivir al gulag para dar testimonio), fue como si le hubieran cercenado el centro neurálgico del libro y repudió la traducción.
Nadie pudo entender esa lealtad indeclinable de Stajner a Tito y al partido. Es improbable que creyera que el uno y el otro habían logrado dar a Yugoslavia aquello que soñaban en los tiempos juveniles en que todos ellos integraban esa cofradía utópica llamada Komintern. Era otra cosa, que el gran Danilo Kis (quien aseguró repetidas veces que habría sido incapaz de escribir su obra maestra, Una tumba para Boris Davidovich, sin la lectura de Siete mil días en Siberia) adivinó, cuando dijo que hay sólo dos libros que deberían ser lectura obligatoria si se pretende que la especie humana no vuelva a tocar el fondo moral que tocó en el siglo veinte: esos dos libros son Si esto es un hombre de Primo Levi y Siete mil días en Siberia de Stajner. Y, según Kis, lo que hace únicos a esos libros es que tanto el uno como el otro se abstienen de toda monserga ideológica en sus páginas: simplemente internan al lector, en el gulag y en Auschwitz, para que experimenten el infierno desde adentro y así aprendan eso que sólo puede entenderse con el cuerpo, con cada partícula del cuerpo, además de la mente, para que nos sirva de algo.

jueves, 18 de febrero de 2010

Monsiváis, cronista del "DeFectuoso" y del reality show

El escritor habla con La Jornada sobre Apocalipstick, su más reciente libro de crónicas

">Las recurrentes crisis “vuelven inocultables las diferencias” entre los rostros citadinos, dice
">“Vean la mojadera de pobres y entenderán por qué chotearlos ha dejado de tener sentido”, apunta

Mónica Mateos-Vega

Periódico La Jornada
Lunes 15 de febrero de 2010, p. a10
Las crónicas incluidas en Apocalipstick (editorial Debate), el libro más reciente que pone en nuestras manos Carlos Monsiváis, describen una ciudad de muchos rostros. Antagónicos, complementarios, al final de cuentas indispensables para comprender no sólo la naturaleza de una megaurbe, sino también de México.
En entrevista con La Jornada, el autor explica que el gran rostro oculto y visible del país ha sido el tamaño de la desigualdad: “Y eso se complementa con el tamaño de la impunidad, el otro nombre del capitalismo salvaje.”
El escritor añade que las galerías de rostros capitalinos “ya no se complementan como se decía otrora (ya nadie dice ‘otrora’ por miedo a que lo confundan con un diccionario), porque la crisis y la crisis anterior y la crisis próxima vuelven inocultables las diferencias. Se acabó el mito de la Unidad Nacional, a la que en vano convoca el gobierno federal los miércoles o los jueves, ya no recuerdo.
“En este festín de las desemejanzas, el ejercicio de la crónica me lleva a la certidumbre de la singularidad, de lo mucho que vale la pena localizar entre los polos de la vida y la mala vida: la vitalidad, la originalidad, los poderes creativos de minorías y mayorías.
“Y la unión, pese a todo, se quebranta cuando recuerdas las diferencias entre una revista de sociales y sus fotos de la felicidad, que apenas paga impuestos, con los viajeros de un vagón del Metro. Esta comparación de las diferencias ha dejado de ser un ‘argumento populista’ en la medida en que el desastre económico de casi todos le quita su filo a la burla clasista.
“Vean las fotos del desastre tan cultivado por la Comisión Nacional del Agua, vean la mojadera de pobres y se entenderá por qué chotearlos a ellos y a sus defensores ha dejado de tener sentido. Hoy a un ultra-rico lo ciñe un ejército de guaruras y vigilancias satelitales, y el argumento antipopulista sería alegar que le dan empleo a muchos guardaespaldas.”
–¿La ciudad le seduce o a fuerza de padecerla sólo la describe?
–La ciudad me seduce y me aplasta; es decir, vivo en ella. Las prisiones no tan efímeras del transporte me aplastan y me llevan a fraccionar mi mal humor; también, algunos espectáculos callejeros me maravillan.
–¿Quienes o qué son las grandes plagas de la urbe en estos días?
–Si queremos recurrir a las imágenes de los filmes de science fiction y hablamos de los Cuatro Jinetes del Apocalipsis, tendríamos que seleccionar entre el desempleo, la violencia urbana, la violencia intradoméstica, el desastre escolar, el subempleo, la explotación salarial, el tiempo invertido en el transporte, la retirada del agua en la ciudad y en el país, la contaminación y, ni modo, la crasa estupidez de la derecha. No importa si se pasan de cuatro los jinetes, al cabo, y para perjudicar todavía más la metáfora, no tienen espacio donde cabalgar.
–¿Existe algún rincón, recoveco, ambiente o plaza mayor de la ciudad de México que se le antoje cronicar en estos días?
–Como nunca, todo es cronicable. Como nunca, un cronista sólo se puede concentrar en unos cuantos temas. Pero si algo me gustaría, sería acompañar a una peregrinación, para atestiguar los fenómenos de fervor, desamparo, entrega. No soy católico y me asombra el comportamiento de la jerarquía, pero la fe guadalupana es algo notable y es alentador que ya casi no se puede usar políticamente.
–¿Cómo hace para mantener impecable su capacidad de asombro?
–No sé si mantengo impecable mi capacidad de asombro, ni sé en qué estado se encuentra la susodicha; de lo que estoy seguro es de otra cosa: el que pierda su capacidad de asombro desiste de su contemplación de la realidad, o algo parecido, tal vez menos retórico, pero no menos intenso.
Proceso creativo
–¿Cómo fue el proceso de escritura de Apocalisptick? ¿Cómo seleccionó los temas? ¿Se quedó algo fuera?
–Un libro de fragmentos se hace a través de un tiempo largo. En mi caso, escribí las crónicas para rescribirlas y las rescribí para seguirlas rescribiendo. Los temas se imponen naturalmente. Te atraen como obsesión y, con frecuencia, para quitártelos de encima, tienes que hacer notas y escribir. Hago una primera versión después del acontecimiento del que fui testigo (personal, hemerográfico, televisivo).
“Luego ‘dejo reposar los músculos del alma’ por poco tiempo y vuelvo al texto para ver si lo escribió otra persona que usa mi nombre. El criterio de selección no te lo cuento, porque sinceramente no lo recuerdo, y sí, sí me quedaron temas, como el campamento de 2006 organizado por AMLO, que cronicó de modo excelente Elena Poniatowska, y ese delirio de los ricos que suponen que si ellos se divierten el país crecerá al 50 por ciento. Pero ya no quiero arrepentirme de lo que pudo haber sido y no fue.”
–¿Haría una crónica sobre el caso de Salvador Cabañas?
–No soy la persona indicada. Nunca lo vi jugar, y no sé entusiasmarme como los comentaristas deportivos por el uso del guaraní. Pero el fenómeno del after hours como sana diversión es interesantísimo, como lo es también el amor impresionante de la afición a un jugador que les ha entusiasmado.
“El caso Cabañas tiene todo: el milagro de su salvación, el milagro del viaje de la bala a través de su cerebro, el menú de asistentes al Bar-Bar, el robo del casquillo delator, la canallez del JJ (que tiene siete nombres, siete pasaportes y siete maneras de evadir a la policía), los factores de reality show que han concurrido, en fin. Pero esta crónica no se hizo para mí, porque jamás vi a Cabañas en plena posesión de la cancha.”

domingo, 7 de febrero de 2010

Unam: puro cuento

La Dirección de Literatura publicará anualmente un volumen de narraciones cortas

Será una muestra del “laboratorio” del género en Iberoamérica, dijo Rosa Beltrán, titular de la instancia
La idea surgió de la “desaparición de los espacios naturales que lo cobijaban”, explica

“¿Qué habría sido de Borges en una época como la nuestra?”, se pregunta Rosa Beltrán"
Foto Jesús Villaseca
Arturo Jiménez
Periódico La Jornada
Domingo 7 de febrero de 2010, p. 2
Un rito editorial anual, parecido al practicado desde hace al menos un siglo en tradiciones literarias como la anglosajona, podría estar surgiendo para todos los países de habla castellana desde México, en particular desde la Dirección de Literatura de la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM). El proyecto, que se pretende de larga duración, es publicar cada año un tomo de una antología de cuentos escritos en lengua española.
El primer tomo ya está listo, se titula Sólo cuento, e incluye 30 autores de diversas generaciones, conocidos y no tanto, pero todos vivos, en plena producción, quienes permiten ver a los lectores una muestra del “laboratorio” de este género en Iberoamérica.
Rosa Beltrán, titular de dicha dependencia, cuentista ella misma, y quien se ubica entre los grupos “amantes del género” desperdigados por todos los países de habla hispana, comenta en entrevista sobre esta antología, de la que ella escribió el prólogo y Alberto Arriaga hizo la selección y las notas: “La propia idea de lo que es un cuento es cuestionada por quienes leen la antología. La estructura cerrada a la que se han referido tanto y que se basa en manifiestos de autores como Edgar Allan Poe o Julio Cortázar mismo, acerca de una estructura en paradoja con un final sorpresivo, es algo que es contrarrestado o contrastado en muchos de los cuentos que aparecen aquí. Ya desde varios autores de la tradición anglosajona el cuento obedece a una estructura distinta”.
Experiencia memorable
Además, precisa la importancia de este género en relación con otros: “El cuento es una experiencia memorable que debería ser uno de los bienes intangibles de la humanidad. Es narrar una experiencia y captar una situación que se queda con nosotros mediante una estructura cambiante y antigua”.
La poesía y el cuento, dice, son los géneros literarios más antiguos. “Y este último tiene la característica de compilar en él todos los géneros, del mismo modo en que lo hace la novela, aunque ésta casi siempre se concentra en el crecimiento o transformación de un personaje, mientras el cuento se avoca a narrar una situación o a captar un momento, pero adquiere formas distintas para hacerlo.”
Los 30 cuentos de los 30 cuentistas se organizaron en 10 rubros temáticos: Intervenciones, Hoguera de las vanidades, Hacia lo ignoto, Aeropuertos, Urbes fantásticas, Hospital, Negros, Sucios, Vida doméstica y Palimsestos.
Rosa Beltrán explica el porqué de editar una antología con estas características: dice que ante la desaparición de espacios que fueron el natural cobijo de un género tan importante en el mundo y en México, como el cuento, se hace necesario buscar los lugares donde puedan ser acogidas estas narraciones cortas.
La desaparición de revistas y suplementos literarios y la poca publicación de libros de cuentos, señala, hacen pensar que este género es una “especie en vías de extinción”, pero aclara que no es así, y comenta el caso de México: “En el siglo XIX y la primera mitad del XX, en el país se dieron cuentistas extraordinarios. No es que no los hubiera después, sino que poco a poco se fueron acortando los espacios. En las editoriales comerciales hay una predilección por la novela, y en cambio se ponen condiciones y muchas veces se rechaza a los autores que escriben exclusivamente cuento.
“Pero habría que pensar que el más grande autor en nuestra lengua, Jorge Luis Borges, consideraba al cuento como el género de géneros. ¿Qué habría sido de un autor como él en una época como la nuestra? En otras tradiciones, como la anglosajona, el cuento es leído y publicado continuamente. Un ejemplo es del poeta y dramaturgo Edward O’ Brien, quien desde 1915 inaugura una antología anual de cuento estadunidense, que sigue existiendo. Todavía estaba vivo John Updike cuando publicó Los mejores cuentos del siglo XX, libro no solamente paradigmático porque en él se encuentran los autores emblemáticos a lo largo de 100 años, sino porque también se volvió un bestseller.”
Siempre las mismas voces
Es decir, destaca, para que haya lectores de cuentos es necesario que éstos se publiquen. “En nuestra tradición, en lengua española, son las pequeñas editoriales marginales, todavía, las que se ocupan de publicarlos, pero el cuento se encuentra atomizado, es difícil saber qué están escribiendo los autores venezolanos, puertorriqueños, salvadoreños. Sabemos un poco más de los españoles y los argentinos, y sin embargo, de estos autores, de los que sabemos más, no tenemos un registro amplio. Son casi siempre las mismas voces las que vemos antologadas, y muchas veces se trata de autores no sólo canonizados, sino muertos.”
De los autores que aparecen en este primer volumen de Sólo cuento Beltrán menciona, entre otros, a “grandes maestros”, como Sergio Pitol y Vicente Leñero; a Clara Obligado, Juan Villoro, Luis Felipe Lomelí, Enrique Serna; a “muy jóvenes” como Antonio Ortuño; a “escritoras espléndidas”, aunque no tan conocidas, como Mayra Santos-Febres y Ana Lydia Vega.
Beltrán comparte que esta antología se “inspira” de otra que hizo Editorial Planeta de 2000 hasta 2006, cada año: Los mejores cuentos mexicanos. “Me tocó compilar la de 2006, la última. Tenía varios candados, como que sólo podían ser considerados los cuentos aparecidos en ese año y que tenían que ser publicados en papel, sin considerar las revistas por Internet. Y luego, el criterio ambiguo, resbaladizo y cuestionable sobre cuáles son los mejores y por qué lo son.”
Las antologías anuales de Sólo cuento, dice, pretenden convertirse en “un laboratorio donde se pueda tomar el pulso de lo que se escribe en cuento en las distintas generaciones, de la evolución del género, las nuevas formas que esté adoptando en lengua española”. Será, coincide, como una guía o un mapa para seguirle la pista al quehacer cuentístico en español. Con la antología, agrega, se podrá estudiar la evolución del cuento, por ejemplo, a nivel formal o temático.
Dice que están establecidos contactos con escritores y promotores del cuento de los países de habla española, que se subirá una versión digital de Sólo cuento a Internet y que espera que este rito anual continúe cuando ella ya no esté a cargo de la Dirección de Literatura, pues la institucionalidad y solidez de la UNAM garantiza esos proyectos de larga duración.

sábado, 6 de febrero de 2010

Control vs. Kaos: el zapatófono de Max al alcance de todos

Presentaron el libro Robinson tiene celular, de la investigadora Rosalía Winocur
Las nuevas tecnologías de la comunicación conllevan “usos destructivos”: García Canclini
Arturo Jiménez

Periódico La Jornada
Sábado 6 de febrero de 2010, p. 7
La investigadora Rosalía Winocur destacó una de las paradojas de las nuevas tecnologías de la comunicación: “Mientras más trascendemos, nos liberamos y tenemos posibilidades de ejercer nuestras individualidades, más socialmente nos vamos enganchando en redes de disciplinamiento social”.
Winocur habló durante la presentación de su libro Robinson Crusoe ya tiene celular (Siglo XXI Editores-UAM), realizada la noche del jueves en la librería Octavio Paz del Fondo de Cultura Económica, en la que participaron Néstor García Canclini, Rossana Reguillo, Guillermo Orozco y la autora, moderados por Ana Rosas Mantecón.
García Canclini comentó que el libro de Winocur parte de los aspectos más avanzados de los estudios comunicacionales y antropológicos, y que también es innovador porque considera al celular y a las computadoras como objetos que no vienen a sustituir a los otros, sino que los integra, junto con sus posibilidades.
El libro, agregó, es antropológico “porque se oyen las voces de los jóvenes, y están muy considerados los hábitos peculiares, la subjetividad de cada actor; hay una etnografía de las interacciones cara a cara, pese a tratarse de un medio que nos lleva a pensar en comunicaciones a distancia”.
El investigador dijo que quizá hizo falta a la autora abordar el asunto de la “economía de la comunicación”, lo cual podría dar una visión “un poco distinta” acerca de lo que hay de empoderamiento en la “expansión impresionante” de los celulares.
En torno a la afirmación de que las comunidades on line contribuyen a la democratización, la horizontalidad y la mayor tolerancia en las relaciones sociales, García Canclini planteó que estaba de acuerdo, pero que en las nuevas tecnologías de comunicación también hay “usos destructivos, disciplinantes y excluyentes”.
Metáfora poderosa
Rossana Reguillo, tras una divertida introducción en la que imaginó a Robinson Crusoe con celular y lap top tratando de comunicarse desde su naufragio en la isla, consideró que Winocur muestra capacidad para “articular cuatro elementos: el relato, el dato, la pregunta y el análisis”.
Luego de señalar que quizá la visión de la autora es “optimista” y de plantear que pudo haber hecho falta cierta “contundencia crítica”, Reguillo agregó que se trata de un libro “ampliamente disfrutable” y que, más allá de las relaciones personales y afectivas, deja enseñanzas sobre la posibilidad de una “construcción compartida del saber” mediante las nuevas tecnologías.
Guillermo Orozco señaló que el un libro “se lee casi como una telenovela”, en el que, con gran capacidad comunicativa, se entremezclan las voces de sus entrevistados y de la autora, quien pregunta, analiza, infiere y deduce.
Rosalía Winocur consideró que la metáfora basada en el título del libro de Daniel Defoe es “poderosa” y se entiende.
“Los nuevos solos, los nuevos aislados, no son los que no tienen nadie a su alrededor, sino los que están incomunicados. Robinson Crusoe tiene celular, ya no le importa si está Viernes al lado, y a Viernes tampoco le importa porque él tiene su propio celular.”
Habló de la importancia del “acompañamiento” en el presente incierto. “Es una necesidad de recrear los vínculos todo el tiempo, de estar conectados con los nuestros y encontrar en la propia biografía una fuente de sentido, y de reconstruirla y manipularla y alcanzar el control de mí mismo y de mis circunstancias, cuando todo alrededor pareciera indicar que no hay nada que nos permita tener el control de nada. Pero esto es una ilusión poderosa.
“Y es cierto que hay algunos que realmente, a través de Internet, controlan el mundo, pero para la mayoría de nosotros este control no deja de ser ilusorio, aunque desde el punto de vista simbólico es terriblemente eficaz, por eso lo necesitamos tanto.”
Rosalía Winocur coincidió en que el celular es una “nueva fuente de disciplinamiento social que pasa por detrás, por encima, por en medio del Estado, de la iniciativa privada”, pues junto con todas las posibilidades de trascendencia, autonomía y libertad, “nos vamos enganchando en esa fuente de certezas”.

miércoles, 3 de febrero de 2010

Eliot Weinberger, novedades


Writer-essayist-translator Eliot Weinberger expounds on American contemporary politics, the occasions throughout history on which rhinos were presented as royal gifts and second century Taoist texts.








Reading Eliot Weinberger

Oranges and Peanuts for Sale. Eliot Weinberger. New Directions Publishing. 2009

by Greer Mansfield