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jueves, 19 de diciembre de 2019
jueves, 10 de octubre de 2019
Peter Handke, Nobel de Literatura 2019
Cuando el niño era niño,
andaba con los brazos colgando,
quería que el arroyo fuera un río,
que el río fuera un torrente,
y este charco el mar.
Cuando el niño era niño,
no sabía que era niño,
para él todo estaba animado,
y todas las almas eran una.
Cuando el niño era niño,
no tenía opinión sobre nada,
no tenía ningún hábito,
frecuentemente se sentaba en cuclillas,
y echaba a correr de pronto,
tenía un remolino en el pelo
y no ponía caras cuando lo fotografiaban.
Cuando el niño era niño
era el tiempo de preguntas como:
¿Por qué yo soy yo y no soy tú?
¿Por qué estoy aquí y por qué no allá?
¿Cuándo empezó el tiempo y dónde termina el espacio?
¿Acaso la vida bajo el sol es tan solo un sueño?
Lo que veo oigo y huelo,
¿no es sólo la apariencia de un mundo frente al mundo?
¿Existe de verdad el mal
y gente que en verdad es mala?
¿Cómo es posible que yo, el que yo soy,
no fuera antes de existir;
y que un día yo, el que yo soy,
ya no seré más éste que soy?
Cuando el niño era niño,
no podía tragar las espinacas, las judías,
el arroz con leche y la coliflor.
Ahora lo come todo y no por obligación.
Cuando el niño era niño,
despertó una vez en una cama extraña,
y ahora lo hace una y otra vez.
Muchas personas le parecían bellas,
y ahora, con suerte, solo en ocasiones.
Imaginaba claramente un paraíso
y ahora apenas puede intuirlo.
Nada podía pensar de la nada,
y ahora se estremece ante a ella.
Cuando el niño era niño,
jugaba abstraído,
y ahora se concentra en cosas como antes
sólo cuando esas cosas son su trabajo.
Cuando el niño era niño,
como alimento le bastaba una manzana y pan
y hoy sigue siendo así.
Cuando el niño era niño,
las moras le caían en la mano como sólo caen las moras
y aún sigue siendo así.
Las nueces frescas le eran ásperas en la lengua
y aún sigue siendo así.
En cada montaña ansiaba
la montaña más alta
y en cada ciudad ansiaba
una ciudad aún mayor
y aún sigue siendo así.
En la copa de un árbol cortaba las cerezas emocionado
como aún lo sigue estando,
Era tímido ante los extraños
y aún lo sigue siendo.
Esperaba la primera nieve
y aún la sigue esperando.
Cuando el niño era niño,
tiraba una vara como lanza contra un árbol,
y ésta aún sigue ahí, vibrando.
(Publicado en Verne, El País de España)
domingo, 28 de abril de 2019
Sobre Magris
viernes, 28 de diciembre de 2018
Última entrevista dada por Amos Oz a El País (QEPD)
Amos Oz: “No he visto nunca un fanático con sentido del humor”
El escritor más reconocido en lengua hebrea publica 'Queridos fanáticos', un libro en el que condensa en forma de cuento lo que ha aprendido sobre la vida
JUAN CARLOS SANZ
11 MAY 2018 - 23:49 CEST
Parece el mismo de hace tres años, pero su voz se pierde a menudo en la grabadora entre el ronroneo de su gato Freddie. “Mi salud ya solo me permite viajar con la imaginación”, se excusa el escritor más reconocido en lengua hebrea. Amos Oz(Jerusalén, 1939) comienza una conversación con Babelia en su casa de Tel Aviv sobre los zelotes, extremistas y sectarios que prefieren observar un mundo complejo de la forma más simple, aunque termina reconociendo que su último libro, Queridos fanáticos, es en realidad un legado: “Se lo he dedicado a mis nietos. He concentrado lo que he aprendido en la vida, pero no de una manera abstracta, sino como un cuento”.
PREGUNTA. ¿Por qué ha recuperado discursos de hace tres lustros?
RESPUESTA. Es una revisión de mis conferencias de 2002 en Alemania. Hay una nueva aproximación. Lo más peligroso del siglo XXI es el fanatismo. En todas sus formas: religioso, ideológico, económico…, incluso feminista. Es importante entender por qué regresa ahora. En el islam, en ciertas formas del cristianismo, en el judaísmo…
P. Escribe sobre su tierra. ¿Oriente Próximo es la cuna del fanatismo?
R. Es una idea común, pero no creo que sea verdad. El auge del fanatismo y el racismo en Estados Unidos es mucho más peligroso. Existe fundamentalismo en Rusia y en el este de Europa. También es peligroso el fanatismo nacionalista en Europa Occidental.
P. ¿Compartimos ese pecado original?
R. Creo que hay un gen fanático en casi todos nosotros. Es la tendencia del ser humano de intentar cambiar a los demás. Les decimos a los niños: “Tienes que ser como yo”. Eso es muy común.
P. Usted razona sobre un fanatismo universal.
R. Cuanto más complejos se van haciendo los problemas, más y más gente está hambrienta de respuestas muy simples. Una fórmula que lo cubra todo. Pero muy a menudo se trata de mensajes fanáticos. Por ejemplo: “Todos nuestros problemas se deben a la civilización occidental”, o “nuestros problemas se deben al fundamentalismo islámico”, o “tienen su origen en la globalización” o “en el sionismo”…
P. Usted fue un muchacho fanático.
R. Un pequeño extremista, educado en una convención de nacionalismo y sionismo. “Los judíos tienen razón, nuestros enemigos están equivocados. Somos los buenos de la película y los otros son los malos”. Así de simple.
“Una nueva fragmentación de Europa no me hace feliz, pero si una mayoría del pueblo en Cataluña quiere vivir por su cuenta, lo hará”
P. ¿Cómo se cura el fanatismo?
R. Hay que tener curiosidad. Ponerse en la piel del otro. Aunque sea un enemigo. La receta es imaginación, sentido del humor, empatía. Pero no para contentar al otro. No soy como Jesucristo y no pido poner la otra mejilla. Lo mío es intentar imaginar qué hace al otro actuar de determinada forma.
P. Usted escapó de la atmósfera de su Jerusalén natal. ¿Es difícil no acabar siendo un fanático en esa ciudad?
R. Amo Jerusalén. Pero necesito mantener una cierta distancia. Es demasiado conservadora, en términos de ideología o religión. En Jerusalén casi todo el mundo tiene una fórmula personal para la salvación o la redención. Cristianos, musulmanes, judíos, pacifistas, ateos, racistas, todo el mundo.
P. Nació en un barrio que hoy es ultraortodoxo.
R. Entonces era de clase media baja. Había religiosos, pero también comunistas y algún anarquista. Y nacionalistas. Era un barrio interesante porque la gente discutía a todas horas.
P. ¿Una característica más bien jerosolimitana?
R. Es israelí, en general, aunque resulta más evidente en Jerusalén. Cualquier parada de autobús puede convertirse en un seminario académico. Completos desconocidos discuten de política, moralidad, religión, historia o sobre cuáles son las verdaderas intenciones de Dios. Pero nadie quiere escuchar al otro, todos creen tener la razón.
P. En el Estado judío, donde la religión es un signo identitario, ¿cómo vive un laico, un ateo?
R. Mi problema no es la religión, sino el fanatismo religioso. No es el cristianismo, sino la Inquisición. No es el islam, sino el yihadismo. No es el judaísmo, sino los judíos fundamentalistas. No es Jesucristo, sino los cruzados.
P. Un Gobierno ultraconservador en Israel, Trump en la Casa Banca, ¿una era propicia a la intransigencia?
R. La mayor parte del mundo se está moviendo rápido desde una perspectiva compleja a otra muy simplista. Pasa también en la izquierda radical.
P. El nacionalismo, el conflicto palestino, ¿no han condicionado esa visión en Israel?
R. Es natural. Cuando un maldito y cruel conflicto dura más de cien años hay heridas en ambos bandos. Oscuras imágenes del otro. Hay gente sentimental en Europa que cree que todo puede arreglarse charlando y tomando un café, con la idea de que en el fondo todo es un malentendido. Un poco de terapia de grupo y tan amigos. No. Hay conflictos que son muy reales. Cuando dos hombres aman a la misma mujer. O dos mujeres al mismo hombre. Eso no se puede solucionar tomando un café. El conflicto entre israelíes y palestinos es real.
P. ¿Hace falta un divorcio: dos Estados?
R. Básicamente es eso. La casa es muy pequeña. Tenemos que hacer dos apartamentos. Israel y, en la puerta de al lado, Palestina. Luego tendremos que aprender a decirnos “buenos días” en la escalera. Más tarde podremos ir de visita, a tomar café a casa del otro… Y hasta cocinar juntos: un mercado común, una federación o confederación…, pero antes hay que dividir la casa… En el fondo todos saben que la única solución posible es la de los dos Estados. Aunque no les gusta. Para palestinos e israelíes es como una amputación, pierdes parte de tu cuerpo.
P. En Israel hay quien le cree un fanático de la fórmula de los dos Estados.
R. La otra solución solo funciona en Suiza. En Yugoslavia acabó en un baño de sangre. Hubo un divorcio pacífico en la antigua Checoslovaquia. ¿A quién se le ocurre que israelíes y palestinos deben acostarse juntos y hacer el amor y no la guerra? Después de un siglo de matanzas no es posible.
P. No parece que el liderazgo israelí muestre prisa por hallar una solución.
R. Ese es el corazón del conflicto, la falta de liderazgo. Nadie tiene el valor que tuvo [el presidente francés Charles] De Gaulle cuando concedió la independencia a Argelia.
P. ¿Ni los israelíes ni los palestinos?
R. Todo el liderazgo mundial. Por no citar también el de su país…
P. Precisamente iba a preguntarle…
R. No veo líderes valientes en Madrid o Barcelona. Una nueva fragmentación de Europa no me hace feliz. No entiendo por qué, pero si una mayoría del pueblo en Cataluña quiere vivir por su cuenta, lo hará. Puede que sea una gran equivocación, una tragedia para Cataluña y para el resto del país. No se puede obligar a dos personas a compartir cama si una de ellas no quiere.
P. O sea, como en Israel y Palestina.
R. Pienso en Checoslovaquia, fue complicado, pero no hubo guerra. Hasta Escocia quiere un Estado.
P. Entonces, ¿ahora vivimos una era de cobardes y fanáticos?
R. Es un tiempo de simplificaciones. La gente espera respuestas simples y ya no teme parecer extremista. Hace 80 años teníamos miedo de Hitler o Stalin.
P. Si la inmunización que supuso la II Guerra Mundial ya no surte efecto, ¿hace falta una nueva vacuna?
R. No quiero otro baño de sangre. Pero existe el riesgo: el fanatismo conduce a la violencia. Mi librito contiene un miligramo de vacuna: tolerancia y curiosidad. Sonreír de tiempo en tiempo, incluso reírse de uno mismo. No he visto nunca un fanático con sentido del humor.
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viernes, 16 de febrero de 2018
Las corruptelas del abuelo de Cervantes [archivos]
Las corruptelas del abuelo de Cervantes en Cuenca, donde fue teniente de corregidor
El licenciado Juan de Cervantes estuvo en Cuenca entre 1523 y 1524 pero dejó huella de su carácter, de sus tropelías y de su forma de administrar justicia
Esta semana en el espacio de Hoy por Hoy Cuenca ‘Así dicen los documentos’ con Almudena Serrano, la directora del Archivo Histórico Provincial de Cuenca, hablamos de algo que es bastante desconocido. Ni más ni menos que la presencia en Cuenca del licenciado Juan de Cervantes, abuelo paterno de Miguel de Cervantes, el autor del Quijote, y que fue una figura de relieve y, también, con un carácter difícil.
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Las corruptelas del abuelo de Cervantes en Cuenca, donde fue teniente de corregidor
El licenciado Juan de Cervantes estuvo en Cuenca entre 1523 y 1524 pero dejó huella de su carácter, de sus tropelías y de su forma de administrar justicia
Los actores Rulo Pardo y Santiago Moler en la obra 'Rinconete y Cortadillo', sobre una de las Novelas Ejemplares de Miguel de Cervantes, dirigida por Alberto Conejero. / Invierno Cultural de Palencia
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Cuenca
Esta semana en el espacio de Hoy por Hoy Cuenca ‘Así dicen los documentos’ con Almudena Serrano, la directora del Archivo Histórico Provincial de Cuenca, hablamos de algo que es bastante desconocido. Ni más ni menos que la presencia en Cuenca del licenciado Juan de Cervantes, abuelo paterno de Miguel de Cervantes, el autor del Quijote, y que fue una figura de relieve y, también, con un carácter difícil.
'Así dicen los documentos' en Hoy por Hoy Cuenca. / Paco Auñón
Sobre Juan de Cervantes, el abuelo del autor del Quijote, se han ocupado algunos autores, siendo uno de ellos Luis Astrana Marín, celebérrimo conquense, fundador de la Sociedad Cervantina, quien junto a otros historiadores dedicaron parte de su obra a publicar los documentos que se conservan en Archivos públicos sobre el licenciado Cervantes. Son, en total, unos 149 documentos de los que no se han conservado cartas y otros escritos suyos.
Por ejemplo, sabemos que debió nacer hacia 1477 pero nada concreto sabemos de sus primeros años ni de su juventud. Probablemente, su matrimonio con Leonor Fernández de Torreblanca tuvo lugar a finales del año 1503 o principios de 1504. De aquel matrimonio nacieron 4 hijos: Juan, Rodrigo (este segundo hijo fue el padre de nuestro más célebre escritor…), María y Andrés.
Juan de Cervantes fue abogado y desde el año 1500 conocemos que tuvo diversos cargos oficiales en Córdoba y que fue abogado del Real Fisco de la Inquisición en aquella ciudad. Luego, según leemos en los autores que han estudiado su figura, entre los años 1509 y 1511 fue teniente de corregidor en Alcalá de Henares, que era un puesto de importancia y prestigio en una ciudad, como mano derecha del Corregidor. Pocos años más tarde vuelve a estar en Córdoba, como Alcalde mayor interino y teniente de corregidor de ella.
Tenemos versiones diferentes del carácter del abuelo de Cervantes porque en unos documentos se le menciona como ‘el virtuoso señor licenciado Juan de Cervantes’ y en otros atisbaremos que los calificativos no le dejan en muy buen lugar, más bien, formando parte de una banda de oficiales que cometían tropelías con los presos y detenidos por la justicia.
Juan de Cervantes en Cuenca
En Cuenca estuvo desde el año 1523 a 1524, pero antes pasó por Toledo, en 1522. Aquí estuvo ejerciendo funciones de teniente de corregidor y de su paso por Cuenca hay testimonios bastante desfavorables para él.
Veamos primero cómo la fama que tuvo en nuestra ciudad tenía precedentes, según los testimonios publicados por Luis Astrana Marín y Rodríguez Marín.
Por un lado, el abuelo del manco de Lepanto fue un hidalgo respetado, que ocupó puestos importantes según hemos dicho y que tuvo una buena posición económica, precisamente por los dineros recibidos por sus funciones, pero la faceta opuesta nos revela un mal carácter que consta en los documentos en los que se refieren acusaciones contra él: denuncias por abuso en su cargo como juez y otras acusaciones por robo y apropiación de bienes de los detenidos, como ropa y muebles. Pero no sólo eso, sino que sus faltas, por supuesto, incluían faltas de respeto, gestos y palabras malsonantes y violentas.
Las acusaciones
Todo esto lo sabemos porque la parte ofendida no callaba, sino que denunciaba. Un ejemplo, que se puede calificar como mala broma, fue cuando un hombre, el licenciado Mariana, cuenta esto: ‘tomó la gorra de encima de la cabeza y me la arrojó por la plaza(…) y me dijo vellaco, villano y otras muchas injurias de que me tengo por injuriado’, todo ello sin motivos aparentes.
A otro le respondió, según el afectado, ‘con mucha furia’ lo siguiente: ‘Yo estaré aquí muchos años aunque os pese, y este tiempo que estuviere yo os malsinaré e yo os cizañaré todo lo que pudiere’. Y, según parece, otras muchas amenazas que vertió.
Y a un regidor de Cuenca le dijo: ‘Dexadle, que yo le haré tales cosas que renuncie a su regimiento’.
Por ejemplo, un tal Miguel Ruiz, que era de Cuenca, acusó al alguacil de Juan de Cervantes de que ‘le tomó una espada dorada que valía dos ducados, e, presso, lo llevó a la cárcel e lo puso tras la red, y el dicho Cervantes fue a la cárcel y mandó que le echasen un cepo a la garganta y una cadena al pie, y lo hizo estar así diez o onze días. Y después que le hizo quitar el cepo, lo ha tenido preso con grillos y cadenas hasta agora por tiempo de cuatro meses y medio, sin hacerle poner demanda ni acusación en todo este tiempo’.
Este es uno de los testimonios que recoge Astrana Marín en su obra y que es sobradamente elocuente de las artes que se gastaba el teniente de corregidor y de las órdenes que daba a los oficiales de justicia que le ayudaban en sus quehaceres.
Su versión
El tal Miguel Ruiz fue a prisión porque acabó con la vida del alguacil mayor de la ciudad y parece ser que el cepo que se le puso fue ‘por su contumacia de no querer responder’ ante el escribano que le tomaba nota de la declaración. Según Juan de Cervantes, ‘si Ruiz fuera castigado como debiera, no fueran muertos a cuchilladas hasta hoy doce o trece alguaciles (…) En ninguna ciudad se han hecho tantos desacatos a la justicia como en ésta’.
Si hacemos caso a los expedientes judiciales que se conservan y a las palabras del licenciado Cervantes, podemos decir que el orden en la calle en Cuenca andaba bastante revuelto.
Tenemos el caso de Diego Cordido, que publicó el historiador Rodríguez Marín, en que este hombre se queja del tormento al que fue sometido por Juan de Cervantes ‘más con ánimo de hacerme daño e de atormentarme mis carnes que no con celo de administrar justicia’. Y así fue que Diego Cordido pidió veinte ducados que perdió por no haber podido trabajar en su oficio, y que Juan de Cervantes fuera castigado criminalmente.
Así, Juan tuvo que pagar los 20 ducados por haber prendido a Diego ‘sin que procediese información y teniéndole preso muchos días y haberle puesto a questión de tormento sin indicios’.
En todos los casos que hubo de acusaciones contra Juan de Cervantes, él siempre contestaba y en los fallos en su contra siempre apelaba. Según escribió otro autor que ha estudiado su figura, Krzysztof Sliwa, no se puede asegurar que no abusara o se beneficiara de los cargos que ejerció en determinadas ocasiones, como vemos reflejado que sucedía con las autoridades descritas por su célebre nieto, Miguel de Cervantes en sus obras. Aunque también es posible que el mal hacer de los alguaciles que tuvo le salpicase en muchas ocasiones.
Otro ejemplo
Uno de los conquenses afectados fue, Diego Cordido, que se querelló criminalmente contra el licenciado Cervantes, y que detalló así el suceso:
‘El dicho licenciado Juan me hizo subir a la cámara del tormento donde acostumbra atormentar los malhechores, y teniéndome allí así me hizo desnudar en carnes y tender en la escalera del tormento, y estando como estaba así puesto en la dicha escalera, yo le dije que ponía sospecha en el dicho licenciado Cervantes y en el alguacil mayor Lope Méndez, y en todos los otros oficiales de la justicia desta ciudad, y juré en forma la dicha sospecha, porque temía ser más agraviado por el dicho licenciado Cervantes por lo que de presente contra mí hacía’.
No obstante, sigue relatando que parece que, sin causa ni razón, el licenciado Cervantes, y estando desnudo el tal Diego Cordido en la escalera de tormento, lo hizo atar y le apretó con la mano muy fuerte los cordeles, y de la otra parte estiraba el alguacil, ‘usando amos a dos contra mí del oficio que usan los verdugos’.
Y continúa contando en ese documento lo siguiente:
‘Y aunque yo estando en el dicho tormento pedí y requerí al dicho licenciado Cervantes que no me despedazasen ni atormentasen ansí porque dijese mentira (…) y que, si alguna cosa dijere por miedo al tormento, que no sería verdad, y que si contra él procedían apretallo más en el tormento, que le harían decir del temor lo que nunca hobiese visto ni oído.
Y no obstante todo lo susodicho, el dicho licenciado Cervantes con su alguacil, más con ánimo de hacerme daño y de atormentarme mis carnes que no con celo de administrar justicia, me apretaron reciamente cada cual de su parte los dichos cordeles, hasta que me los lanzaron bien por la carne, de tal manera, que estuve muy muchos días malo y muy atormentado de mis miembros, que no podía hacer cosa ninguna ni me podía valer de dolor, y me duraron las señas que me hizo más de tres meses’. Este testimonio fue publicado por Luis Astrana Marín, junto con otros documentos cervantinos.
Este tal Cordido estuvo 3 meses en la cárcel de Cuenca y después gastó más de 20 ducados en trabajar y ganar en su oficio y otros 10 en curarse del daño que había recibido. Por consecuencia, requirió al juez que condenara al licenciado Cervantes ‘a las mayores y más graves penas en este reino y que no le acusaba maliciosamente al licenciado Juan, sino por obtener el cumplimiento de justicia’.
Además, y según apuntamos, parece que el licenciado Juan de Cervantes tuvo a una banda de criminales a su servicio que, aprovechando su oficio, y en más de una ocasión, en lugar de ejercer la justicia ocasionaban daños y actos delictivos. El caso es que en casi todos los procesos de residencia se actuaba no sólo contra Cervantes, sino contra los alguaciles que tuvo a sus órdenes.
En el Archivo Municipal de Cuenca se conserva un expediente por el que sabemos que a Juan de Cervantes se le sometió a juicio de residencia, que era un procedimiento judicial para averiguar cómo había ejercido el cargo. Según este documento, Pedro Enríquez, vecino de Cuenca, notificó al Corregidor:
‘Como contra el licenciado Cervantes, teniente que fue de corregidor de esta ciudad, están dados muchos e diversos capítulos e han puesto muchas demandas e se esperan muchas más contra él, como contra los alguaciles, e para esto son pocos días los que restan, que pide e requiere, luego otorguen petición en nombre de ciudad para que Su Majestad mande prorrogar la residencia a lo menos por otros treinta días para que los querellosos de la ciudad e tierra que aún no lo saben vengan a pedir justicia, e habiéndolo así harán lo que son obligados a buenos gobernadores que quieren que se haga justicia a los agraviados. En otra manera protesta de lo notificar a Su Majestad e desagraviar de ello para que lo manden proveer’.
Juan de Cervantes cambió de lugar de trabajo con frecuencia ¿Puede deberse este trasiego a ese carácter arisco y los problemas que derivaban en los lugares donde estuvo? Es probable. En todo caso, es cierto que esa inquietud y andanzas fueron así durante toda su vida, que no recaló en sitio alguno, algo que también sucedió con su hijo, Rodrigo, el padre del gran Miguel de Cervantes, y de este mismo, que no tuvieron residencia fija al uso de la época.
Texto original: http://cadenaser.com/emisora/2017/12/07/ser_cuenca/1512660424_924946.html?ssm=whatsapp
miércoles, 4 de octubre de 2017
José Emilio Pacheco: "Las ruinas de México"
I. Las ruinas de México (Elegía del retorno)
la penetrada de vacío, la hueca
No: la materia no se destruye,
la forma que le damos se pulveriza,
nuestras obras se hacen añicos
Duerme en un polvorín
Trae en su interior una hoguera,
un infierno sólido
que de repente se transforma en abismo
Al despetrificarse rompe su pacto
con la inmovilidad y se transforma
en el ariete de la muerte
la estampida de lo invisible, explosión
de lo que suponemos inmóvil
y bulle siempre
el estremecimiento de la muerte
Sale la tierra de sus goznes de muerte
Como secreto humo asciende la muerte
De su profunda jaula escapa la muerte
De lo más negro y hondo brota la muerte
el polvo es el sol
y el estruendo lo llena todo
Y de repente lo más firme se quiebra,
se vuelve movedizo el concreto armado,
como hoja de papel se rasga el asfalto
la violencia de la intemperie,
el desamor, el hambre y la sed
se transforma en cadalso y tumba
sepultados en vida por la muerte,
sin otra compañía más que la asfixia
El Vesubio estalla por dentro
La bomba asciende en vez de caer
Brota el rayo del centro de la tierra
Cosmos es caos pero no lo sabíamos
o no pudimos entenderlo
en abismos de fuego helado
¿Gira la tierra o cae? ¿Es la caída
infinita el destino de la materia?
y por tanto
somos lo que desciende siempre:
polvo en el aire.
2
de nacimiento, crecimiento, odio y amor
puedo llamar la mía (a sabiendas
de que nada es de nadie)
no queda piedra sobre piedra
ni volverá a alzarse nunca
fue en otro mundo la casa
donde nací
me enseñó a caminar Jugué en el parque
hoy repleto de tiendas de campaña
Las ruinas se desploman en mi interior
Siempre hay más, siempre hay más
La caída no toca fondo
3
no comiences nunca
por el durísimo tronco:
primero corta las raíces,
el cordón que ata al árbol con la tierra,
madre, sustento y memoria
Para vivir necesitamos memoria,
raíz, cordón (sentimental, material)
es decir, todo aquello
que derribó el inmenso hachazo en segundos
4
a la desconocida que salió a las seis
de la colonia Granjas-Esmeralda o de Neza
para ir a su trabajo de costurera o mesera;
a la que iba a la escuela para aprender
computación o inglés en seis meses,
quiero pedir disculpas por su vida y su muerte
su rostro verdadero en el cuerpo de tantos
que ahora se deshacen en la fosa común
y dentro de nosotros siguen muriendo
sin más cara que el yeso funeral,
el sudario de los escombros, la última
cortesía del infinito desplome;
tú, el enterrado en vida; tú, mutilada;
tú que sobreviviste para mirar
primero la caída y poco después
la intolerable asfixia: perdón
Mi solidaridad de qué sirve
No aparta escombros, no sostiene las casas
ni las erige de nuevo
Pido, al contrario,
para salir de mis tinieblas, la mano imposible
que ya no existe o ya no puede aferrar
pero se extiende todavía
en un espacio del dolor o un confín de la nada
en donde estuvo un edificio,
el hueco profundo,
el agujero de mi propia muerte
5
El incendio del bosque o el suplicio
de un pobre insecto bocarriba que muere
de hambre y de sol durante muchos días
son insignificantes para ella
—como nuestras catástrofes
Sólo quiere
permanecer transformándose
6
Sólo cuando quedamos como el pez atrapados
en la red de la asfixia
para volver al mar que fue el oxígeno
en que nos desplazamos y fuimos libres
fuera del agua de la vida
que vivir es tener espacio Hubo un tiempo
feliz en que podíamos movernos,
salir, entrar y ponernos de pie o sentarnos
el mundo sus accesos y ventanas
Ahora entendemos lo que significa
una expresión terrible: sepultados en vida
7
del polvo, la ceniza, el desastre y la muerte
Ahora que está aquí ya no hay palabras
capaces de expresar qué significan
el polvo, la ceniza, el desastre y la muerte
8
por usura los campos y los árboles
un sepulcro de fango árido
y rencoroso, malignamente incapaz
de amparar lo que sostenía
El terremoto vino a consumar
cuatro siglos de lentas destrucciones
9
hechos añicos, los pilares, los hierros,
de pronto vi intacta, ilesa
la materia más frágil de este mundo:
una tela de araña
10
Cómo olvidar —joven desconocida, muchacho anónimo,
anciano jubilado, madre de todos, héroes sin nombre—
que ustedes fueron desde el primer minuto de espanto
a detener la muerte con la sangre
de sus manos y de sus lágrimas;
con la conciencia
de que el otro soy yo, yo soy el otro,
y tu dolor, mi prójimo lejano,
es mi más hondo sufrimiento
Porque si el mundo no se vino abajo
en su integridad sobre México
fue porque lo asumieron
en sus espaldas ustedes
honor del género humano, único orgullo
de lo que sigue en pie sólo por ustedes
Reciba en cambio el odio, también eterno, el ladrón,
el saqueador, el indiferente, el despótico,
el que se preocupó de su oro y no de su gente,
el que cobró por rescatar los cuerpos,
el que reunió fortunas de quince mil millones de escombros
donde resonarán por siempre los gritos
de quince mil millones de muertos
11
no son las de los muertos
Hemos visto ya demasiadas
Este es el siglo de los muertos
Nunca hubo tantos muertos sobre la tierra
sino un recuento de muertos
y objetos de consumo para gastar
la vida y el dinero y ocultarnos en ellos
contra la omnipotencia de la muerte?
son esos cuadros en color donde aparecen muñecas
indiferentes o sonrientes, sin mengua, sin tacha,
entre las ruinas que aún oprimen
los cadáveres de sus dueñas, la frágil vida
de la carne que es como hierba
(ya ya fue cortada)
indestructibles sin duda,
pero que en este caso tuvieron hombre
y existencia de alguna forma
de aquellas niñas que sin saberlo nacieron
para ver su futuro desplomándose
en el fragor de este fin del mundo
12
al embestir el toro de la muerte
brotan varillas como raíces deformadas
por no ser vegetales,
capaces de hundirse en tierra y renacer,
a fuerza de paciencia reconstruirse
y levantar lo caído
que nada más soportan
su irremediable vergüenza
la corrupción y la catástrofe
No son nudosidades de árbol caído:
son flechas
que apuntan a la cara de los culpables
13
un hoyo negro (y representa al país entero)
escombros y basura y algo brillante
en la viscosa noche sin piedad que nos cayó encima
y descubro mi propia calavera
14
Porque la luna es un desierto redondo, un espejo
de lo que nuestra tierra será algún día
Continentes de arena helada, mares sin agua
Rocas toda mudez, toda ceguera
Sólo silencio
innumerable, el gran clamor de los muertos
15
los ocelados sin ley ni hogar ni futuro
que eran los dueños de la calle, los amos
de los árboles moribundos
y las cornisas en ruinas
Hoy esta es la ciudad de las moscas azules
Enjambran, tejen, amotinan, deslíen
su recocó zumbante las moscas azules
en su traje de luces que un día también
será bordado en mi taller de tinieblas
vibra la danza de las moscas azules
en esta que es ahora la ciudad de los muertos
abejas poderosas: todas son reinas
Qué poderío el de e las incansables que retan
con el color y el zumbido
las dueñas y señoras de este valle de México
omnipotentes victoriosas, vencedoras soberbias,
la siempre invicta fuerza aérea implacable,
el orgullo más grande y más humilde
entre las huestes de la muerte
Son las nuevas luciérnagas Se adueñan
de las tinieblas y las hienden brillando
reinan entre el estrago y se adueñan de todo
Las flores del desastre, las pregoneras
de los muertos que hay en el aire
Patalea la mosca azul agonizante que expira ahíta
del cadáver en que nació
Ha devorado
todo su capital pero también ha cumplido
con su deber y su ética
el mundo de la carroña que finalmente somos
El triunfo de la muerte beneficia por último
a las dueñas del mundo: las hormigas
16
la columna de hormigas Van al trabajo
e intercambian informaciones
llevar a cuestas su brizna o su fragmento de mosca
este mundo de hormigas (en su interior
ha de ser como otro cualquiera
y bullir en discordia, tedio, ansiedades,
aguda conciencia
de la mortalidad de todo y todos)
semejan partes de un reloj Y él va a romperlo
el niño aplasta
las casas, las columnas, las galerías
el mundo sigue igual Crecen las hojas,
el árbol se endurece en su quietud
cae el polvo en la luz, el tiempo gira
—y la ciudad de hormigas ya no existe,
ya sólo es un montón de ruinas dolientes
y diminutos seres que padecen
su agonía entre escombros
El niño, concluida su labor,
se dispone a algún otro juego
17
sólo martirologio
la capital del sufrimiento,
el centro deshecho,
el núcleo del desastre interminable
en la epopeya del estrago
hacer un pacto con el sismo, decir:
“lo que pasó pasó y es mejor olvidarlo;
pudo haber sido peor, después de todo
no son tantos los muertos”
Nadie cree en el olvido
Estaremos de luto para siempre
Y los muertos
no morirán mientras tengamos vida.